El doble cerco al violador del Vall d'Hebrón en Granada
Crónica en negro ·
Tras salir de la cárcel volvió a Granada donde se sometió voluntariamente a tratamiento y, sin saberlo, fue objeto de seguimiento policialCrónica en negro ·
Tras salir de la cárcel volvió a Granada donde se sometió voluntariamente a tratamiento y, sin saberlo, fue objeto de seguimiento policialLunes, 12 de octubre 2020, 00:18
Cuando José Rodríguez, conocido como el violador del Vall d'Hebron salió de la cárcel en septiembre de 2007, buscó a su familia para aprender a vivir en libertad. Mantenía el contacto con una de sus tías, que fue la que se encargó de buscarle ... un techo. La familia de Rodríguez era de Iznalloz, pero este hecho se sabía y si visitó el pueblo fue solo de paso. Iznalloz ya se había levantado en armas contra su presencia, así que evitó su pueblo. La mayor parte del tiempo residió en Torrenueva y posteriormente estuvo en algún punto cercano a Granada capital. Pero aunque mantuvo unas costumbres muy discretas, nunca estuvo solo en ese escaso año que estuvo en libertad.
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Siguiendo el criterio de la Fiscalía, la Guardia Civil le mantuvo una estrecha vigilancia policial que no le soltaba ni a sol ni a sombra durante su estancia en Granada. Agentes de Policía Judicial le sometieron a un discreto pero férreo seguimiento, porque el perfil de José Rodríguez no era el de un delincuente cualquiera. Desde que llegó a Granada era un hombre libre y no se podían conculcar sus derechos, pero no estaba claro su nivel de reinserción y ninguna institución quería arriesgarse a que el violador del Vall d'Hebron cometiera otro delito sexual.
Pero Rodríguez quiso dar una muestra de buena voluntad, precisamente para ahondar en esa imagen de reinserción, y decidió someterse a tratamiento voluntariamente mientras estaba en libertad. Cada semana tenía dos o tres entrevistas con un forense y un experto en psicología de la Universidad de Granada.
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«Era un hombre con una trayectoria penitenciaria excepcional. Se había 'criado' en prisión y sabía muy bien cómo responder a esas entrevistas, qué tenía que contestar para dar apariencia de reinserción», explica el capitán de la Policía Judicial en Granada, que fue entonces el agente encargado de recogerlo en Torrenueva y conducirlo a esas entrevistas. Este seguimiento oficial recaía en él –entonces era teniente– y el capitán entonces al mando de la unidad de Policía Judicial.
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«Varias veces a la semana lo recogía y teníamos un par de horas de coche. Mi trabajo, además de acompañarlo, era sondear un poco cuáles eran sus reacciones ante ciertos temas, ver si realmente estaba reinsertado», explica el agente. En esas largas horas de conversación, llegaron a establecer cierta cercanía que le permitió conocer mejor su perfil psicológico. «Él mismo explicaba que todo había empezado en la mili. Él lo atribuía todo al rechazo, todas las mujeres a las que había intentado acercarse le rechazaban. Empezó con prostitutas y en ese tiempo fue creciendo ese odio hacia ellas», explica el guardia, que hoy es capitán.
«Daba la respuesta estándard, mostraba un arrepentimiento de libro, pero en cuanto le tirabas de la lengua mostraba de nuevo ese odio hacia la mujer. No lo reprimía, por ejemplo, hablando de la fiscal que había recurrido su puesta en libertad», resume el capitán.
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El día que le tocaba entrevista se veían en persona, pero los días que no tenía tratamiento también lo llamaba para hacerle seguimiento a sus pasos, pero también a sus emociones. Ese control férreo incluía además la vigilancia policial, siempre a cierta distancia. Los días que le llamaba le preguntaba también qué había hecho para cotejarlo con los datos del operativo policial.
«El tiempo que estuvo aquí salió muy poco, solo a dar paseos. Se relacionaba con un círculo familiar muy limitado. Y siempre salía muy caracterizado, con gorra o peluca; se quitó el bigote que solía lucir y se tiñó el pelo de forma muy burda», recuerda el responsable de la Policía Judicial en Granada.
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«Si sabía que le estábamos siguiendo, nunca me hizo ningún comentario. Aunque no me extrañaría que lo supiera», explica el agente. «Profesionalmente fue una experiencia muy buena, poder acercarte a un delincuente de ese perfil, conocer un poco su perfil psicológico, es una oportunidad en este campo», recuerda el agente.
Curiosamente, ese estricto control al que fue sometido le evitó nuevos problemas con la justicia. Durante el tiempo en que estuvo en libertad, en la provincia de Granada, se cometió una violación en Barcelona que por sus características quisieron atribuir a José Rodríguez. Sin embargo, la Guardia Civil contactó con los Mossos d'esquadra para advertirles de que debían buscar otro culpable, porque al violador de Vall d'Hebron lo habían tenido localizado en la provincia de Granada durante ese tiempo las 24 horas del día. No había podido ser él.
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La libertad no le duró mucho a José Rodríguez. Apenas un año después, en noviembre de 2008, el mismo agente que lo acompañaba a las entrevistas con el forense y el psicólogo, le recogió en Armilla, donde estaba residiendo en ese momento, pero esta vez para detenerlo. Sin oponer ningún tipo de resistencia, acompañó a los agentes que lo llevaron a la prisión de Albolote. Tenía que cumplir todavía cuatro años más de condena. Se libró de una nueva condena, curiosamente, gracias a la Guardia Civil.
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