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Pilar muestra una caja de habas frescas traídas directamente de la huerta a su frutería. Ramón L. Pérez
Estado de alarma por el coronavirus en Granada | Frutas y verduras frescas y lujuriosas

Frutas y verduras frescas y lujuriosas

Abierto por cuarentena ·

Pilar recibe a diario suculentos productos recién cosechados en la Vega de Granada

Jesús Lens

Granada

Sábado, 21 de marzo 2020, 01:47

Ahora caigo en la cuenta de que no sé el nombre exacto del local. Todo el mundo saluda afectuosamente a la frutera: Pilar para arriba, Pilar para abajo. Pilar esto, Pilar lo otro. Pilar por aquí, Pilar por allá, Pilar por acullá.

Demos por supuesto que la frutería de la parte baja de la calle Poeta Manuel de Góngora se llama Frutería Pilar, donde a primera de la mañana no hay muchos clientes. Después sí, que ya no cesará el tránsito de personas. Ordenadamente y de una en una, como debe de ser y está mandado.

«La gente se lleva algo más que de continuo, pero no mucho. Al menos en la parte de fruta fresca y verduras. En la parte de ultramarinos sí, sobre todo los primeros días, pero las ventas han bajado, en global», nos dice Pilar. Efectivamente, la gente es comedida al pedir. Lo más voluminoso, las mallas con naranjas de El Valle de Lecrín, que pesan unos dos kilos.

Porque Pilar tiene mucho género de km. 0, tentadores y lujuriosos productos de cercanía. «Es mi filosofía desde que abrí, hace ahora siete años. Lo que pueda ser de Granada, mejor. Si no, del resto de Andalucía, luego de otras partes de España y, cuando no queda más remedio, del extranjero».

Cada vez que salgo para preparar estos reportajes aprovecho para reponer la despensa y comprar productos de primera necesidad. En esta ocasión, la boca se me hace agua al ver unas habas de la vega granadina, «recogidas ayer mismo por la tarde», asegura Pilar. Las acelgas, sin embargo, han volado. «No podían estar más frescas». Sí consigo llevarme unos espárragos, muy hermosos. ¡Y qué belleza de berenjenas!

Le pregunto a Pilar por los protocolos de seguridad contra el coronavirus. «En mi tienda, nunca he dejado que nadie manosee el producto. Lo tengo prohibido. A la gente le gusta tocar la fruta, apretarla, estrujarla... y eso no puede ser. No es solo por higiene. Es para que no se estropee. Todo el género que yo trabajo es de primera calidad así que soy yo quien despacha a cada cliente, uno detrás de otro. En ese sentido, lo del coronavirus no ha afectado a mi forma de trabajar».

–¿Y no le ha dado problemas ser tan taxativa?

–Una vez, un hombre me dijo que si no podía tocar el género, se iba.

–¿Y qué pasó?

–Que se fue con viento fresco por esa puerta.

Pilar va con guantes y mascarilla y tiene un bote de desinfectante junto al mostrador. En un momento dado, entra el vecino de la panadería de abajo.

–¡Pilar, que nos venden botes de 5 litros de desinfectante por 55 euros! ¿Qué hacemos? ¿Pedimos uno para cada uno o compartimos?

Tras pensarlo un poco, encargan uno solo. «Esperemos que se normalice la cosa en poco tiempo», concluye una optimista Pilar. «De fruta y verdura no nos falta nada nunca. Sí hemos tenido escasez de vino de cocina o de papel higiénico –cómo no–, pero en el género fresco tenemos el suministro al día».

Abierto mañana y tarde

Esta semana, Pilar ha abierto mañana y tarde, «pero la semana que viene creo que cerraré por las tardes. La venta baja mucho y apenas pasa nadie por la calle». Como debe ser, por otra parte. «Es como estar en una película. ¡Quién nos lo iba a decir!».

Entra un hombre joven. Su madre se ha quedado en la puerta, hablando con una amiga a la que hace años que no veía, lo que son las casualidades, y poniéndose al día.

–¡Mamá, las naranjas las quieres de zumo o para comer!

–Para comer, para comer.

A la siguiente clienta le pasa como a mí: aunque parece tener claro lo que quiere, visualiza la suculenta ensalada que le saldrá con todo lo que ve y añade dos cebollas, dos aguacates y unas judías verdes. En la frutería todo es sano y natural y no hay problema en dejarse engolosinar con lo que entra por el ojo. En un supermercado es mucho más peligroso, con tanto elemento ultraprocesado, bollería industrial y chuches varias. Ojito con la cesta de la compra, no vayamos a salir de casa rodando cuando termine la cuarentena.

Las cuentas de los clientes son de unos 10 euros de media. Eso indica que no hay acaparamiento. Y que van a volver pronto. Pilar insiste en meter cada tique en la bolsa correspondiente, «no te vaya a parar la policía local. Así demuestras que has estado haciendo la compra».

Cuando nos vamos, una vecina saluda desde fuera. Dice que viene de comprar comida para su gato, «que también come, el pobretico». Pilar la saluda con afecto. La vecina sonríe. Es el efecto balsámico del pequeño comercio, también.

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