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Chema Ruiz España
GRANADA
Viernes, 29 de octubre 2021
Se cierne la noche sobre el Real Conservatorio Superior de Música de Granada y el entorno queda adormecido. En el patio interior del edificio, del que es popular su halo atractivo, las plantas dibujan formas poco reconocibles en las sombras y el viento fluye alrededor del mosaico de empedrado granadino que conforma el suelo. El oído entonces se ve envuelto por una melodía, unos acordes tocados al piano, que tal vez contribuyan a generar ese magnetismo que acompaña al lugar. Siempre son los mismos y nadie logra ver al músico. Es la leyenda de Felipe, antiguo profesor del centro, que habría regresado tras fallecer para continuar dando lecciones a sus alumnos.
En esta historia, el protagonista sí se identifica de forma concluyente. «El antiguo director del Conservatorio fue el que confirmó que la música que sonaba en el piano y que se reproducía sola era la favorita del profesor Felipe, motivo por el cual se pensó que era su espíritu el que volvía a este lugar», esclarece César Requesens, autor de la obra 'La Granada Insólita y Secreta'. Lo haría, según abunda el escritor y periodista, para cumplir la promesa que hizo entre los años 80 y 90, cuando fue despedido por falta de cualificación. «Él siempre dijo que volvería», afirma.
Tras el fallecimiento de Felipe, extranjero, de cuyo nombre se desconoce el origen, comenzó a sonar el piano en el que él solía tocar. Lo hacía por las noches para irrumpir en la calma granadina con su melodía predilecta, al parecer inconfundible para quienes pasan por el lugar. «Todos identificaron que él, efectivamente, había vuelto».
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Chema Ruiz España
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La eterna melodía del profesor Felipe no fue el único fenómeno que desveló su retorno. Otros sucesos extraños, aún sin explicación, tuvieron lugar posteriormente. Entre ellos, Requesens resalta uno que detalla el investigador y escritor José Manuel Frías, quien lo enmarca entre «los más curiosos dentro del ámbito de la parapsicología». Dos profesores se encontraban trabajando en una de las salas del edificio, cuando, de repente, cayó ante ellos una moneda. «Revisaron el techo, el suelo y la propia moneda por si hubiera algún chicle pegado, lo que habría propiciado su precipitación desde el techo, pero no había nada», puntualiza Requesens. Frías precisa que fue «una moneda de cien pesetas» y que estos sucesos se denominan aportes, que son en realidad la aparición de un elemento «que parece que no es de este mundo, de esta dimensión o de este tiempo».
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