Domingo, 15 de noviembre 2020, 00:13
«Mamita, yo sé que tú no te me vas a quitar ¡Duro! lo que me gusta es que tú te dejas llevar ¡Duro! todos los 'weekenes' ella sale a vacil... ¡Un momento! 'chisss' ¡Que están llamando al porterillo! 'chissss' ¡Callaos, callaos ... y apaga la música, corre!».
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De nuevo se escucha otro siseo en la calle Doctor Fidel Fernández. Pero esta vez se tiene que estirar un poquito más para ahogar unas risas nerviosas. Son las 23.40 horas de un viernes noche en esa Granada nocturna, de toque de queda e inicio del primer fin de semana en el que se pretende por parte de las autoridades hacer cundir el espíritu del confinamiento domiciliario.
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Sergio González Hueso
La luz violeta que se veía desde el balcón se ha apagado repentinamente. Ya solo alumbran las farolas desvencijadas y las sirenas de un furgón policial. «¡Abran la puerta!», se escucha a una voz grave en mitad del silencio, ahora sí, existente en el interior de un bloque de pisos desde el que un vecino, muy harto, se ha visto obligado a avisar de lo que pasaba. Había una fiesta, otra más, en un piso cuyos datos se lleva ya el agente Javier Quesada en sus papeles.
Hoy la dinámica ha cambiado. Los policías, ya en la calle, comentan la nueva conducta de los jóvenes que hacen fiestas. Se ha extendido no abrirle a la Policía cuando aparece de manera inesperada en mitad del jolgorio. «Se creen que así no notificamos la multa, pero es un gran error», indica Ramón, del Grupo de Intervención de la Policía Local.
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Mientras la comitiva se pone en marcha, Quesada, en un vehículo de 'paisano' explica que tras haber constatado la presencia de la fiesta y haber recabado la dirección exacta, todos los datos se trasladan a la unidad de Medio Ambiente, cuyos agentes se personarán en el domicilio entre semana y a la luz del día para, esta vez sí, identificar a los inquilinos e informarles de la denuncia.
«Actualmente son 400 euros al dueño del piso y 100 más a todos aquellos que estén en la fiesta siempre que no sean convivientes. Si no abren se arriesgan a que se les cargue con el agravante de haberse negado a identificarse, lo que podría aumentar la cuantía a los 2.000 o 3.000 euros», apunta el agente. Lo dice y su voz no deja oír una sucesión numérica desde el otro lado de la radio. «7-3-4-5-6...», se pronuncian a toda pastilla. El sonido es como el tableteo de una ametralladora. «Es un DNI. Será de alguno a quien han 'pillado' haciendo lo que no debía», resume el agente Quesada. Conduce él y sigue a un furgón de apoyo que gira a la izquierda para recorrer calle Elvira en un 'impasse' corto en el que no han entrado nuevos avisos.
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El afán ahora es controlar que ningún establecimiento de comida esté burlando las restricciones. Es más allá de medianoche. Y aunque todos los negocios deberían tener su persiana hasta el suelo, hay uno que no la tiene.Sirve a domicilio comida italiana y se ve luz en una pequeña estancia en la que hay dos personas. Uno friega y el otro prepara cosas, dice, para el día siguiente. Dos agentes entran y les informan de que deberían estar ya en sus casas. La norma indica que el último pedido que pueden tramitar es a las 22.30 horas. Y que a partir de ahí tienen una hora para recoger, apagar y marcharse.
«Dice que se ha alargado limpiando pero que ya había cancelado hace tiempo los pedidos. Se le ha informado y se le han cogido los datos. Ya veremos», resume la actuación uno de los policías en la calle. En una ventana hay un hombre sin camiseta mirando la escena. No se deja ver mucho, apenas un instante, lo justo para saciar su curiosidad. El dispositivo policial es muy sugerente en mitad de la noche oscura y solitaria de una Granada irreconocible un viernes por la noche de temporada alta universitaria. Pero la tranquilidad es engañosa. La emisora vuelve a emitir avisos. Uno detrás de otro. Son más fiestas en casas. Las zonas 'calientes' están claras: Plaza de Toros, Cartuja o Camino de Ronda.
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IDEAL acompaña a una unidad de Medio Ambiente, los 'mike', en uno de sus turnos de noche, que se prolonga desde las diez de la noche a las cuatro de la mañana. En este tiempo se acude a nueve domicilios por supuestas fiestas, donde solo se abre a la Policía Local en dos casos: dos falsas alarmas. Provocadas por vecinos a quienes molestaba, por ejemplo, unas chicas viendo un programa musical en la televisión o un grupo de estudiantes que cocinaban juntos pasta mientras hablaban y escuchaban algo de música.
Entre todas las unidades que se encontraban en la calle la noche del viernes se propusieron 12 sanciones a personas por burlar el toque de queda y 15 por fiestas ilegales. Este dato inquieta. La preocupación es enorme en Protección Ciudadana. No entienden que esta actividad siga tan extendida con todas las campañas que están llevando a cabo para mitigarlas.
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Si antes de las primeras restricciones se denunciaba de media unas cinco fiestas por noche, ahora esta cifra se mueve en las 20. La Policía advierte a los infractores de que a los agentes podrán dejarles en la calle un día, pero que al virus no hay puerta que lo frene.
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