Federico Fernández Mézcua (ya fallecido), en la cueva del Tajo del Gigante, de su propiedad. Rafael Vílchez

La leyenda del Tajo del Gigante de la Alpujarra

Cuenta la leyenda que el hombre más grande y fuerte de la comarca fue convertido por un brujo en un gavilán y que desde entonces aparece de vez en cuando en un tajo

Miércoles, 9 de febrero 2022, 01:02

Entre un laberinto escabroso de vegetación, a unos setecientos metros del casco urbano de la localidad alpujarreña de Juviles, al abrigo de una intrigante y hechizada zona, se encuentra el empinado y enigmático Tajo del Gigante, con una forma de pisada incrustada situada en uno ... de sus lados, de gañidísimas dimensiones.

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Según la vieja leyenda, hace muchísimos años vivió en Juviles en la misteriosa Cueva de la Umbría un ser fornido y grandullón capaz de mover con su cuerpo moles descomunales. Un día, desde su vecino aposento se acercó al citado tajo y lo embistió dándole una fuerte patada que quedó para siempre plasmada en la roca.

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Se dice que desde una cueva adyacente salió una linda mujer acompañada de un cernícalo y de unos bebedizos afrodisíacos. El gigante tras contemplarla dejó el tajo en paz y bebiendo de aquel producto quedó reducido a tamaño natural. Teniendo conocimiento los ensalmadores y hechiceros de lo sucedido acudieron al lugar desde otros puntos volando por los aires.

Un brujo que estaba completamente enamorado de la mujer de la caverna de Juviles, al saber que ésta lo había despreciado, por el que el que fuera gigante, propagó el inexplicable poder de maleficios, e influencias lunares, y según la leyenda casi olvidada, el que fuera el hombre más fuerte de La Alpujarra quedó convertido en un gavilán. Su amada al comprobar lo sucedido se introdujo para siempre por una de las grietas de la cueva del tajo y se dice que en algunas noches se puede escuchar un misterioso cántico de mujer salido de las mismísimas entrañas de las rocas del tajo.

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Vista de Juviles.

También, se puede apreciar muchas veces, cada año que pasa, cómo un gavilán vuela y se esconde en este tajo conocido después de lo sucedido hace siglos, con el nombre de Tajo del Gigante. Hasta hace unos lustros, esta finca perteneció a Federico Fernández Mézcua, cartero de profesión ya fallecido. Él solía estar siempre acompañado por un gavilán en el paraje de Los Peñones. El descanso de las tareas del campo lo realizaba en una cueva. Él sostenía que en esa finca se encontraba muy cómodo y lleno de energía. Junto a la Pisada del Gigante había muchísimos panales de abejas. Algunos vecinos muy mayores decían que este lugar estaba lleno de leyendas y de propiedades mágicas que hacen desaparecer el sofocamiento o los nervios a cuantos los visitan y se recrean en él.

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