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Mari Angustias en su piscina en el Camino de Purchil. ALFREDO AGUILAR
Mari Angustias Díaz: «Las escapadas a Fonelas e ir a la verbena de pueblo, junto a mis primas, son mi mejor recuerdo»

Mari Angustias Díaz: «Las escapadas a Fonelas e ir a la verbena de pueblo, junto a mis primas, son mi mejor recuerdo»

Aquellos maravillosos verano | En femenino ·

Mari Angustias Díaz preside la asociación de Párkinson de Granada y en sus estíos infantiles recogía fruta junto a sus hermanos para ayudar a la economía familiar

Ángeles Peñalver

GRANADA

Sábado, 4 de agosto 2018

María Angustias Díaz tiene 55 años y preside la asociación de Párkinson de Granada, enfermedad que ella misma padece. A los 14 años, ya estaba trabajando de auxiliar en una clínica dental, donde tuvo a pacientes como el mismísimo Jaime Peñafiel. Se pudiera decir que la suya fue una de esas infancias acortadas por las circunstancias familiares, marcadas por la enfermedad cardiaca de su padre, guardés de máquinas y de cortijos en la zona del Camino de Purchil, donde ella reside ahora.

«Yo fui la única de mis cinco hermanos que nací en casa, porque fui la mayor. Ya de bastante pequeños a veces cogíamos las bicicletas, pero lo más frecuente es que después de acabar el colegio ayudáramos a la economía familiar recogiendo ciruelas o melocotones. Una de las cosas más incómodas de recolectar eran las judías verdes, que picaban mucho en las manos. Nos levantábamos a las seis de la mañana de niños para ir al campo y luego por la tarde ya aprovechábamos para descansar y dormir. Me hice mayor muy pronto, al cargo de mis hermanos y al cuidado de mi madre, que tampoco estaba muy boyante de salud», describe la presidenta de la asociación de Párkinson, en cuyas fotos de la infancia se le aprecian unos inmensos ojos que aún hoy son la guía de muchos enfermos que intentan normalizar el diagnóstico de ese trastorno del movimiento.

«Uno de los pocos momentos de ocio de verdad era cuando me iba con mi abuela al pueblo de Fonelas y allí podía disfrutar con mis primas de la verbena, aunque siempre tenía un pellizco en el corazón porque me dejaba a mi madre pachucha y temía que le pasara algo», abunda María Angustias, quien también pasó muchas tardes de su infancia cosiendo junto a su madre.

A pesar de todo, aquella preciosa niña que estudió en las «Jesuitinas, en el Ave María» sacaba muy buenas notas, aunque su vida académica acabó al finalizar la educación general básica. «Mi padre cobraba poca pensión y tuvimos que ayudar, quizá aquello me hizo fuerte. En el fondo, lo pasábamos bien», se despide meditativa.

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