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Es una imagen que sorprende pero que se ha convertido en habitual en los últimos tiempos. Ver un bar o un restaurante lleno es sinónimo de que lo que allí se sirve gusta a los clientes. Puede ser fruto de la casualidad o una moda ... pasajera, pero cuando la imagen se repite a diario, durante décadas, la casualidad se esfuma y hay que buscar otros argumentos para explicar el fenómeno. Si, además, los clientes hacen cola en la puerta, incluso antes de que abra, la cosa está clara.
Eso es lo que ocurre a diario en el Bar Ávila de Granada. En realidad, ocurre en sus dos locales, el I y el II, pero en estos momentos el segundo local se encuentra cerrado por reformas -abrirá en las próximas semanas de nuevo con una cocina más moderna y una pequeña reforma estructural-.
La necesidad de dar el mejor servicio a sus clientes llevó a los propietarios del negocio a encarar una compleja y ambiciosa reforma de su mítico bar de la calle Verónica de la Virgen, que lleva funcionando desde 1967. El 14 de septiembre reabrió con un local reformado que mantiene la esencia de la mítica cafetería que abrió el abuelo Ávila (de ello da fe la pared con fotos antiguas) con toques más modernos en el que duplicaron las mesas.
El Ávila, como todo el mundo lo conoce, sigue siendo un negocio familiar que ahora lideran los hermanos Juan Miguel y Fernando. Ambos tomaron las riendas del Ávila II en 2014 y de ambos locales en 2019, cuando sus padres decidieron dejar paso a la nueva generación definitivamente. Ellos le han dado el impulso para dar ese salto exponencial a un negocio que siempre ha funcionado a base de esfuerzo y de intentar entender y atender las necesidades de sus clientes.
El negocio arrancó en 1967 de la mano de Juan Rafael Ávila. En 1985 fue su hijo Miguel, junto a su mujer, Josefa, los que tomaron el relevo hasta dejar paso a sus hijos. El nuevo cartel tras la reforma recuerda sus raíces a los visitantes antes de cruzar la puerta: 'Casa Ávila. Los de siempre'.
Lo que está ocurriendo ahora «es una pasada», reconoce Juanmi, que cuenta que hasta que llegó la pandemia él y su hermano Fernando trabajaban en el negocio familiar siguiendo de alguna forma la inercia de años de gestión por parte de sus abuelos y sus padres, pero a raíz de vivir una situación tan compleja, que «se llevó por delante muchas empresas familiares», decidieron «tomar las riendas» para implementar el negocio.
Ahora, con una plantilla que se ha duplicado tras la reforma del local, son capaces de seguir atendiendo a sus clientes con la misma cercanía de siempre. «Ahora vienen a tomarse algo al bar los nietos de nuestros primeros clientes, y eso es una maravilla», cuenta Juanmi.
Los factores que explican este rotundo éxito son de lo más variados. El primero de todos es la entrega de aquellos que regentan el negocio. Además, la cercanía y el trato con los clientes, según destacan los propios consumidores, muchos de ellos ya amigos. Una fidelización que ha ido superando generaciones. Pero todo ello no serviría de mucho sin lo esencial: la comida.
El salto definitivo lo dieron cuando transformaron una cafetería que ofrecía desayunos y menús asequibles a principios del siglo XXI a un bar cuya especialidad fueron las tapas. Y entre ellas la gran estrella: el jamón asado. Llegó al Ávila en «2003 o 2004» y desde entonces a nadie que haya pasado por allí se le ha ocurrido marcharse sin probarlo. Tal es su éxito que gastan entre 7 y 10 jamones asados por jornada y los fines de semana llegan a servir entre 800 y 1.000 tapas solo de este producto.
Juanmi Ávila cree que el hecho de contar con platos tradicionales como asadura, manitas o caracoles, complementados con otros más enfocados al público joven como la 'Avila burger' o los paparrones hacen que guste a todo el mundo.
Y aunque el Ávila es un bar plagado de granadinos, su fama ha trascendido fronteras y son muchos los visitantes de distintas nacionalidades que quieren probar sus tapas. Entre ellos, muchos japoneses. Es habitual que el Ávila esté incluido en las guías de viajes del país nipón. De hecho, recientemente otras dos revistas especializadas en turismo han pasado por allí para conocer el local y entrevistar a sus dueños.
Los japoneses eran habituales allí hasta la llegada de la pandemia. Su flujo se frenó, pero el ritmo de visitantes asiáticos ha ido creciendo desde que se levantaron las restricciones y se fue recuperando la normalidad y ahora su número es incluso superior.
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