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La malaheña Cristina Jiménez era probablemente la única granadina encantada durante las sofocantes noches de las olas de calor de este verano, mientras media provincia ... renegaba dando vueltas en la cama y la otra media tiraba de aire acondicionado para poder pegar ojo.
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Y no es que Cristina no sude como los demás, sino que el calor se traduce en beneficios directos para la empresa de su familia, las históricas Salinas de La Malahá, de las que cada año se extraen más de un millón de kilos de cloruro sódico.
Las salinas de interior granadinas, una de las mayores productoras de sal de manantial de Andalucía, recogerán este mes de septiembre una cosecha de sal récord gracias a las altas temperaturas del mes de agosto que han impedido que el agua se enfríe durante las noches. Este calor ha acelerado como ningún otro año el proceso de evaporación durante el día y por tanto la producción de la sal. Cuanto más agua entre y se evapore, más capas de sal.
El agua del nacimiento de Arroyo Salado se conduce mediante bombeo hasta las salinas, que tienen un gran embalse calentador y diez balsas evaporadoras más pequeñas repartidas en sus casi nueve mil metros cuadrados de extensión.
Las salinas brindan dos cosechas anuales. Los estanques se llenan de agua en el mes de mayo y la sal, que cristaliza de forma natural, se recoge entre julio y agosto. Después se repite el proceso con una nueva cosecha que se recoge entre septiembre y octubre.
Sin embargo este año, no llenaron los embalses en mayo porque la la tormenta de calima obligó a limpiar todas las instalaciones. El proceso de llenado no comenzó hasta finales de julio, lo que en la práctica suponía perder la primera de las cosechas. «Temíamos que el año fuera desastroso», explica la gerente de Las Salinas de La Malahá, Cristina Jiménez.
Sin embargo, el calor les ha echado un buen capote y aunque en este 2022 van a tener una única cosecha, que se recogerá en septiembre, tendrán las mismas toneladas que otros años consiguen con dos. «En agosto los días son cortos y por la noche el agua se enfría, pero este año al no bajar la temperatura las balsas se han mantenido calientes y se ha acelerado la evaporación. Ha sido un año atípico pero al final con una sola cosecha vamos a lograr la misma producción», esgrime Jiménez.
A la gerente de la empresa le da hasta apuro confesarlo, por aquello de que no le gusta ir al revés del mundo, que el invierno venga con mucho frío y nieve también le viene divinamente a su negocio. La sal para deshielo supone la mayor parte de sus ventas y sus principales clientes son las empresas contratistas que se encargan del mantenimiento de carreteras para la Junta y la Diputación.
También los hoteles y apartamentos de Sierra Nevada son clientes importantes y si este año, aún les queda sal amacenada del año anterior es porque esta vez no han conseguido ganar el concurso público para abastecer de sal al Ayuntamiento de Monachil.
Las empresas de mantenimiento de piscinas y las de alimentación, principalmente panaderías, también son buenas clientes de las salinas granadinas. «Ahora se vende menos porque han reducido sal en el pan, pero una panadería grande gasta hasta mil kilos de sal cada quince días», explica. Jiménez asegura que el producto de las salinas de interior está ganando terreno en alimentación «porque la contaminación de los microplásticos que afecta a las marinas está generando algunas reticencias en el sector».
Este año, en las Salinas de La Malahá se han visto obligados a subir el precio al dispararse por los costes de producción. «Los gastos energéticos, el plástico y el transporte han subido mucho y la sal es muy barata, pero hemos logrado llegar a cuatro euros por el saco de 25 kilos», apunta gerente empresa, que se las arregla con un solo empleado durante todo el año y temporales para la cosecha.
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