La Alpujarra, paraíso de artistas
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La Alpujarra, paraíso de artistas
De Genesis al paraíso entre limonesChris Stewart está ya un poco cansado. A sus setentaypico años lleva toda la mañana 'parriba y pabajo' atendiendo la visita de IDEAL. Está en buena forma, delgado, moreno y sonriente. Es feliz en su cortijo, ubicado a media hora larga de Órgiva por senderos y vericuetos intransitables. De hecho, hay otra media hora final de recorrido que hay que hacer a pie. «Mi cortijo es el último de todo el municipio de Órgiva», comparte satisfecho este 'espléndido aislamiento' decimonónico, imbricado en el ADN de cualquier británico, papá o mejor dicho, abuelo, del actual Brexit. Durante el recorrido aparece una partida de cazadores que buscan jabalís. Juan, de 86 años, escopeta al hombro, es el vecino de Chris Stewart «del otro lado del río». «A mí me dice el vecino de la miel, porque tengo colmenas y cada dos por tres cruzo el río y le llevo miel». «Es muy amable, majo y simpático, una buena persona es Cristóbal».
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Cris-tó-bal. Nada de Chris. Aquí en a Alpujarra al mítico guiri le dicen Cristóbal, como a Gerald Brenan, el otro guiri más conocido del lugar, autor de la obra 'Al Sur de Granada', que dio a conocer la Alpujarra en el mundo como hiciera Ernest Hemingway con los Sanfermines, le llamaban don Geraldo. Chris y Gerald, Cristóbal y don Geraldo, los dos británicos y los dos con sendas novelas que -cada una en su época-, brindaron al mundo una visión idílica de la Alpujarra.
Porque si 'Al Sur de Granada', publicada por Brenan en 1957, lanza la Alpujarra al ruedo del mundo; en 1999, Chris publica 'Entre limones', contando sus peripecias alpujarreñas, con lo que logra un éxito literario tremendo. Cuatro décadas median entre ambos escritos, pero su influencia y poder de seducción para los lectores hacen que la Alpujarra sea un lugar bien visible en el mapa.
De hecho, don Geraldo es el culpable de que su compatriota Cristóbal viva en la Alpujarra. Ocurrió en 1988. Chris tenía 38 años y había leído 'Al Sur de Granada'. Cotejó impresiones con varios amigos suyos viajeros que conocían Granada y se decidió. «Tenía que conocerla».
Albergaba sus dudas. «Así que vine, y en un par de horas decidí que aquí se iban a quedar mis huesos. Desde entonces nunca nos hemos arrepentido de vivir en la Alpujarra, de haber tomado esta decisión», confiesa este hijo de la verde, llana y lluviosa campiña inglesa.
Desde ese primer momento, Cristóbal Stewart es un firme defensor de la Alpujarra. «Lo bonito de la Alpujarra es que tiene montañas espectaculares. Es un paisaje agreste y salvaje. Además, está en medio de un proceso de conversión en un paraíso bohemio. Órgiva está poniéndose bohemio y esto me encanta, porque yo soy bohemio por naturaleza. Me siento cómodo».
Explica entonces un concepto que ha acuñado. Se trata de la biodiversidad humana formada entre los alpujarreños y los extranjeros. «Lo que a mí me encanta es la riqueza, la biodiversidad humana. Es una mezcla riquísima. Es lo que me encanta de la Alpujarra».
Un hombre orquesta, un tipo dinámico, un aventurero, una persona extravagante, todo un artista. Chris Stewart encaja en esa persona peculiar y poliédrica que lo mismo escribe una obra en la que cuenta sus vivencias alpujarreñas y se convierte en un éxito literario como funda uno de los mejores grupos de la historia del rock and roll a finales de los años sesenta o revoluciona el pastoreo en la Alpujarra. Como lo oyen.
Lo de las ovejas tiene su miga. «Es un privilegio encontrarse en una situación tan peculiar una vez en tu vida. Yo era como un dios aterrizando con maquinaria ni soñada en la Alpujarra cuando llegué, maquinaria eléctrica para pelar ovejas». Tal cual.
La primera vez que tuvo que esquilar ovejas fue en Los Quemados un cortijo al lado del centro budista de Osel ling, en Soportújar. «Entonces, se tardaba unos treinta o cuarenta minutos por oveja, depende, y con las tijeras, era un trabajo muy penoso y todo el mundo lo odiaba. Cuando aparecí con la maquina todo el mundo se quedó flipando porque en un par de minutos las ovejas estaban peladas. Imagínate».
Chris Stewart
Exbatería de Genesis
Pronto enseño el oficio de esquiar ovejas a Matías, su colega y coprotagonista del libro 'Entre limones', donde se llama Domingo, «pero todo el mundo sabe que es Matías», sonríe pícaro Cristóbal Stewart. «Había sido 25 años pelador de ovejas en Inglaterra y Suecia, eso supone cientos de miles de ovejas. Pero la parte más interesante de la anécdota es que en tres semanas, Matías era mejor esquilador que yo».
Y se desvela una vez más el espíritu optimista de Chris Stewart, una persona que nació vacunada contra el rencor, la envidia y las malas artes.
Se confirma cuando se le pregunta por la música. «Yo no soy músico», responde acompañado de un ademán con la mano. «Aquello ocurrió cuando éramos unos críos, en un internado pijo del sur de Inglaterra». «Aquello» es la formación de Genesis, una de las bandas de rock británicas más influyentes y longevas de la historia. Y va Cristóbal y le resta importancia.
La historia, desde su punto de vista, es tremendamente sencilla. Coincidió en este internado con Peter Gabriel, Tony Banks, Anthony Phillips, Mike Rutherford. Él aprendió a tocar el tambor en la banda del internado y Peter Gabriel le enseño a tocar jazz en la batería. Con estas elecciones, ensayaron y daban conciertos en colegios y fiestas. Se encerraron a finales de los años sesenta en un estudio y grabaron el primer disco de Genesis.
Ahí terminó la historia de Chris Stewart con el mítico grupo. «Mis compañeros sabían algo de música, y sobre todo, que con un batería como yo nunca llegaríamos a ningún sitio. Me echaron con muy buenas razones. Luego vino Phil Collins y Genesis triunfó. Era muchísimo mejor que yo como batería y como cantante». ¿Lo ven? Sin rencor alguno, con optimismo, las dos materias que forjan el alma de Cristóbal, que le han llevado de la banda Genesis a su paraíso alpujarreño entre limones.
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Fermín Apezteguia y Josemi Benítez
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Óscar Beltrán de Otálora y Gonzalo de las Heras
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