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La Alpujarra, paraíso de artistas
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La Alpujarra, paraíso de artistas
El pintor que volvió a ser artista en CapileiraBerto es una persona de pocas palabras. Se encuentra cómodo en silencio, ya sea pintando sus cuadros o paseando por cualquiera de las cuestas de Capileira. Como si permaneciese absorto al mundo que lo rodea. Pero nada más lejos de la realidad. Siempre atento a su alrededor, este artista natural de Cataluña observa, escucha, analiza y actúa. Su cabeza nunca deja de funcionar. Tira líneas imaginarias y colorea el paisaje para plasmarlo a posteriori sobre el lienzo. Una manera de abrirse y expresarse al exterior que recuperó en la Alpujarra tras sobreponerse a unos demonios con los que todavía convive.
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Una tienda de souvenirs y algunos hostales marcan la entrada a Capileira entre tinaos y el juego constante de varios gatos callejeros. Esta localidad alpujarreña se sitúa sobre el Barranco de Poqueira a más de 1.400 metros de altitud. Su población no alcanza las 580 personas, de las que una parte significativa acude al pueblo únicamente en períodos vacacionales. Berto Martínez Tello es un artista de 36 años y con pasaporte de Terrassa que fue a parar a Capileira en 2020. Justamente el día anterior al inicio del confinamiento. Lejos de ser un provisional cambio de aires, la Alpujarra supuso su refugio para hacer frente a unos problemas de salud que afectaron gravemente a su integridad.
«Volví a Barcelona después de mi erasmus en Alemania, pero mi situación era muy precaria y pasé por una etapa dura. Padecí una enfermedad mental de la que aún me estoy recuperando. Llegué a un punto en el que no sabía quién era. No podía ni centrarme en mi pintura. Necesitaba un cambio, así que decidí salir y me vine a Capileira», explica el propio Berto a IDEAL desde su estudio a la entrada del pueblo. Allí se reunió con sus padres, vecinos alpujarreños desde hace años. Berto necesitaba ordenar su cabeza lejos del bullicio de la Ciudad Condal. Necesitaba paz, tiempo, libertad. Unos ingredientes que halló en la Alpujarra y que le devolvieron las ganas de hacer arte.
Berto Martínez Tello
Artista
«La pandemia me vino bien para relajarme y oxigenar mi mente. La vida en Capileira es muy tranquila. Mucho más que en Barcelona. Podía moverme por el pueblo en un momento en el que apenas había gente. La Alpujarra me ha ayudado a tomarme mi profesión de una forma más calmada. Voy cuadro a cuadro», detalla. En uno de los tinaos al principio de Capileira se ubica Art Studio, el centro de operaciones de Berto. Entre sus cuatro paredes pasa horas y horas pintando y dando rienda suelta a su imaginación. El frío alpujarreño cala en su interior, que apenas se encuentra amueblado con unas pocas sillas y alguna que otra estantería.
El pintor se basta con un caballete y un lienzo en blanco colocado en un rincón. El resto de la dependencia la ocupan todas sus obras. Cuadros de distintos tamaños con múltiples referencias a su pueblo de adopción. «En la Alpujarra he encontrado numerosas fuentes de inspiración. Me llaman la atención la arquitectura del tinao, los colores del Barranco de Poqueira y Sierra Lújar conforme va cambiando la luz… Cada paraje tiene algo especial y expresa diferentes sensaciones», revela el artista. Así lo reflejan sus pinturas, que recogen imágenes costumbristas muy reconocibles de la geografía e idiosincrasia de la zona.
Desde una blanca chimenea en lo alto del terrao hasta el paisaje del barranco que se aprecia desde el mirador o los propios habitantes del pueblo. Todo ello pasado por un filtro de modernidad. Berto coge la realidad y la deforma sobre el lienzo a través del trazado, el color o diversas técnicas de vanguardia. «No copio lo que veo, sino que me inspiro en lo que me rodea para crear algo nuevo. Como artista soy muy intuitivo. Me viene el 'chispazo' a la mente y desarrollo la idea. Desde pequeño practico mucho la técnica y el dibujo. Entre mis referentes están Velázquez o Goya, que eran muy buenos dibujantes», relata.
Berto vive de su arte. Pinta en Capileira, Yegen, Órgiva o allá donde lo llamen. Organiza exposiciones, participa en certámenes de pintura a contrarreloj y vende sus obras entre los turistas del pueblo que se dejan caer por su estudio. También entre los vecinos que lo acogieron hace tres años y que ya lo tratan como un capilurrio más. «La gente de la Alpujarra es muy distinta a la de Barcelona. Desde que llegué me he sentido muy bien recibido. Son amables, cultos e inteligentes. Por lo general, soy alguien al que le cuesta expresarse. Pero aquí la conversación sale sola. Todo el mundo te responde de manera cálida, lo que invita a expresarse y conocer a las personas. Se crean nexos mágicos», comenta.
El artista no pasa desapercibido en el pueblo. Pasea por la calle principal entre los saludos de los comerciantes locales. Baja hasta la Fuente del Calvario, refresca su garganta y departe en el bar de su amigo Óscar. Hasta Nono, el capilurrio más conocido de la localidad, levanta la vista y le hace un gesto con la cabeza. El día tiene más horas desde su desembarco en la Alpujarra. «Gracias a esta tierra he vuelto a ser yo», concluye el pintor que recuperó su arte tras dejar atrás la tempestad. Sentado en un tinao rodeado de geranios deja la mente en blanco antes de regresar a su estudio. Un milagro 100% alpujarreño.
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