Alejandro, interno del centro de inserción social de Granada, camina por el pasillo donde están las celdas. Pepe Marín

Un puente desde la cárcel hacia la libertad

El centro de inserción social de Granada acoge actualmente a 444 internos en tercer grado y les prepara en todos los ámbitos para retomar la vida en sociedad

Laura Velasco

Granada

Domingo, 20 de octubre 2024, 00:01

El fin último del sistema penitenciario español es la reinserción. Que los presos sean conscientes de lo que han hecho, de las consecuencias, de por qué lo hicieron, de su forma de ser, de qué tienen que cambiar. En definitiva, que desaprendan muchos de sus ... hábitos y empiecen de cero a vivir en sociedad. Lejos de lo que pueda pensar buena parte de la población, en Granada la mayoría de los reclusos no salen directamente de la cárcel a la calle, sino que pasan por un espacio intermedio. También tiene celdas, pero, en general, parece más un instituto. Es el centro de inserción social (CIS) Matilde Cantos Fernández, el puente a la libertad con la que todos sueñan.

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Por allí pasan aquellos a los que les ha sido concedido el tercer grado. En menor parte, también acoge a algunas personas en segundo grado, pero con características para estar en el tercero. La mayoría vienen del centro penitenciario de Albolote, donde cumplen el grado ordinario, aunque también tienen internos de Jaén, Málaga y Murcia. «Una vez que ya se ha intervenido en aquellas variables que hayan podido influir en la actividad delictiva y están preparados para estar en un régimen de semilibertad, es cuando se produce el paso al tercer grado», explica Cristina Buján, la directora. Como ocurre en las cárceles, en su inmensa mayoría son hombres.

Un estudio personalizado

En 2023 pasaron por el CIS de Granada un total de 749 internos. En la actualidad hay 444. Un órgano colegiado –la junta de tratamiento– realiza un estudio personalizado para cada uno de ellos y define la modalidad que considera más adecuada según su situación, en función de su situación familiar, su formación o su edad. «Es una hoja de ruta para lograr la inserción social plena», expone la directora. Especial importancia cobra el trabajo de los psicólogos, que detectan los factores de riesgo; y de los técnicos de empleo, que se encargan de que se introduzcan en el mercado laboral y, si lo consiguen, mantengan el trabajo.

Que salgan poco a poco a la calle tiene como objetivo que retomen el contacto con sus padres, vean a sus hijos, hagan gestiones pendientes o se saquen el carnet de conducir. «De nada sirve que estén totalmente alejados del medio al que van a retornar. Necesitamos que se integren», asegura. También se les «invita» a utilizar recursos comunitarios externos para formarse. «Hay quienes se sacan la ESO, estudian módulos de formación profesional, carreras universitarias, cursos…», manifiesta. Cuando están dentro del CIS, tienen sus propios móviles en las habitaciones y acceso a ordenador.

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Carencias de los internos

El delito cometido no se puede modificar, pero sí los factores de riesgo que hayan contribuido a que el penado haya actuado así. Por ello, estudiar los factores personales y psicológicos es clave. Entender por qué lo hizo y cuáles son sus necesidades. En este eslabón de la cadena se encuentra Carolina Carvajal, psicóloga perteneciente al cuerpo superior de técnico de Instituciones Penitenciarias. Ella analiza esas «carencias» e intenta trabajarlas. Las más comunes son falta de habilidades sociales; de control de impulsos –no saber gestionar la ira–; problemas de adicciones, y falta de cualificación un factor indirecto que puede hacer que haya terminado «por malos caminos». «Es posible que cualquiera de ellos haya influido en la comisión del delito», indica.

Los programas, que pueden durar un año e incluso más, abordan emociones, pensamientos, conducta, comunicación o habilidades sociales. Por supuesto, también hay quienes tenían una vida normalizada y no presentan tantas necesidades de este tipo. Como adultos que son «no se les obliga», pero la mayoría «responden bastante bien». Incide el efecto intimidatorio de la condena; no quieren volver a entrar en prisión.

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La familia juega un papel esencial. Algunos han perdido por completo la relación con sus seres queridos, otros cuentan con su apoyo constante, otros están en un punto intermedio. En cualquier caso, siempre hay margen de mejora. En ese sentido, Carolina Carvajal recalca que muchos «no entienden que sus familias se hayan enfadado o les hayan dejado de lado». «Hay que hacerles desaprender todo lo adquirido antes del ingreso en prisión y que vean otra manera de ver las cosas. Las familias tienen razones para estar cansadas y son ellos los que tienen que demostrar que han cambiado. En la cárcel de Albolote es más difícil que lo demuestren, en el CIS es cuando realmente tienen que cumplir sus promesas», asevera.

El mercado laboral

A la par que se trabajan los factores psicológicos, un elemento marca la diferencia para que la salida al exterior sea la esperada: el empleo. Sin él difícilmente pueden rehacer su vida. En este punto interviene Manuela Benítez, orientadora y técnica de inserción laboral de la Asociación Arca Empleo, que presta servicio a través del programa Reincorpora de Fundación ''la Caixa''.

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Lo más importante es saber cuál es el punto de partida del penado. Hay quienes cuentan con formación y tienen posibilidades laborales reales, mientras que otros carecen de ella. Los que más preparados están de inicio deben demostrarlo y, tras la valoración del CIS, pueden salir a trabajar. Los que tienen que adquirir habilidades son derivados a otros recursos; quizá necesiten sacarse la ESO, un ciclo de grado medio, un curso de prevención de riesgos laborales o aprender competencias digitales. También les enseñan tareas tan fundamentales como preparar el currículum y hacerlo llegar a los negocios.

Como es lógico, sin empresas que estén dispuestas a darles una oportunidad es imposible la inserción laboral real. Por ello, en el área de Manuela Benítez «sensibizan» al tejido empresarial, conscientes de que se trata de un colectivo «de especial dificultad en algunos casos». Por suerte, «muy pocas veces supone un problema» que estén acabando de cumplir condena. «Lo que nos interesa es que, además de conseguir trabajo, lo mantengan. Miramos a largo plazo y los resultados son realmente buenos», concluye.

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