Aquellas horas de tensión se quedaron también grabadas a fuego para los que se vieron retenidos en el interior de la prisión, de la que ya no queda más que una simbólica portada en carretera de Jaén. «Recuerdo perfectamente que era un sábado y me había tocado trabajar. Hacía mucho frío en el despacho en el que yo solía estar», recuerda Eduardo Caracuel, que en aquel momento era el educador de la prisión. Aquel detalle de las bajas temperaturas tendría su importancia. «Esa mañana vino a verme 'El Marce'. Me pidió que fuera a visitar su celda, porque tenía mucha humedad y él estaba muy resfriado. Recuerdo que aquel día se había afeitado el espeso bigote que solía lucir», rememora Caracuel.
Como hacía mucho frío a esa hora temprana de la mañana, le dijo que se pasaría después. Más tarde se dio cuenta Antonio Maya Martos quería que fuera a su celda para hacerlo rehén, como hicieron con el resto de funcionarios.
Pistola y pinchos
«Habitualmente teníamos a un preso 'de confianza', al que llamábamos ordenanza, que nos ayudaba allí dentro. Yo le había pedido a ese ordenanza que fuera a buscar a un preso con el que me tenía que entrevistar y al ver que tardaba, empecé a sospechar que pasaba algo. En cuanto llegó y le vi la cara, le pregunté directamente si habían secuestrado a funcionarios», explica Caracuel. Poco antes de las 11 de la mañana, Maya Martos y otros cuatro presos, armados con una pistola y varios 'pinchos', habían hecho rehenes a todos los funcionarios a los que pudieron encontrar. Los habían dejado encerrados y habían emprendido la huida.
Caracuel recuerda que decidió salir del despacho y, en lugar de ir hacia afuera, buscó dónde cobijarse en el interior de la prisión. «Pasamos por el cuarto de comunicaciones, desde donde se controla toda la prisión, pero habían cortado los cables: Terminamos en la enfermería», explica el funcionario, que fue director de la prisión de Albolote.
Allí se congregaron presos y trabajadores. «Tuvieron un comportamiento ejemplar el resto de presos. No hubo motín, fueron respetuosos», apunta Caracuel. Desde esa sala, la enfermería, el funcionario podía ver cómo se apostaban policías con armas en todos los tejados adyacentes para controlar la prisión. «Veíamos a los guardias que vigilan la prisión, y les alertamos, con un papel liado en una naranja, de que se podía acceder a la cárcel entrando por allí», recuerda el funcionario.
Así lo hicieron. Con una grúa accedieron al interior de la cárcel por la planta superior y, al filo de las 15.00 horas, tras haber ido negociando con los presos, se entregaron. «Fueron cuatro horas de tensión, pero no recuerdo haber pasado miedo, era más la tensión por salir de allí como fuera», explica Caracuel.
«Todos tuvimos que salir con las manos en alto, para que fueran identificando quiénes éramos trabajadores y quiénes presos», concluye. La prisión estaba completamente rodeada de agentes de Policía, de familiares de los trabajadores y también de allegados de los presos y vecinos que se acercaron a ver lo que ocurría.
«Meses después tuve que entrevistarme con 'El Marce' cuando volvió a la prisión de Albolote. Le pregunté por qué no había venido a buscarme a mi también, sabiendo que estaba allí en ese despacho. Me contestó que, simplemente, se habían olvidado», recuerda Caracuel con alivio.
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