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Para detectar correctamente una bronquiolitis hay que prestar atención a una serie de síntomas. A priori se trata de un catarro normal, con mucosidad, pero en lugar de curarse evoluciona a más. Tal y como detalla Alfredo Valenzuela, coordinador de Pediatría en el Hospital HL ... Inmaculada y neumólogo en el Hospital Materno-Infantil, hay tres claves para detectarlo: tos, dificultad para respirar y complicaciones al tragar los alimentos.
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En cuanto al tratamiento, se ha demostrado que la enfermedad no mejora con antibióticos, así que la prescripción habitual se basa en analgésicos para la fiebre, lavados frecuentes de la nariz con suero y mucha hidratación. «Los niños que ingresan pueden necesitar apoyo con oxígeno o ventilación mecánica; también les cogemos vías para que no se deshidraten», apostilla el profesional.
Alfredo Valenzuela admite que se están atendiendo a un gran número de menores, aunque solo requiere hospitalización en torno al 2 o 3%, relacionados generalmente con una crisis de asma inducido por VRS. «Se han juntado los virus respiratorios con la gripe y se está notando muchísimo», añade. Los casos se registran desde septiembre, pero ahora están más «desbordados» que nunca. Y no se sabe con seguridad si se ha alcanzado ya el pico de contagios.
En una línea similar se pronuncia Antonio Muñoz, catedrático emérito de Pediatría de la UGR y miembro de la Real Academia de Medicina de Andalucía Oriental. A su juicio, el VRS, virus estacional, ha adquirido mayor protagonismo con la llegada repentina de una época fría y la ausencia de medidas preventivas. «Las restricciones por el covid generaron una retención de la onda epidémica, pero ahora han subido los casos, uniéndose a otros catarros que están colapsando los servicios pediátricos, especialmente en urgencias», insiste.
El aumento de casos de bronquiolitis de este otoño de 2022 es «extraordinario», y ese porcentaje de niños que requiere ingreso podría, según el experto, tensionar los recursos hospitalarios y de personal. Por lo general, las estancias de los ingresados se prolongan durante unos días, pero los niños más prematuros o con patologías previas pueden sufrir más duramente las consecuencias.
En cuanto al pico de contagios, Antonio Muñoz cree que aún no se ha alcanzado, por lo que nos encontraríamos en una «fase álgida». «Veremos cómo se comporta estos días, el pico suele ser entre noviembre y enero, pero puede que se desplace por los cambios de temperatura derivados del cambio climático. Los picos de las epidemias pueden variar», alerta.
Por último, el especialista en Pediatría aboga por seguir las medidas de prevención que tanto han ayudado en los peores coletazos de la pandemia. El uso de mascarillas por parte de los más vulnerables, el lavado de manos o evitar aglomeraciones son algunas de las claves a tener en cuenta para las próximas semanas.
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