Domingo, 17 de enero 2021, 01:30
José Morenodávila fue durante 16 años consejero delegado de IDEAL pero no le gusta «salir en los papeles». Dice que, en aquella época, aparecía una foto suya en el periódico cualquier día y al siguiente. «Charlamos de lo que quieras», accede, aunque le cuesta trabajo ... entrar en la entrevista. Las primeras respuestas son cortas pero enseguida empieza a reflexionar, pausado, sobre la historia reciente de Granada y sus opciones de futuro. Llevó las relaciones laborales en Puleva y eso le reafirmó en su convicción de que hay que tratar bien a las personas. Incluso, a los periodistas; con los que mantiene una fantástica relación. Admite que recibió algunas presiones –no tantas–, aunque nunca impuso un titular. «¿No sé por qué no quiere salir en los papeles, si ha dicho cosas muy interesantes». «Eso es que me tienes cariño».
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Así acabó la charla que así empieza.
–Hay cierto trilerismo financiero, como si el dinero de Europa, al que confiamos la salida, nos viniera gratis y no hubiese que devolverlo.
–Claro que hay que devolverlo. Y, aunque no todo, habrá que bajar el déficit tan alto que estamos constituyendo.
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–Pero ese gasto público ha sido también el salvavidas, lo que más se ha elogiado en la gestión de la crisis.
–Ahora era necesario.
–Un tejido industrial como el de Granada, tan condicionado por los servicios y sin grandes industrias, ¿cómo sale de esta?
–Hay dos formas. Una es ir tirando y hacer inventario de las cosas que hay que hacer, que es lo que hemos hecho hasta ahora. Y otra forma es plantearse seriamente un proyecto para Granada. Es difícil que eso se arme porque tenemos el tejido que tenemos, político, sociológico y de liderazgo civil, y eso es un lastre, aunque superable.
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–Ese proyecto tendría que estar hecho y no trabajar desde la improvisación, pero ahora hay que taponar una crisis y empezar a levantarse ya. Quizás con tantas urgencias no se dé el sosiego necesario para armar ese proyecto.
–Yo creo que es al revés. En una situación de crisis es el momento de hacer un planteamiento serio y de futuro.
–¿Quién tendría que liderarlo?
–Tenemos unos cuantos déficits importantes y uno de ellos es el del liderazgo. En Granada había una serie de familias que destacaban en la sociedad tradicional, muy criticadas, pero que estaban ahí y tenían su liderazgo, independientemente de la valoración que podamos hacer de ellas. Esos personajes y esas familias han desaparecido y hay muy poco relevo por no decir casi ninguno. Hemos tenido políticos pero no verdaderos líderes. A parte de los problemas que tiene la política a nivel nacional. En España, los políticos se forman en las asambleas de facultad o en las sindicales, con un poquito de labia y sacando codos. Luego hay que adquirir un título para que haya currículum, que unas veces se adquiere de forma más ortodoxa y otras menos, y después se cae en el autoritarismo terrible del que hace las listas, que es el que te da de comer. Es un esquema simplificador, hay excepciones, pero tenemos una clase política muy poco preparada, que no ha vivido la empresa y que es víctima del liderazgo del que hace las listas cerradas y con obediencia ciega a quien en ese momento tenga el mando. Eso no es un fenómeno granadino pero no es ajeno a Granada. Aquí no hemos tenido verdaderos líderes políticos. ¿Líderes sociales? Pues muy escasos. Hay personas conocidas, con cierta influencia social, pero falta un verdadero liderazgo. Y a nivel empresarial tenemos una clase empresarial reducida con una vida industrial débil.
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–Antonio Jara decía en estas mismas entrevistas que Granada era una ciudad de apellidos.
–Muchos de esos apellidos hoy no tienen absoluto liderazgo social, ni bueno ni malo.
–Habla de esa falta de liderazgo. A nivel internacional se echa en falta que la mayor crisis haya caído en manos, también con excepciones, de los peores liderazgos en décadas.
–Y el peligro que en esa falta de liderazgo tienen los populismos. Cuando se crea el hueco, el populista puede ocuparlo fácilmente.
–Lo hemos visto en el asalto al Capitolio, aunque EE UU cicatriza las crisis pronto y con la misma efervescencia que las vive. ¿Qué piensa de esta polarización?
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–Me da mucha pena. Vivimos lo que llamo la cultura de la adolescencia. Hay un grado de frivolidad social enorme que también es caldo de cultivo del populismo. En medio de esa frivolidad es fácil que alguien invente soluciones fáciles a problemas difíciles y encauce a la gente hacia el absurdo. Pero hablábamos de Granada y quiero ser positivo. Hay un resquicio que habría que aprovechar. Estamos en una sociedad postindustrial. Granada perdió el salto de la sociedad industrial. Hay que potenciar el turismo o la industria relacionada con la agricultura y la alimentación, que creo que es muy potenciable en Granada. Pero habría que aprovechar que ya no se necesitan grandes infraestructuras industriales y pensar qué se puede hacer en una sociedad postindustrial. Granada es una ciudad donde se vive muy bien. Le faltan comunicaciones pero eso se puede adquirir. No solo pensando en la lista de los temas pendientes, que es lo único que sabemos hacer. Hace falta el tren a Motril y seguir peleando por el acelerador de partículas. Pero, ¿qué sociedad necesitamos para que aquí se produzca y venga a trabajar gente que esté dispuesta a hacerlo en nuevas tecnologías? Faltan muchas comunicaciones, unas infraestructuras técnica buenas y una ciudad amable, con un nivel cultural atrayente, donde se pueda vivir bien. Granada tiene las características propias para ser una ciudad que se presente amable ante esa gente dinámica que pueda trabajar en empresas a distancia.
–El Silicon Valley de Andalucía
–Eso es aspirar mucho. Eso necesita armarlo y un proyecto. Ha habido consejos sociales, reuniones de todo tipo, y terminan en listados de cosas que se deben hacer pero falta un auténtico proyecto que involucre y que ilusione.
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–¿Tiene la sensación, por las etapas que ha vivido, de que ha habido gente que ha intentado tener ese liderazgo y no le dejaron?
–Cuando estuvo al frente del Consejo Social, Gregorio Jiménez empezó a hacer un proyecto con una empresa que tenía experiencia en el desarrollo de ciudades y aquello se perdió. ¿Por qué? Por los políticos. Porque aquello creó ilusión, yo asistí a esas reuniones. Esa ilusión no la veo ahora mismo, no la hay. ¿Los políticos están interesados en hacer algo después de lo que vimos tras las elecciones municipales? Una decisión que se tomó no sé si en Sevilla o en Madrid.
–No es la primera vez.
–No es la primera vez. Olvidándose absolutamente de los intereses de Granada y del resultado de las elecciones. ¿Eso se lo va a tener en cuenta el votante en las próximas? Probablemente, no. Nos lo tragaremos como nos hemos tragado tantas cosas.
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–¿El granadino también tiene parte de culpa?
–Pasiva. Tiene culpa pasiva [ríe]. Aquello fue un fiasco, con independencia de quién hubiera sido alcalde. Salen unos resultados y nadie sabe nada, se empieza a negociar fuera y se dice esto es lo que hay; que tampoco se dejó claro si dos años o cuatro. Con ese nivel de decisiones tendrá que ser la sociedad civil quien se ponga de acuerdo para crear un modelo de ciudad.
–¿Granada ha sido una tierra sin oportunidades y siempre en el furgón de cola o ha tenido demasiadas y no las aprovechó?
–Ha tenido demasiadas oportunidades que no ha aprovechado. No siempre estuvo en el furgón de cola, ha sido una ciudad importante en determinadas etapas históricas. Tenía su Audiencia Territorial y la gente venía a ver a los médicos de Granada.
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–Cuando mira esa Granada más pujante, ¿qué balance hace?
–Los que tenemos cierta edad y sabemos cómo se vivía en la posguerra sabemos que se ha dado un salto importantísimo. Pero no se ha desarrollado un proyecto. Nos hemos quedado atrás. La prueba es la renta per cápita comparativamente con otras ciudades que han tenido una historia peor.
–¿Cómo definiría Granada? Siempre se le cuelga etiquetas y se dice que es una ciudad conservadora, no necesariamente desde el punto de vista político.
–Y, en general, creo que lo ha sido, quizás ya menos. Tenemos que tener en cuenta que ha sido una provincia donde su economía era sobre todo agrícola y de familias importantes, una sociedad que se prestaba a que fuera conservadora. Pero ya ha dejado de serlo, la prueba la tenemos en las elecciones. Pero esos mitos quedan tiempo.
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–En el plano cultural, ¿cómo ve la relación con la figura de García Lorca?
–Ese es otro asunto en el que quedan muchas etiquetas del pasado. Granada tendría que asumir el legado de Lorca como el legado de un gran poeta y, no digo olvidar, porque no conviene olvidar lo que fue la Guerra Civil, pero sí dejar el mito de Lorca y centrarse en profundizar en su obra.
–¿Muchos de los que hablan no lo han leído más que de pasada?
–Cuando yo tenía cierta edad lo habíamos leído muy pocos [ríe].
–¿Por qué otras ciudades han crecido más y más rápido? Ahora que hablamos del plano cultural, por ejemplo, Málaga.
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–Tiene otro dinamismo y otro liderazgo. El liderazgo que ha establecido el alcalde de Málaga, ¿quién lo ha tenido aquí? Un poquito Antonio Jara. Sí tuvo cierto liderazgo. Pero Granada no ha tenido el dinamismo que ha tenido Málaga.
–Los medios de comunicación tienen un papel muy relevante en un momento en el que ni las cifras se pueden creer.
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–Los medios tienen un primer objetivo, que es ser reflejo de lo que pasa. Tienen que aportar al lector o al oyente todos los datos que sean necesarios para que se hagan una análisis crítico. El segundo objetivo es tratar de ayudar y dinamizar a la sociedad.
–La sociedad, a veces, no quiere escuchar lo que los medios le cuentan.
–O se van a otros medios que no son de comunicación, donde hay una información engañosa, frívola, y que no cumple ninguna de estas dos condiciones.
–La mentira es más atractiva de la verdad.
–Y en una sociedad frívola es más fácil que prospere la mentira que en una donde haya formación.
–¿Esa inquietud ha desaparecido? Las ganas de conocer. Antes, cuando el conocimiento era más inaccesible, había más interés.
–La gente que no tenía apenas formación, y hasta era analfabeta, tenía ganas de que ellos y sus hijos tuvieran mejor formación. Eso hoy día no lo veo.
–Dirigentes influyentes elogian la prensa libre, pero las presiones existen.
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–Elogios, hasta cierto punto. Tenemos a Podemos criticando a los medios de comunicación que no le son afines. Cuando he sido consejero delegado de esta casa he tenido muchísimas llamadas criticando la información que dábamos y algunas alabanzas, pero no tantas [ríe].
–Y, ¿qué porcentaje de esas quejas tenían razón?
–Cuando se trata de algo que le toca a alguien tiene que salir como él quiere. Yo decía a alguna gente que habría que hacer un periódico para usted, otro para este, otro para aquel… Es imposible hacer un periódico al gusto de todos.
–¿Nunca cedió a las presiones?
–Por supuesto que no [enérgico]. Lo que no quiere decir que no escuchase a la gente.
–¿Cómo se administra una posición así para no manosear el poder y no tener la tentación de utilizarlo para vanagloria?
–Por tu integridad personal, la que tengas. Y la segunda cosa, saber que representas a una empresa; yo no representaba a la redacción, que se debe al lector y, por tanto, ese es el principio al que te tienes que atener.
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–Ha tenido y tiene buena relación con los periodistas, que tenemos nuestro ego.
–Me sorprendían, voy a hacer una confesión, algunos comentarios de otros periodistas que decían que las empresas quieren meterse en la noticia. Yo decía, ¿de qué empresa me estás hablando?
–¿Nunca ha impuesto un titular?
–En absoluto. Me preocupaba, fundamentalmente, del estilo periodístico de la empresa. No entraba en que se hablara de una cosa o de otra. El periódico lo veía al día siguiente.
–Ahora que tenemos redes sociales y podemos expresarnos, ¿somos más libres?
–En España tenemos un amplio nivel de libertad. El problema es qué uso hacemos de esa libertad.
–¿Más libres y menos críticos?
–Según lo que entendamos por críticos. Si es estar dispuestos a criticar, entonces somos muy críticos. Si nos referimos a formarnos un juicio crítico, serio, somos menos críticos.
–¿Qué personas con las que se ha relacionado o ha tenido acceso le han marcado?
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–Te enriquece mucho la relación con las personas. Estuve nueve años llevando las relaciones laborales de Puleva. Cuando me lo propusieron dije que no y me convencieron. Para mí fue una época muy enriquecedora por el conocimiento de las personas, su trabajo y circunstancias.
–Kapuscinski decía que para ser buen periodista hay que ser buena persona. ¿También para ser buen directivo?
–Para ser bueno, y luego le añades lo que quiera, hay que ser buena persona.
–Pero parece que cobran más fama los directivos si no tienen corazón.
–Hay una cierta cultura, y la hubo durante una serie de años, que creo que ha vuelto un poco, de que el directivo tiene que ser una persona dura, sin corazón, que exprime… Son mentalidades que se implantan. A la gente hay que escucharla, hay que liberarla, tener autoridad sobre ella, no autoritarismo. Cuando merece la pena, pero sin desplantes.
–Como hombre de leyes, acaba en una empresa periodística, que defiende la verdad, mientras que al abogado, a veces, le toca defender la mentira.
–El abogado puede ser totalmente honesto y no tiene por qué defender mentiras. Hay un concepto de que el abogado casi que se vende al cliente y, en general, no es así.
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–Un paréntesis. Como ciudad de la Justicia, ¿Granada ha ocupado el lugar que le corresponde?
–No tiene la importancia que tenía Granada en otros momentos históricos, incluso, relativamente recientes. Porque políticamente no ha tenido quien defienda esa postura y porque la dispersión de competencias ha sido general en la administración. Tampoco podemos aspirar a la época de los Reyes Católicos. Es lógico que la administración se haya acercado al administrado.
–Sigue su labor con Cáritas en las parroquias de San Agustín y San Juan de Letrán. ¿Hay colas del hambre?
–Sí. Hemos dado un paso atrás y, curiosamente, quien está atendiendo esas colas del hambre son instituciones religiosas, Cruz Roja, oenegés, personas individuales... no he visto a ningún político instrumentando un sistema para ayudar en esas colas del hambre. Dicen que no hay vivienda, pero no he visto a ningún político, salvo hace poco en Andalucía, haciendo un proyecto para crear viviendas donde viva la gente con necesidad.
–En política, más allá de unos primeros escarceos, ¿nunca estuvo tentado de entrar?
–Lo que no entré fue en ningún cargo público, aunque se me propuso ir en alguna lista. Salí de la política porque no era político. Cada uno tiene sus características. Entré en la política por preocupación, la primera militancia la hice en el Partido Demócrata con Joaquín Garrigues, que entonces era ilegal; lo que hice fue tratar de ayudar en aquella transición. Cuando se refundió en UCD estuve a punto de salir, probablemente, debí hacerlo. Estuve en el comité provincial de Cádiz, de Granada, presidí el de Granada y lo dejé, no era lo mío.
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