Lunes, 30 de mayo 2022, 13:22
Manuel Prados tiene 22 años y es vecino de San Miguel Alto. Sus padres poseen una de las primeras viviendas que se levantaron en este privilegiado lugar de la ciudad de la Alhambra. Un día después de que se originara el fuego en el paraje ... que ve por su ventana explica que está lleno de rabia al ver que «ya no queda nada» del sitio al que iba a pasear con su padre. El paisaje de sus excursiones ya no es como solía ser. Ya no es verde, sino negro y humeante.
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«Estaba en casa a eso de las cuatro de la tarde cuando empezamos a oír sirenas. Creíamos que era que la Policía estaba haciendo alguna actuación en la zona porque siempre suele haber acampadas y eso. Pero un rato después nos llamó mi tío, que vive en el Centro, alertándonos de que veía una columna de humo que venía de San Miguel», cuenta Manuel, que rápidamente y con el miedo en el cuerpo salió a ver qué ocurría.
Lo que tenía ante sus ojos, le impresionó. Frente a su casa, en el terreno que se encuentra pegado al centro de menores San Miguel, ya estaban los primeros vecinos asomados al barranco observando el fuego aterrorizados. «Cuando llegamos ya veíamos las llamas, y eran enormes, de unos diez metros, jamás había visto llamas tan altas en mi vida», cuenta él.
Señala que, entonces, una vecina que lo vio todo y que incluso fue quien avisó a la Policía, le relató lo ocurrido. En el pequeño montículo que hay frente a este mirador, al que se llega por uno de los caminos de tierra que se van bifurcando por el cerro, había una pareja que había salido despavorida después de haber perdido el control de una barbacoa que estaban haciendo. Esta mujer les pilló recogiendo, ya con el fuego cogiendo fuerza, y advirtió a la Policía, que les detuvo inmediatamente.
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Los primeros Bomberos llegaron enseguida, pero no fue hasta algo más tarde cuando lo hicieron los medios aéreos, que se centraron al principio en asegurar el perímetro de las instalaciones militares que hay al otro lado del cerro, así como también el entorno de la Abadía del Sacromonte. Como el viento soplaba en la dirección contraria a sus casas, los vecinos de San Miguel Alto no sintieron tanto miedo, sino más bien indignación por ver cómo se estaba quemando el monte. «Tuvimos suerte», cuenta Manuel, que traslada a IDEAL su hartazgo, pues cree que el fuego podría haberse evitado teniendo más control sobre una zona en la que «ha habido tres incendios en apenas tres años», alerta.
Por eso, aunque parezca raro, nada de lo que ha pasado le ha sorprendido. Denuncia que cada fin de semana hay 20 o 30 furgonetas de gente que acampa sin control en el cerro de San Miguel. Y que «no solo hacen barbacoas, fuegos..., sino también botellones, ruido y dejan suciedad...», algo que, asegura, lo han denunciado en innumerables ocasiones sin que la Administración haga caso. «No es de ahora, esto viene desde hace dos o tres años. Si no se controla de una vez, un día va a haber una tragedia mucho mayor. La única esperanza que tenemos es que después de este desastre empiecen a hacer algo», concluye este vecino, mientras camina por una vereda ennegrecida por el fuego.
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