Día de la Patrona
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Día de la Patrona
«Venimos a pedirle a la Virgen salud para mi bebé»Son las seis y media en punto de la tarde. Granada retumba en el cielo, por donde se tiene que salir, la única forma, que dejó escrito Federico García Lorca y recuerda la película de Los Planetas, de gran éxito pero todavía sin su merecido ... Óscar. Los cohetes anuncian a la ciudad que la Virgen ha salido de su Casa. La Patrona ha salido de la Basílica. La Virgen de las Angustias está en las calles de la ciudad de la Alhambra. Con ella, Granada se ha echado a la calle con sus promesas, peticiones y súplicas a la Patrona de Granada.
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En el público que jalona la Carrera hay caras compasivas, expectantes, recogidas, implorantes, felices. Es un espectáculo también de teléfonos móviles para captar la imagen precisa, el instante perfecto para el recuerdo. Casi una hora antes, dos largas filas de devotos y devotas, con sus velas encendidas, protegidas con las manos para evitar el vientecillo que sopla, preceden a la Virgen. Llenos de promesas, van con su Patrona.
En la curva de la plaza de Isabel la Católica con Gran Vía, la gente se arremolina y espera. Muchos guiris que visitan la ciudad se topan con el desfile procesional. Una pareja de gringos se apoya en las vallas amarillas y se sorprenden con el espectáculo. Dialogan entre ellos y comentan la fuerza de la Fe en esta ciudad y la forma que tienen las personas de hacerla pública, de compartirla.
Justo a su lado llega otra pareja de extranjeros, también maduritos, con largas cabelleras Targaryen, pantalones cortos y sudaderas. Vienen de Finlandia y les sorprende más -comentan-, el buen tiempo que la popularidad de la procesión de la Patrona de Granada. Como buenos turistas, sacan sus móviles, echan sus fotillos, miran un poco más y como no les debe despertar demasiado interés, siguen con su visita y abandonan el lugar.
Lo mismo les ocurre a Fritjof y a Justina, un matrimonio alemán que está de visita en la ciudad llegados desde Frankfurt. Aupados en la acera de la Carrera de la Virgen, contemplan la salida de la procesión, y aseguran que les gusta mucho lo que ven. Eso sí, como no entienden nada de lo que está pasando, hacen más preguntas al periodista que esto escribe que el periodista a ellos, aunque sí se les sonsaca que todo ha sido casualidad. «No hemos venido por la procesión. Nos la hemos encontrado de frente», comparten.
«De hecho, esta mañana nos hemos preguntado por qué la calle de aquí atrás (se refieren a Ganivet) está llena de sillas. Ahora sabemos la razón», y ambos se ríen como si les hubieran descubierto en una pillería. Fritjof, el más lanzado de esta pareja ya se ha aprendido, de momento, la razón de este gentío: «Es la Patrrrrona de la Grrrrranada», acierta a decir en español con un fuerte acento alemán.
Las anécdotas también están a la orden del día. Un grupo de turistas orientales se dirige a toda prisa hacia la entrada principal de la Basílica de las Angustias. Al estar cortado el paso con vallas, se detienen automáticamente. El guía da una serie de explicaciones. Junto a él, un guía de Granada explica que vienen de Taiwán.
Mientras, todo el grupo saca todo tipo de fotografías con sus teléfonos. Segundos después, entran en tropel en el restaurante que hay pared con pared con la Basílica de las Angustias. «Es que no han venido a ver a la Virgen, han venido a cenar en el restaurante».
Adriano tiene dos meses. Nació este mes de julio y su familia le ha traído a ver la procesión de la Virgen de las Angustias por primera vez. «Nació el 11 de julio y ya ha venido a ver a su Patrona», cuenta su mamá, feliz por el domingo en familia y con la Virgen. La familia al completo están pasando un auténtico día de fiesta, cuenta la abuela. «Todos los años lo mismo, pero es muy bonito, entrañable y divertido», explica.
Esta familia, que vive en Jun, pasan todo el día en Granada. «Primero nos vamos a comer y este año hemos elegido «'El Pescaíto de Carmela', ahí, todos juntos. Luego el café nos lo tomamos en Bib Rambla, en las terrazas. Ahora estamos en la Carrera para ver a la Virgen y luego remataremos con unas cañitas en el bar que ha abierto un familiar en el Realejo, en la plaza de Santo Domingo». Planazo.
Adriano, mientras tanto, anda un poco alborotado. «Es que hay mucho ruido y mucha gente», explica la abuela. Así que mamá lo toma en sus brazos y lo mece con candor mientras dice: «Venimos a pedirle a la Virgen salud para mi bebé».
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