Víctimas, detenidos por su supuesta implicación en los atentados y operaciones policiales. La onda expansiva del 11M también llegó a Granada. 20 años más tarde, el recuerdo de lo que pasó los días posteriores a la masacre de Madrid se divisa en el horizonte de ... una forma exigua.
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José Gallardo Olmo viajó ese fatídico jueves en uno de los trenes que los terroristas hicieron saltar por los aires. Era catalán, aunque granadino de corazón y de herencia. Nació en Sant Feliú de Llobregat, pero viajó hasta allí ya en el vientre de su madre. De niño pasaba los veranos en Pedro Martínez, un pueblecito de la comarca de Los Montes en el que todos los chavales se conocen y hacen de la calle su escenario de juegos. Cuando se acababan las vacaciones, el pequeño José marchaba de nuevo para Cataluña, su lugar de residencia. Los que lo conocían afirman que siempre partía entre llantos, con las lágrimas en los ojos de un chaval que no quiere abandonar a sus compañeros de juego. Tocaba regresar donde sus padres, naturales del municipio granadino, tuvieron que emigrar, como muchos otros andaluces, para buscar un futuro mejor, con más oportunidades.
José creció y también cambió su lugar de residencia para desarrollar su carrera profesional. En Madrid consiguió ser cabo primero del Ejército. Allí le fue otorgada la Cruz al Mérito Militar por salvar a un niño de ahogarse con una moneda. También por participar en distintas misiones humanitarias. Todos coinciden en que le gustaba ayudar a los demás. Ya lo hizo en Turquía, donde viajó para prestar su servicio tras un terremoto. También quería ir a Irak, pero hasta allí no le dio tiempo de llegar.
Su vida iba viento en pompa. Tenía planes de futuro con María Guadalupe, de quien se enamoró y con quien estaba construyendo una bonita historia de amor. Ya pensaban en tener hijos. Pero tampoco les dio tiempo.
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Este joven de padres granadinos residía en Azuqueca de Henares. Todas las mañanas se trasladaba en su coche para cumplir sus obligaciones como militar. Pero, el 11 de marzo de 2004 tenía su vehículo en el taller. Por eso decidió hacer el viaje en un tren de Cercanías. Uno de los terroristas vinculados a Al-Qaeda hicieron estallar a primera hora de la mañana de ese jueves teñido de dolor y sufrimiento. José Gallardo perdió la vida junto a 192 personas en estos atentados.
La memoria de José Gallardo Olmo sigue presente en Pedro Martínez. El 22 de agosto de ese 2004 el municipio de sus padres le puso su nombre a una calle y lo nombró hijo adoptivo. Al acto, lleno de emociones, asistieron sus padres, ya fallecidos, sus hermanas y su viuda. Un homenaje para este joven militar de 33 años que la crueldad truncó sus sueños sin posibilidad de dar marcha atrás.
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Una detención y revuelo
Los presentes miraban atónitos el despliegue policial de la calle San Vicente Ferrer, en las inmediaciones de la calle Alhamar. Nadie se imaginaba lo que estaba pasando. El 24 de mayo de 2004 se detenía a Abdelhak Chergui por su presunta implicación con los 'móviles-bomba' que se usaron en los atentados del 11M. Los agentes llevaron a este ciudadano marroquí hasta el locutorio que regentaba en Granada. Al acusado se le encontraron miles de piezas de teléfonos móviles en su vivienda de Linares, donde estudiaba Teleco.
Abdelhak Chergui era supuestamente el gerente de este negocio llamado 'Ciberlocutorio de Moe' donde la gente se podía conectar bajo pago a internet, hacer llamadas internacionales o fotocopias. De aquel local, ya no queda nada. El negocio, que conserva el mismo nombre, fue trasladado a otra calle cercana y traspasado a distintas personas.
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Ocho días después del revuelo originado en Granada, el juez de la Audiencia Nacional Juan del Olmo, que instruía el sumario abierto a raíz de la masacre del 11M, dejó en libertad a Abdelhak Chergui. Desde entonces no hay rastro del entonces joven que se movía entre Linares y Granada.
Registros en Albolote
En la investigación policial para seguir el rastro de los responsables de los atentados de Madrid de 2004, el foco volvió a Granada. En aquellos días se conoció que 'El Chino' y Asrih Rifatt, dos de los cerebros de la masacre, estuvieron en una casa ubicada en Albolote, que fue alquilada por otros dos de los inmolados en el piso de Leganés.
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Todas las pruebas llegaron a hacer pensar a la Policía que esta base iba a ser utilizada por los terroristas para planificar nuevas acciones tras la matanza de Madrid. Una vivienda que pasa desapercibida, ubicada en una calle tranquila y en una zona de la parte más antigua de Albolote. A día de hoy, sigue cerrada a cal y canto. No hay movimiento en su interior y los vecinos no recuerdan haber conocido a ninguna persona que la habitara. 20 años después poco queda del 11M en Granada, más allá del horror que marcó a una sociedad.
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