«Doy vueltas por mi cueva cantando y recitando poemas»
MI AISLAMIENTO ·
Curro Albaicín. Allí quiso quedarse, solo, pero está muy cuidado por las vecinas que le dejan cada díala comida, y ha conseguido dejar de fumarMI AISLAMIENTO ·
Curro Albaicín. Allí quiso quedarse, solo, pero está muy cuidado por las vecinas que le dejan cada díala comida, y ha conseguido dejar de fumarENCARNA XIMÉNEZ
GRANADA
Martes, 24 de marzo 2020, 02:32
Solo, pero muy 'mimao'. A Curro Albaycín cada día le llevan la comida «mis vecinas, mis niñas del baile, y mi Jara, mi Marina –mucho Heredia–…». Y es que, «como tengo arritmia no quiero salir para nada», confiesa.
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Se limita a abrir la puerta y ... desde la distancia prudente, allá le queda el suministro diario y el saludo visual; algo que rompe la monotonía de la jornada. Eso sí, «como a mí todo el mundo me besa, me abraza –rectifica y lo pone en pasado– cuando vienen a traerme las cosas me lío y ya ni me acuerdo de lo que tengo que hacer». Y lo que hace es aparcar esas muestras de cariño para tiempos mejores.
Así que se mantiene «encerrado en la caverna», cuenta resignado por el teléfono, pero «me llama mucha gente preguntándome cómo estoy. Claro, como estoy viejo...», y aunque escucha que a los 72 años puede decir que está en la flor de la vida, no se lo cree: «No tanta flor, un capullo, más bien». Y se vuelve a oír su risa contagiosa.
Atrevido y curioso por naturaleza, sólo faltó que su padre le dijera que había que quemar el libro que llevó a la casa, 'El Romancero gitano' de Federico García Lorca (prohibido entonces), para que lo leyera enterito y comenzara a recitar –fue el primero en atreverse– sus poemas.
Ahora sigue con las ideas claras. «He decidido estar solo; me podía haber ido donde quisiera pero me apetece mucho estar en mi cueva; de aquí, cuando me lleven –de nuevo sonríe–, tiene que ser entre cuatro».
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Lo cierto es que se está cuidando mucho y a falta de otra posibilidad de ejercicio «me tiro veinte minutos o media hora, dándole vueltas a la cueva, y ahí voy cantando, recitando, recordando poemas…». Además, y está muy orgulloso de ello, «he dejado de fumar». Y lo está llevando muy bien, gracias al medicamento que le habían recetado (empezó justo antes del aislamiento): «Yo creo que esta vez lo voy a conseguir definitivamente», vaticina confiado.
Entre las añoranzas, la más importante es «no poder ir a ver a mi hermana», confiesa. El paseo de la tarde saludando a los vecinos, entre ellos La Salvaora –madre de Juan Andrés Maya–, y el bullicio de los turistas poniendo alegría a su Sacromonte querido.
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Y entre las preocupaciones, el futuro, porque «los flamencos –lamenta– no tienen mucha cobertura de seguro ni nada, y tienen hipoteca, los niños… lo están pasando fatal». Está deseando saber «cuánto nos queda» porque ese será el momento de pensar en algún plan.
Mientras, encuentra el tiempo para escribir un libro, uno más lleno de historia de nuestra tierra, y ve la televisión. Lo que no controla es el sueño: «Si me acuesto tarde viendo una película y al día siguiente estoy 'cansao', pues me quedo un rato más en la cama; total, qué prisa tengo por levantarme». Ya lo hará cuando, como en la letra de nuestro baile popular, oiga la llamada diaria: «Asómate a la reja». Más granaíno, imposible.
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