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Las maratonianas negociaciones entre Rusia y Ucrania, que concluyeron ayer con Estados Unidos como muñidor y Arabia Saudí como escenario, han vuelto a resultar decepcionantes. ... Pero no del todo infructuosas. Aunque ambos contendientes parecen todavía lejos del alto el fuego total que Donald Trump busca con ahínco en la región, y al que Kiev ya había accedido, sí han arrancado un cese de las hostilidades en el mar Negro, donde Moscú y Kiev se compometen a garantizar una «navegación segura».
Aunque de las 48 horas de negociaciones en Riad no salió un mensaje conjunto, ayer las partes implicadas dieron cuenta individualizada de lo avanzado. El primer comunicado lo emitió la Casa Blanca: «Ambos países acordaron garantizar la seguridad de la navegación, eliminar el uso de la fuerza y prevenir la utilización de buques comerciales con fines militares en el mar Negro».
Luego habló el presidente ucraniano, Volodímir Zelenski: «Es demasiado pronto para determinar si el acuerdo funcionará, pero las reuniones se desarrollaron de forma correcta, se tomaron decisiones correctas y se dieron los pasos correctos. Después de esto, nadie puede acusar a Ucrania de no querer avanzar hacia una paz duradera».
El Kremlin se hizo más de rogar, pero, finalmente, hizo pública su versión del trato, que concuerda en su primera parte con la de Washington sobre el alto el fuego marítimo. Pero, luego, la nota incide en las contrapartidas que disfrutará Rusia: «Estados Unidos ayudará a restablecer el acceso de las exportaciones agrícolas y fertilizantes rusos al mercado mundial y reducirá el coste del seguro marítimo. Ampliará además el acceso a los puertos y sistemas de pago para realizar dichas transacciones».
En cualquier caso, la aportación rusa más importante a este relato fragmentado llegó en el tercer punto de su comunicado: «Este acuerdo entrará en vigor después de que sean levantadas las restricciones recogidas en las sanciones impuestas al Rosseljozbank y a otras organizaciones financieras involucradas en garantizar las operaciones de comercio internacional de productos alimenticios (incluidos productos pesqueros) y fertilizantes, conectándolas a SWIFT y abriendo las cuentas de bancos corresponsales necesarias».
Moscú exige también la eliminación de las restricciones a la ejecución de operaciones de financiación del comercio, a las compañías de seguros, a las que se encargan de dar servicio a los buques en los puertos y a los propios navíos mercantes rusos que participan en las exportaciones. También deben ser levantadas las sanciones a los suministros a Rusia de maquinaría agrícola y de otros equipos utilizados en la producción alimenticia.
O sea, que Rusia acepta una tregua en el mar Negro a cambio de que comiencen a levantarse las cortapisas que lastran el comercio de sus productos agrícolas, tratando de equiparar así su situación a la de Ucrania cuando logró que sus exportaciones de cereal fuesen respetadas. Al fin y al cabo, estos productos de los dos países son un salvavidas económico para ambos y también un elemento clave para evitar hambrunas en África y reducir la inflación en Europa.
Sin embargo, anoche Zelenski aseguró que esas condiciones no fueron las acordadas, y reiteró que desconfía de Rusia. «Se había acordado que el pacto entrase en vigor cuando se anunciase», no cuando se levantasen las sanciones, añadió. Además, Zelenski aseguró que le pedirá a Trump «más armas y más sanciones contra Rusia» si Moscú no cumple con lo acordado.
Por otro lado, el Kremlin informó de que Rusia y Estados Unidos «acordaron desarrollar medidas para implementar los acuerdos entre los presidentes de los dos países sobre la prohibición de ataques a instalaciones energéticas en Rusia y Ucrania por un período de 30 días, a partir del 18 de marzo de 2025, con posibilidad de prórroga y retirada del acuerdo en caso de incumplimiento por una de las partes». Hasta ahora, esto no se ha conseguido porque los ataques se han mantenido y ambas partes se acusan del incumplimiento.
No en vano, uno de los aspectos más complejos de este acuerdo será la verificación de su cumplimiento. Para facilitarla, es importante dejar claros todos los detalles, algo que trataron de hacer diferentes dirigentes rusos y ucranianos. El ministro de Defensa de Kiev, Rustem Umérov, advirtió de que su país «considerará el movimiento de buques militares rusos más allá del mar Negro oriental como una amenaza a su seguridad y se reserva el derecho a la legítima defensa».
Además, Ucrania insiste en exigir la devolución de unos 20.000 niños sustraídos ilegalmente por Rusia de las zonas ocupadas para darles una nueva vida en su territorio y en el seno de nuevas familias. Según Umérov, «Estados Unidos ratificó su apoyo al intercambio de prisioneros, la liberación de civiles y el regreso de los niños ucranianos trasladados por la fuerza».
Pero Moscú mantuvo una postura más ambigua. El portavoz de la Presidencia, Dmitri Peskov, afirmó que los contactos entre Rusia y Estados Unidos continuarán, aunque señaló que «no hay una fecha concreta para nuevas conversaciones». Peskov tampoco aclaró cuándo podría tener lugar otra conversación telefónica de Vladímir Putin y Donald Trump ni para qué fecha se podría organizar la reunión tripartita con Rusia, Estados Unidos y Ucrania que todos esperan.
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