Semana Santa en Granada
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Semana Santa en Granada
Los desafíos del Albaicín para los costaleros de la AuroraÁngel Mengíbar
Sábado, 1 de abril 2023, 00:14
Miradores a la Alhambra, imponentes cármenes o el olor a jazmín. El barrio granadino del Albaicín acumula cerca de treinta años siendo Patrimonio de la Humanidad de la UNESCO por todo su encanto. Un encanto que se magnífica el Jueves Santo con las procesiones de la Concha, la Estrella o la Aurora. Esta última cuenta con uno de los recorridos más impresionantes pero también inverosímiles de la Semana Santa de Granada. Todo un desafío para las cuadrillas de costaleros y capataces por callejones angostos y cuestas endiabladas.
Todo comienza en San Miguel Bajo, el templo que guarda las imágenes de María Santísima de la Aurora y Jesús del Perdón. Ultimando preparativos para la salida se encuentran Francisco Javier, José Manuel, Alberto y Antonio en las escaleras que dan acceso a la iglesia. Son capataces y costaleros de los pasos de misterio y de palio. Hermanos de largo recorrido y perfectos conocedores de los 'peligros' del barrio. El primer obstáculo lo tienen en casa.
«La salida de San Miguel Bajo ya supone cierta dificultad. Debido a la corta altura del arco, los costaleros tenemos que echar el cuerpo a tierra para que el paso abandone el templo sin colisiones. Es un esfuerzo considerable que el público valora y reconoce cuando se lleva a cabo la levantá antes de descender la rampa», explica Alberto Castilla, que lleva once años bajo el paso de palio. Para ello, deben enderezar la posición teniendo en cuenta el murete de la escalinata.
Tras los primeros aplausos el cortejo avanza por una placeta atestada de devotos y curiosos que lanzan 'vivas' a la Aurora hasta llegar a Cauchiles de San Miguel. Los costaleros se dan un respiro antes de afrontar una nueva chicotá por la cuesta de San José, una vía de gran longitud, estrecha y en pendiente. «El principal punto a tener en cuenta es la posición del paso. La gente se agolpa en los laterales de la calle, por lo que el espacio se reduce aún más. Cuando llega la procesión, ya no hay hueco para que se aparten. Es vital salvar las líneas de público para evitar cualquier desgracia», detalla José Manuel Rodríguez, capataz del paso de la Aurora desde 2016.
José Manuel ocupó el puesto de su tío José Luis Peña, el encargado de dirigir a los costaleros el Jueves Santo durante más de treinta años. «Él fue quien me metió el veneno de la Semana Santa en el cuerpo. Me llevaba a la hermandad y de broma me colocaba junto al paso. Me daba indicaciones y fui aprendiendo el oficio. Ser capataz es especial para mí por todo lo que él me enseñó», añade. Distintos elementos del mobiliario urbano también amenazan a la hermandad en su recorrido procesional.
«Los días previos al Jueves Santo hablamos con los vecinos para que recorten las ramas que dan a la calle desde sus balcones, pedimos al Ayuntamiento que gire farolas... Si no, no hay forma de pasar», comenta Julio Zafra, el vocal de costaleros de la hermandad, antes de detenerse justo en la ubicación que entraña mayor dificultad de todo el trayecto. Parece imposible que por los Grifos de San José puedan pasar dos pasos. Su anchura es de apenas dos cuerpos, como bien escenifican 'in situ' los propios costaleros.
«Es un callejón verdaderamente complicado para nosotros. A su extrema angostura hay que sumarle los escalones, la pendiente y la gente. Es un espacio diminuto donde se agolpa todo el mundo. Nadie quiere perdérselo. Hasta la Policía tiene que ir a despejar la zona antes de la procesión», revela José Manuel. La entrada del paso en los Grifos de San José se ve condicionada por el balcón de una vivienda y un cuadro de luces que deberá ser retirado para la ocasión.
«Damos la orden de inclinar el paso hacia un lado para superar el balcón. Con sumo cuidado y muy poco paso, se va de frente hasta dejarlo atrás. Para afrontar el giro e iniciar el descenso, toca echar el cuerpo a tierra hasta llegar a la columna. Así, el giro se realiza con éxito y continuamos por la Cuesta de San Gregorio hasta llegar a Plaza Nueva. Es más fácil contarlo que hacerlo, pero merece la pena. Es un lugar icónico de nuestra Semana Santa», bromea el capataz tras completar el recorrido que pone a prueba a la Aurora años tras año. La hermandad que nadie quiere perderse el Jueves Santo para ser testigo de una ejecución impoluta de maniobras imposibles.
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