Oruga procesionaria. Ideal

Así se identifica a la oruga procesionaria y estos son sus efectos en la salud

Entre febrero y abril abandona su nido en la copa de los pinos para pasar de larva a crisálida

C. Álvarez y Carlos Valdemoros

Granada

Martes, 25 de marzo 2025, 13:01

Encontrar, hablando mal, una oruga peluda suele alarmar porque es habitual confundirla con la famosa procesionaria, pero no todas lo son. La temida 'Thaumetopoea pityocampa' es una especie que devora las hojas de los pinos y cuyos pelos resultan urticantes para las personas y especialmente peligrosos para los perros.

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Entre febrero y abril, la procesionaria abandona su nido (esas bolas blancas que forma en la copa de los pinos) para pasar de larva a crisálida, aunque la subida de las temperaturas en los últimos años ha hecho que este proceso se adelante a enero en los años más secos y cálidos.

Las orugas bajan por el pino en fila india -de ahí el nombre de procesionaria- guiadas por una hembra, con el fin de enterrarse en el suelo donde termina su desarrollo y volar en julio como mariposas. Mientras las orugas circulan por los pinares, comienza el problema para los perros. Son extremadamente venenosas: producen urticarias y alergias en personas y en animales.

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Explican los expertos que estas orugas tienen miles de pelillos que son como dardos envenenados -la sustancia que libera se llama histamina- que sueltan al sentirse amenazadas. La procesionaria provoca varias lesiones en los perros: babeo, el animal intenta rascar desesperadamente la zona afectada, hinchazón de la lengua, la boca, el esófago y el estómago.

En caso de que el perro ingiera estos gusanos o la zona afectada de la lengua sea muy grande, el animal puede morir, advierten los veterinarios, especialmente razas más vulnerables como los shar-pei.

La Asociación Nacional de Empresas de Sanidad Ambiental (ANECPLA) suele enviar alertas cuando se produce la llegada de esta especia a Andalucía, y a gran parte del país. Una situación que obliga a anticipar las campañas de prevención y evitar así que su presencia se descontrole.

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Jorge Galván, director General de ANECPLA, explicaba a IDEAL hace unos meses que «no solo está en el ámbito forestal, sino también en jardines y parques. Y eso es un peligro para las personas como para las mascotas». Ese peligro se debe a la sustancia tóxica que liberan, que produce reacciones alérgicas y en el caso de las mascotas hasta necrosis, incluso pudiendo provocar la muerte si los animales la ingieren.

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