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Camilla Parker Bowles, 'love story'... Sus amigos y cómplices desvelan los entresijos del romance

20 años de la boda de Carlos y la duquesa de Cornualles

Camilla Parker Bowles, 'love story'... Sus amigos y cómplices desvelan los entresijos del romance

El 9 de abril se cumplen veinte años de la boda de Carlos y Camilla, una historia de amor que ha superado todos los obstáculos imaginables. Lo que empezó como una escandalosa infidelidad en «un matrimonio de tres» ha acabado con una reina querida por los británicos tanto o más que su rey. Te contamos los entresijos del romance tal como lo recuerdan sus amigos, familiares y cómplices. 

Viernes, 28 de Marzo 2025, 11:07h

Tiempo de lectura: 11 min

Camilla no estaba destinada a reinar. De chicas como ella se esperaba que hicieran una buena boda y ejercieran de señora de una enorme mansión llena de goteras. Poco más. De hecho, eso es lo que hizo en su juventud. «No destacaba en nada», dijo de ella un profesor. «No tenía nada especial». Pero esa chica de clase alta aparentemente poco dotada tuvo un coqueteo juvenil que se convirtió en un romance extramatrimonial y, finalmente, en una larga historia de amor con Charles Philip Arthur George, príncipe de Gales y heredero al trono. 

Camilla casi había cumplido los 60 cuando se casó con Carlos, 35 años y dos matrimonios fallidos después de conocerse. Incluso la reina Isabel, que durante mucho tiempo no quiso saber nada de ella, bordeó la sensiblería en su discurso cuando dijo: «Mi hijo ha llegado a buen puerto junto a la mujer que ama». 

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Los mismos gustos. Carlos y Camilla en una cacería en 1979. Vivían su relación con mucha discreción: ella era una mujer casada. Él iba a estarlo pronto: en 1981 se casó con Diana Spencer.

Aquel día, Camilla estaba tan nerviosa que se puso enferma y su hermana Annabel tuvo que amenazarla con ponerse ella el vestido de novia si no se levantaba de la cama. Pero todo salió bien. Sus dos hijos y sus nuevos hijastros, Guillermo y Enrique, posaron como si no odiasen a la mujer a la que culpaban de arruinar la vida de su madre. De hecho, dijeron que apoyaban «cien por cien» a los recién casados, una mentira que Enrique se encargó de desenmascarar años después en su autobiografía.  

«El lado bueno de la vida»

Camilla es la mayor de los tres hijos del mayor Bruce Shand y de Rosalind Cubitt. Su padre, veterano del Ejército, había hecho fortuna vendiendo vinos; en el árbol genealógico familiar destaca la figura de la bisabuela Alice Keppel, amante de Eduardo VII. Sus padres, algo raro en los de su clase, criaron a sus hijos sin niñera y los colmaron de cariño. Los pequeños Shand eran, como resultado de ello, divertidos y seguros de sí mismos. Camilla ha descrito su infancia como «perfecta». A ella la educaron para ocuparse del hogar y organizar recepciones, lo propio de dirigir una 'casa grande'. Para asumir esos deberes correctamente, fue enviada a París para estudiar literatura antes de su presentación en sociedad en el año 1965. «Camilla nunca iba a ser la Debutante del Año», comentó una de sus amigas, «pero deseaba divertirse». Y esa palabra, 'diversión', marcará su juventud. «Si querías que una fiesta funcionase –recuerda un conocido–, invitabas a Camilla». Jilly Cooper, una vieja amiga, incide: «No conozco a nadie más animado que ella. Tiene una extraordinaria capacidad para ver el lado bueno de la vida».

Camilla era la reina de la fiesta, pero un desastre como compañera de piso: «Su dormitorio parecía un campo minado. Tenía aversión a colgar cualquier cosa y a los productos de limpieza»

El primer novio de Camilla fue un alumno del prestigioso colegio de Eton llamado Kevin Burke. El chico conducía un Jaguar amarillo y pasaron un año de noviazgo entre cócteles y bailes. Burke describe esos días como «un gran momento que vivió con la mejor pareja que puedas desear». Entonces, Camilla compartía piso en Pimlico-Belgravia con Virginia Carrington. Su dormitorio parecía un campo minado. Con cariño, Carrington dijo que su compañera tenía una «completa incapacidad para colgar cualquier cosa y una aversión a los productos de limpieza. ¡Deberías ver cómo dejaba el baño!».

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La debutante. Camilla fue educada para ser una perfecta esposa de las clases altas británicas, pero tuvo una familia cariñosa que la apoyó siempre. Disfrutó todo lo que pudo en su juventud.

Camilla cortó con Burke y lo sustituyó por el joven banquero Rupert Hambro. Pero enseguida, cuando tenía 19 años, conoció a un elegante oficial, Andrew Parker Bowles, de 27 años, de quien se enamoró perdidamente. Durante seis años, Camilla y él salieron como pareja, pero Parker Bowles no era un hombre dispuesto a abandonar su 'estilo de vida'. Camilla llegó a pillarlo in fraganti con otras mujeres. Sin embargo, ninguna infidelidad disminuyó su fascinación por él ni le quitó de la cabeza la idea de casarse, según sus amigas. 

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Rivales. Camilla tuvo poco trato con Diana, pero en 1980, durante su noviazgo con Carlos, coincidieron en las carreras (foto) y Diana incluso cuidó de los hijos de Camilla.

Cómo se cruzó Carlos en la vida de Camilla es algo que no está claro. Tina Brown, experta en la Casa Real, especula con la idea de que una de las conquistas de Parker Bowles fuera la princesa Ana, hermana mayor de Carlos. «Parece probable –dice– que su coqueteo con Carlos fuera una estratagema para poner celoso a Andrew». Y demostrar, de paso, que en aspiraciones sociales ella picaba aún más alto que su novio infiel.

El día que «Carlos no pidió su mano»

Carlos y Camilla se conocieron cuando ella tenía 24 años y él, 22. Los presentó en una cena una amiga común, Lucía Santa Cruz, que vivía en el mismo bloque de apartamentos que Camilla y Carrington. Disfrutaron de varias noches juntos bailando y divirtiéndose, y pasaron fines de semana en la casa de la familia Mountbatten, donde, según Tina Brown, Camilla lo ayudó a superar su timidez en la cama. Pero, además del sexo, Camilla era experta en levantar el ánimo del príncipe. Según Brown, «el príncipe adoraba su ausencia de engreimiento» y estaba «encantado» con la familia de Camilla, «cuya relajada calidez era lo opuesto a la suya». 

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Tres son multitud. El marido de Camilla, Andrew Parker Bowles (abajo, en el centro), le fue infiel antes y después del matrimonio y sabía de su relación con Carlos. Solo se divorciaron cuando fue público.

En diciembre de 1972 pasaron un último fin de semana juntos antes de que Carlos partiera con la Royal Navy hacia el Caribe en una misión de ocho meses. Según Gyles Brandreth, amigo de Camilla, «Carlos le declaró su amor, pero no pidió su mano. Susurró cosas dulces, pero no se comprometió». Si la relación de Camilla con Carlos fue para llamar la atención de Andrew Parker Bowles, funcionó. El oficial le pidió matrimonio mientras el príncipe de Gales estaba en ultramar. Se casaron cuando Camilla tenía 25 años frente a 800 invitados.

Un matrimonio 'muy inglés'

Desde luego, Parker Bowles no se convirtió en un marido fiel, pero nadie sabe con certeza cuándo reanudaron Carlos y Camilla su relación. Lo que se sabe es que lord Charteris, el secretario privado de la reina entre 1972 y 1977, le comunicó a su majestad que su hijo se acostaba con la esposa de un oficial «y que al regimiento no le gusta». A partir de entonces «se nos advirtió que nunca incluyéramos a la señora Parker Bowles en la lista de invitados de cualquier evento en el que la reina estuviera presente», dice un exmiembro de la familia.

El coqueteo con el príncipe Carlos pudo arrancar para dar celos a su novio, Andrew Parker Bowles, que habría tenido un 'affaire' con la princesa Ana. Y funcionó

A pesar de las infidelidades, los Parker Bowles parecían felices. Al visitarlos en su casa en 1981, Tina Brown encontró que eran un matrimonio «muy inglés»: «Él se entretenía en Londres mientras Camilla se ocupaba de la casa, criaba a los niños y se aseguraba de que hubiese asado los domingos...». Mientras tanto, ella seguía viéndose con Carlos.

El problema es que del príncipe se esperaba que tuviese una esposa y un heredero, y Camilla no era candidata para ello. La mejor opción acabó siendo una joven de 19 años llamada Lady Diana Spencer, una chica manejable y muy conveniente porque, si algo estaba claro, es que la relación de Camilla con Carlos no iba a terminar. 

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La boda y las apariencias. Carlos y Camilla el día de su boda, flanqueados por los hijos de ambos, mostrando unas sonrisas que luego Enrique ha aclarado que no eran del todo reales.

Aquel «matrimonio de tres», como lo describió Diana, no podía durar. Los daños colaterales fueron sus hijos, Guillermo y Enrique. Ambos culparon a Camilla de la ruptura. Enrique recuerda en su autobiografía la primera vez que fue convocado para conocerla. «Me convencí de que iba a ser como cuando te ponen una inyección. Cierras los ojos y antes de que te des cuenta ha pasado. Recuerdo que Camilla estaba tan tranquila (o aburrida) como yo. A ninguno de los dos nos importaba mucho la opinión del otro». Luego, Enrique se muestra 'magnánimo' y escribe: «No la culpamos. De hecho, con mucho gusto la perdonaríamos si pudiera hacer feliz a papá», pero estropea el efecto conciliador al describirla también como peligrosa. «No la veo como una madrastra malvada –escribió–. La veo como a alguien que hizo lo posible para mejorar su propia reputación, por su propio bien». 

En 1996, Camilla contrató a un experto en imagen. «No es de las que tratan sus problemas yendo al terapeuta, sino saliendo de caza y poniendo un chorro de ron en el té», explica una amiga

A pesar de que la relación de Carlos y Camilla era un secreto a voces entre la alta sociedad, permaneció fuera del radar durante décadas. Así fue hasta 1992. Primero llegó el libro de Andrew Morton, Diana: her true story, donde Lady Di señalaba a Camilla como la culpable del fracaso de su matrimonio. Ese mismo año, el primer ministro anunció que los príncipes de Gales se separarían y, por último, en Navidad, después del incendio en el castillo de Windsor, la reina Isabel habló de un annus horribilis.

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Un matrimonio que es un equipo. Camilla y Carlos en una foto oficial en el palacio de Buckingham. «Son como el yin y el yang, polos opuestos que, sin embargo, trabajan juntos de forma brillante», dice la hermana de Camilla. 

Las consecuencias para Camilla fueron inmediatas y largas: mensajes de odio, agresiones en la calle y ser perseguida por los fotógrafos. Pasaron diez años antes de que se atreviera a poner un pie en un restaurante londinense. Y vendrían tiempos aún peores. En 1993 se publicaron las cintas del tampongate. Grabadas por un radioaficionado cuatro años antes, convirtieron en hazmerreír al heredero y su amante cuando el mundo oyó al príncipe decir a Camilla que querría ser un tampón para estar dentro de ella. Pero, más allá del tono sexual, sus conversaciones daban una idea de por qué su relación funcionaba. Carlos le dice a Camilla que está trabajando en un discurso y ella, en lugar de decir «qué aburrido», le hace correcciones y pregunta si puede ver una copia.

Por entonces, las encuestas de opinión eran despiadadas. Siete de cada diez británicos dijeron que las cintas habían hecho «un gran daño a la monarquía». Se decía que al pueblo le gustaría que el trono saltara directamente de la reina Isabel al príncipe Guillermo. Incluso su padre, el duque de Edimburgo, dijo que Carlos «no tenía madera de rey». 

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Reina al fin. Para cuando la reina Isabel murió, en 2022, la disputa sobre el futuro título de la duquesa de Cornualles ya estaba resuelta. La monarca dejó claro que quería que fuese reina. 

En septiembre de ese año, el escritor James Lees-Milne pasó un fin de semana en Chatsworth con los Parker Bowles (porque, aunque hacían vida separados, Camilla y Andrew no se habían divorciado). Después de la visita escribió que Camilla «ha perdido su alegría y brillo. Las mujeres la escupen en los supermercados... Camina con la cabeza baja y ha moldeado su cabello para tapar sus mejillas». 

El golpe final llegó en 1994, cuando Parker Bowles se sintió humillado públicamente y solicitó el divorcio. No le faltaban razones. Carlos concedió una entrevista televisiva en la que reconoció que no había sido fiel a Diana, pero matizó que todo había empezado cuando el matrimonio ya estaba «roto irremediablemente» (sin especificar la fecha).

El divorcio dejó aún más a la intemperie a Camilla. Sus amigos sintieron que se la echaba a los lobos tras años de devota discreción. Tina Brown defiende que los siguientes años la situación de Camilla fue extrema. Su exmarido se volvió a casar, sus hijos estaban en la universidad y ella estaba aislada sin ningún papel oficial. Era persona non grata para la familia real y para el público; una pecadora frente a la presencia luminosa y eternamente agraviada de Diana. 

«Nunca te quejes. Nunca te expliques»

Pero como le dijo una amiga a Tina Brown: «Camilla es una jugadora de póquer muy inteligente». Así que a principios de 1996 contrató a un experto en comunicación llamado Mark Bolland con el objeto de rehabilitar su imagen pública y pasar de la villana de la película a la amorosa compañera de Carlos, de «la mujer más odiada de Gran Bretaña» a futura reina. Camilla empezó a hacer medidas apariciones públicas. Carlos y ella fueron fotografiados juntos por primera vez saliendo del Ritz. Él le organizó a Camilla una fiesta por su 50 cumpleaños... El plan de Bolland para la aceptación pública de la señora Parker Bowles parecía estar funcionando, pero llegó el 31 de agosto de 1997... y con la muerte de Diana todo volvió a dar un vuelco. La imagen de Camilla se fue al traste de nuevo. En privado su relación con Carlos continuaba, pero los ataques públicos arreciaron. 

El estratega Bolland, sin embargo, no cejó en su empeño. Se informó de que Camilla había conocido al príncipe Guillermo y ello no había tenido una repercusión negativa. Y de nuevo se dejó ver: esta vez en el 50 cumpleaños de Carlos. Camilla se aplicó la máxima de la reina Isabel «nunca te quejes, nunca te expliques». Ella, además, según dice una amiga, no es el tipo de persona que trata sus problemas yendo a un terapeuta, sino saliendo de caza o poniendo un chorro de ron en su té.

Pero incluso en 2002 su situación era frágil. A sir Michael Peat, un cortesano de alto rango, se le encargó intentar poner fin a su relación. Peat, sin embargo, acabó concluyendo lo contrario: Camilla era buena para Carlos y deberían casarse, como afirma Tina Brown. Pero Carlos, temeroso de las encuestas, era incapaz de proponerle matrimonio incluso cuando un antiguo arzobispo de Canterbury dijo que sería «lo natural» que se casaran. 

La gota que colmó el vaso para Camilla fue el matrimonio de otra pareja. En noviembre de 2004 se casaba la hija del duque de Westminster en la catedral de Chester. Días antes de la boda, Camilla, que vivía oficialmente con Carlos en Clarence House desde el año anterior, descubrió que no estaría sentada, como esperaba, directamente detrás de Carlos en la iglesia, que se le había asignado un puesto mucho más atrás, detrás de un pilar, con la familia de la novia. Ella lo tomó como un insulto y se negó a ir en rotundo. Carlos, efectivamente, acudió solo. Pero la presión funcionó. Él le propuso matrimonio con un anillo de diamantes de cinco quilates. 

«Camilla es una persona increíblemente estoica y fuerte –expresó su hermana recientemente–. No creo que mucha gente hubiera sido tan fuerte a lo largo de todos estos años. Ella es su roca, muy leal, y no puedo enfatizarlo lo suficiente».

Lentamente, a la manera real, Camilla se incorporó a la 'empresa'. En la víspera de su Jubileo de Platino, en febrero de 2022, la reina Isabel anunció que era su «deseo sincero» que cuando llegara el momento Camilla fuera conocida como reina, y eso fue todo. El cielo, una vez más, no se derrumbó. El gesto, cree Tina Brown, fue «tanto magnánimo como estratégico. Para Carlos, la validación de su madre de la figura de Camilla fue el último exorcismo del fantasma de Diana».

En mayo de 2023 fue coronada reina junto con su marido. Ese día, la corte comenzó a referirse a ella simplemente como «la reina».


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