Antonio Campos, en un pasillo de la antigua Facultad de Medicina. Pepe Marín

«Los granadinos viven ensimismados por Granada y, a veces, ese ensimismamiento es narcótico»

Pensadores ante el futuro de Granada | Antonio Campos ·

«Mi filosofía es que todo lo que no está prohibido está permitido. Menos corsé y que las ideas fluyan», advierte el que fuera segundo presidente del Consejo Social de la ciudad

Quico Chirino

Granada

Domingo, 28 de junio 2020, 00:30

Antonio Campos recibe en pie en un pasillo de la antigua Facultad de Medicina, con las manos en los bolsillos y visiblemente incómodo ante la sesión fotográfica. Es uno de los pioneros de la ingeniería de tejidos y si en este momento pudiera meterse en ... la piel de otro –o en una artificial– lo haría. En la conversación se siente mucho más cómodo. Tiene fama de hablar muy rápido; y es verdad. Pero la charla se hace amena, didáctica y la salpica de anécdotas personales y eruditas. Todavía en el pasillo, antes de entrar en la sala, explica la relevancia de una colección de acuarelas que se usaban para enseñar Medicina cuando no existía la fotografía. Una de esas joyas que hay en Granada y que pasan desapercibidas.

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El currículum de Antonio Campos es imposible de sintetizar; siempre se quedaría fuera un galardón que para cualquier otro sería el mayor hito en su trayectoria académica o profesional. Catedrático de Medicina con 29 años, doctor honoris causa por varias universidades, preside la Real Academia de Medicina de Andalucía Oriental y ocupa en la nacional el sillón 38, el mismo en el que se sentó Santiago Ramón y Cajal.

Dirigió el instituto nacional Carlos III, ahora tan de actualidad con el coronavirus, y en 2004 presidió el Consejo Social de la ciudad de Granada. Coordinó un plan estratégico, logró que lo apoyaran todos los partidos, lo entregó y dimitió en 2007 para intentar ser rector. Se midió a los catedráticos Luis Rico, Rafael Payá y Francisco González Lodeiro, que fue quien ganó aquellas elecciones. Y Antonio Campos siguió con sus investigaciones sobre tejidos. Su grupo de científicos ha creado la córnea o la piel artificial y lo hizo en los sótanos de la vieja facultad: «Lo importante es lo que se hace dentro, no el despacho». Toda su filosofía la resume en los conceptos que sacó de la dedicatoria de un libro que cayó en sus manos en su época de estudiante: «Ideas, ideales y pragmatismo». Ahora lo explica.

–¿Cómo vive la incertidumbre de una pandemia un catedrático de Medicina?

–Al principio con sorpresa, porque no esperaba que tuviese la incidencia tan extraordinaria que ha tenido. Ha habido otras epidemias procedentes de Asia, alguna la viví en el Carlos III. Recuerdo que se repatrió a un grupo de españoles que trabajaban en Wuhan, estuvieron en cuarentena, y luego comenzó el virus en Italia, en un país occidental, con un sistema sanitario razonable. Entonces empecé a preocuparme. Algunos compañeros en la propia facultad decían que era más grave de lo que podría parecer. El coronavirus ha incidido mucho en nuestras vidas. Las generaciones vivas no han pasado una situación como esta. Me ha recordado, a título personal, que mi abuelo paterno murió en la gripe del 18, el mismo año que nació mi padre, que quedó huérfano a los tres meses. Y siempre hemos tenido en mi familia esa historia latente de una gripe extraordinaria que acaba dejando sin padre a un hijo.

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–La crisis sanitaria se ha taponado. Pero hubo un momento en que el sistema se tensionó. Y los problemas parecían reducirse a algo tan simple como la falta de mascarillas. ¿Cómo se explica?

–Es otra de las cosas que me produjo una gran sorpresa. Uno tiene un sistema extraordinario, que da respuesta equitativa, que introduce técnicas novedosas… Debemos estar orgullosos de nuestro sistema sanitario, que hemos pagado con nuestros impuestos. Por eso sorprenden cosas aparentemente nimias que deberían estar resueltas. Y a lo mejor es porque no se piensa en ellas. Esto nos tiene que enseñar que debemos tener una preparación especial para circunstancias especiales.

–Y una anticipación...

–Hubo un periodo en el que quizás tuvimos que tomar más conciencia; a partir de que llegan los españoles de China y comienzan los contagios en Italia. Hay un tiempo preciso y precioso en el que todas las alertas deberían haberse disparado.

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–¿Alguien que ha dirigido el instituto Carlos III entiende la confusión con los datos? ¿Es creíble la cifra de muertos?

–Esta situación, desde luego, es muy distinta y trasciende a la que hemos podido tener en otros momentos. Por la experiencia que tuve, entonces no existía el centro de alarmas, el Carlos III es un centro con unos profesionales muy rigurosos. Se hacía un seguimiento absoluto de las personas que vienen. Estas cosas tienen que ayudarnos para reforzar aspectos que no valoramos. La sanidad exterior, que depende del Gobierno central, es fundamental potenciarla. Había antiguamente un excelente cuerpo de sanidad nacional. La experiencia también va a ayudarnos a reflexionar mucho sobre la relación médico enfermo, la incorporación de nuevas tecnologías, la distribución de recursos...

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–¿Y Granada? ¿Cómo se queda tras esta pandemia y cómo sale? Una ciudad que vive tanto en la calle.

–Hay una cosa que he aplicado siempre, desde que era estudiante de Medicina. Leí un libro en el que encontré una dedicatoria: «Este libro está dedicado a James Douglas, hombre de ideas, ideales y negocios». Me di cuenta pronto de que yo nunca sería un hombre de negocios, así que cambié 'negocio' por 'pragmatismo'. Toda solución parte de tener ideas, ideales y pragmatismo. Si no tienes ideas no puedes hacer nada. Copiarás a otro, repetirás lo que hace y lo harás generalmente mal, porque el primero habrá tenido la idea buena. Tienes que tener ideales; si no sabes por qué quieres hacer las cosas vas sin rumbo. Y hay que ser pragmático. No todas las ideas se pueden llevar a cabo al mismo tiempo. Granada sin ideas no va a ningún sitio, sin ideales no va a ningún lado y sin pragmatismo tampoco.

–Y, ¿qué falta o sobra en estos momentos?

–Falta incrementar las tres cosas. Hay que dejar que las ideas de la gente fluyan. Todas las personas que están en cargos tienen que fomentar que las ideas de la gente broten. Muchas ideas han surgido en nuestro país y luego se han desarrollado fuera y se han llevado las patentes. Mi filosofía es que todo lo que no está prohibido está permitido. La sociedad tiene que dejar hacer a la gente. También hay que fomentar los ideales. ¿Qué ideales queremos en Granada? No tienen que ser siempre comprar en un gran almacén. Hay cosas que no hay que defender porque ya están en la Constitución. Hay que ir hacia ideales que nos realicen como personas y como sociedad. Considero que hay que dar valor en Granada a tres cosas fundamentales. Tiene una historia, que es su ADN. Si no somos capaces de sacar de ese ADN todas las proteínas estamos equivocados. Y creo que no se sacan. Otro valor: la naturaleza. Lo que Fidel Fernández llamaba la Penibética, que era un nombre que tendríamos que rescatar para darle valor de marca. No me refiero solo a las montañas, valles, Alpujarra... Sino a una serie de ideas productivas que pueden surgir, a la pujanza de una agricultura tecnológica de última generación, por ejemplo. Almería lo aprovechó. Y luego, el conocimiento. Hay que dejar hacer en las empresas, las ideas pueden venir de cualquiera, no hay que ser restrictivos. Tenemos la suerte de tener una Universidad que va para los 500 años y que está en los rankings entre las tres primeras de España. Hay grupos muy potentes. Pediría, en general, menos corsé y más dejar hacer, menos reglamentismo. Los modelos que me gustan de ciudad y universidad son los de Oxford o Cambridge. Una universidad inmersa en la ciudad y que forma parte de su vida. Una de las vacunas europeas que parece tener cierta realidad es la de Oxford. Es decir, una ciudad pequeña tiene una innovación científica de primera magnitud y un parque tecnológico que desarrolla la vacuna.

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–Pero da la sensación de que Granada no apuesta decididamente por ninguna de esas ideas. Ha intentado ser ciudad de la ciencia...

–Hay una parte de indolencia. Le voy a enseñar esto [saca el plan estratégico que elaboró en el Consejo Social en 2007]. Aquí hay cantidad de ideas. Fue un trabajo de dos años y estaban de acuerdo todos los partidos, los sindicatos, la Cámara de Comercio, los colegios profesionales... Estaba muy ilusionado porque pensaba que, si se había conseguido ese consenso, tendría que salir adelante obligatoriamente. Lo que tenían que hacer los partidos era establecer cada uno sus prioridades, pero ninguno se podía oponer a algo que ellos mismos habían aprobado. Pues no. Haría falta... Dos conceptos más: compromiso firme con la ciudad y generosidad. Que es algo que a veces no existe en los organismos, que en Granada tienen que ser generosos.

–Eso en Granada es parte de su idiosincrasia. El debate continuo.

–Pero el debate continuo, a veces, es porque hay intransigencias continuas. Hay que aceptar que el otro puede tener razón y tú estar equivocado. Como nadie tiene la verdad absoluta, se llega a una síntesis. Alguien cede porque te convencen, no porque te lo imponen. Granada podría tener uno de los mejores museos de arte de este país. Tenemos colecciones magníficas pero dispersas, en distintas instituciones, y 'son mías'. Si unimos la colección de arte contemporáneo, las eclesiásticas, las costumbristas del Ayuntamiento, las de la Universidad, colecciones privadas... No tendríamos nada que envidiar, sería un museo competitivo con cualquiera. Hay que conseguir que muchos fondos del Prado vengan aquí. Granada es de las pocas ciudades que pones en el mundo. Los granadinos viven ensimismados por Granada y a veces ese ensimismamiento es narcótico.

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–O conformista...

–Sí. Esa es la imagen de Narciso, que se conformaba con su belleza. Hace falta compromiso y generosidad y sobre todo, ideas, ideales y pragmatismo. Si fuéramos capaces de conjugarlos, Granada sería imparable.

«Los granadinos viven ensimismados por Granada y, a veces, ese ensimismamiento es narcótico»

–De ese plan estratégico, ¿qué recuperaría con carácter inmediato?

–En la situación en la que estamos lo primero que tenemos que hacer es una ciudad que tenga protección social. Vamos a vivir unos tiempos muy difíciles y hay que combinar austeridad con protección social. La austeridad pasa por la ejemplaridad que tienen que dar las instituciones. Con un gobierno de 23 ministros o un ayuntamiento de siete tenientes alcalde no me vengan a pedir después austeridad.

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–Esos son símbolos…

–Por eso son símbolos, porque ejemplifican y significan. Vamos a tener que vivir tiempos de austeridad en los que el simbolismo de las instituciones tiene que ser muy importante. La austeridad no quita que no puedan aportar ideas. Tenemos un festival de poesía dedicado García Lorca. Si repasamos las figuras históricas de Granada vemos los ejemplos que podemos poner como prototipo de cosas. Hagamos, por ejemplo, que alrededor del festival toda la ciudad esté volcada en la poesía. Eso no es caro.

–El proyecto de peatonalización también se ha recuperado...

–La veo factible. Otro objetivo es el río. El río de Granada tiene que embellecerse. Son imágenes que transmiten ciudad. Pero inicialmente apostaría por la Cultura, que es un mundo de gran potencialidad. Un proyecto alrededor de las casas museos. La Alhambra es fundamental pero no puede serlo todo. Me ha parecido muy bien que contribuya a la recuperación del Maristán. Pero están también las casas de Mariana Pineda, de la Emperatriz Eugenia de Montijo, o del Gran Capitán y Álvaro de Bazán y que traigan parte del museo del Ejército aquí.

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–Queda la sensación de que los referentes culturales e históricos se han aprovechado poco...

–Muy poco. Es que Granada tiene inmensas figuras. Siempre hablo de Juan Latino. ¡Eso sí que es un ejemplo de integración! Hice la prueba con un amigo. Fuimos a una oficina a preguntar por Juan Latino como si fuéramos turistas y no te informaban. Ahora hay una pequeña ruta. Es un excelente ejemplo. Un señor que llega de esclavo y acaba de profesor de Latín. Hay valores que se pueden utilizar para hacerlos nuestros.

El paso por el Consejo Social

–Cuando mira el plan estratégico de 2007, ¿qué sensación le queda?

–Procuro ser constructivo y positivo. Tengo que aprovechar lo que hay. Si no sería un apersona resentida y metida en un círculo vicioso. Y lo positivo es que es posible que instituciones distintas, con ideologías diferentes, puedan hablar y construir modelos para Granada. Se hizo entonces, se actualizó el plan en 2015 y ahora se puede estar en condiciones de actualizarlo otra vez. Hay mucho material consensuado para hacerlo. Luego hay otras variables en las que no entro.

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–También su antecesor en el Consejo Social, Gregorio Jiménez, tuvo un plan estratégico avanzado...

–Por una serie de razones no se hizo. No importa, da igual las personas. Lo relevante es el resultado. Tenemos en esta ciudad proyectos estratégicos consensuados.

–Pero que no se ejecutan.

–Yo veo positivo que eso exista. Creo que sobre muchas de esas cosas se pueden tomar muchas decisiones. Luego cada uno tiene su responsabilidad.

–Da la sensación de que se haya utilizado a personas de referencia para el Consejo Social y aprovechado de ellos...

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–Esto lo decía Marañón, el patriotismo consiste en estar cada uno en su sitio. Si estás en un sitio y procuras hacerlo bien, ya estás cumpliendo. Eso hay que pedírselo también a los demás. Cada uno sabrá lo que puede hacer. Una institución no puede pensar que algo es suyo.

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