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ALFREDO AGUILAR

Una marea de fe en Granada para beatificar a María Emilia Riquelme

La eucaristía empezó a las once de la mañana, pero una hora antes de que los primeros acordes de la misa sonaran en la Catedral, decenas de peregrinos se agolparon en la Plaza de las Pasiegas

Sábado, 9 de noviembre 2019, 11:25

Fuera, un frío que cortaba las mejillas y llenaba los ojos de lágrimas recibía a los peregrinos a su llegada a la Catedral. En el interior del monumento, un aura de solemnidad y expectación que recorría cada palmo de esta estancia de piedra y oro ... hacía que hasta el más liviano de los abrigos sobrase. Porque una marea de fe impregnaba cada rincón y no dejaba que ni una mínima brisa se adentrara entre sus sagradas olas. Y es que Granada estaba preparada para vivir este sábado uno de esos momentos que se quedan marcados a fuego en su memoria y que suponen un antes y un después en su historia: la beatificación de la madre María Emilia Riquelme y Zayas, la primera mujer nombrada beata en la provincia.

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Aún faltaba una hora para que se entonaran los primeros cánticos de la eucaristía que presidía el prefecto para la Congregación de las Causas de los Santos, Giovanni Angelo Becciu, pero la Plaza de las Pasiegas ya se había convertido en un discurrir constante de fieles. Iban de un lado para otro, perdidos, nerviosos, en busca de la puerta que le habían asignado para entrar en el interior de la Catedral. «Por aquí, por aquí, no os perdáis», decía una joven a su familia, que estaba andando sin rumbo por toda la plaza. Había prisa, nadie quería quedarse sin asiento. Con cada minuto que pasaba, más cerca estaban de adentrarse en un acontecimiento único de Granada, y todos querían ser partícipes de ello. «Nosotros no hemos conseguido invitación antes, así que hemos venido con mucha antelación para que nos dejen entrar», señalaba Carmen.

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Imagen. La beatificación de la granadina María Emilia Riquelma, desde dentro. A. AGUILAR

Todo era bullicio y conversaciones triviales que solo enmudecieron cuando sonaron los primeros cánticos que acompañaban a la eucaristía. Y entonces se hizo el silencio. Un silencio sepulcral y respetuoso. Ese silencio propio de un instante solemne en el que los presentes temer perderse el más mínimo detalle. El público contenía el aliento y hasta el pestañear de la mirada para no desperdiciar un solo segundo.

Estaba previsto que unas 4.500 personas asistieran al evento. No solo venían de Granada y el resto de territorio nacional, sino de todo el mundo, pues la Catedral acogió la llegada de peregrinos de México, Estados Unidos, Perú, Colombia, África y otros lugares a los que había llegado la impronta de la monja Riquelmina. Para los organizadores, esta cifra de asistentes se alcanzó durante la jornada. Para los agentes de Policía que vigilaban el acontecimiento, el número de asistentes no superó los 3.000. Cifras aparte, no había un lugar del enclave que no estuviera ocupado. Incluso las pocas sillas que se habían quedado sin ocupar fueron utilizadas por turistas que, con la intención de visitar el monumento, se vieron sorprendidos por la llamativa representación que se desarrollaba ante ellos.

Y en primera fila, el hombre que ha hecho posible que la monja María Emilia Riquelme, fundadora de las Misioneras del Santísimo Sacramento y María Inmaculada, haya sido nombrada beata: Nelson Yepes. Con la mirada cargada de emoción e ilusión, Yepes seguía cada paso de esta beatificación que se ha conseguido tras su milagrosa cura. «Un día vino un médico y nos dijo que llamáramos a la funeraria, que no había nada que hacer por mi tío, que lo diéramos por muerto. Entonces mi tía nos dio una estampita de la madre Emilia y nos pidió que rezáramos. Y mi tío se curó. Gracias a Emilia está sano y en perfecto estado. Se lo debemos todo a ella», afirmaba emocionada Marjory, sobrina de Nelson.

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Distintas personalidades asistieron a la eucaristía, como Juanma Moreno, presidente de la Junta; Pablo García, delegado del Gobierno; Inmaculada López, subdelegada, Marifrán Carazo, consejera de Fomento; o Sebastián Pérez, presidente del PP granadino. Todos ellos presenciaban con atención cada instante que se desarrollaba ante sus ojos, pero sus rostros se llenaron aún más de expectación cuando se desarrolló la lectura apostólica del Papa Francisco y se destapó la imagen gigante de la Madre. Tras ese momento, se trasladó el cuerpo de la monja, ya beata, hasta el altar del templo. Con el rostro a rebosar de dulzura y calma, Emilia presidía la Catedral ataviada con el hábito azul y blanco de su congregación, descansando sobre un lecho de flores blancas y rodeada de una decena de velas. «Es impresionante lo bien cuidado que está el cuerpo, está intacto. Parece que esté durmiendo», afirmaba Cireuda Gabriel, religiosa de Angola que llegó a Granada acompañada por una decena de compañeros de congregación para vivir «este momento único». «Es muy interesante saber que, cuando vives para la santidad, tus actos acaban llegando a tanta gente y haciendo tanto bien», indicaba.

Hábitos de todos los tonos y banderas de países de todo el mundo reinaban en cada rincón del lugar. A pesar de la cantidad de asistentes, no se produjeron incidentes destacables. Los miembros de Protección Civil solo tuvieron que atender a tres personas que se marearon por no haber desayunado bien o no haberse hidratado adecuadamente.

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«Hoy estamos todos aquí para celebrar un camino largo que por fin se consigue acabar con su beatificación. Es un ejemplo para todas nosotras. Nos inspira y nos llena de fe con sus actos», indicaba Lilian, misionera de Colombia que viajará en las próximas semanas a Filipinas para construir un hogar para niños sin recursos en honor a la madre Emilia. «No podía perdérmelo, ella ha sido muy importante para mí», explicaba Sonia, mujer afincada en Madrid pero procedente de Bolivia. Ella le debe a María Emilia «haberme salvado en un momento complicado». «Estaba desesperada, no sabía cómo arreglar un problema que tenía porque era una situación complicada y parecía que todo iba a acabar mal. Pero me dieron la estampita de la madre Emilia y todo se arregló en un solo día», afirmaba.

Vídeo. Así se vive dentro de la Catedral el acto de beatificación . A. AGUILAR

Cada uno de los asistentes a esta beatificación guarda una historia personal con la beata. Para algunos, fue su aliento y su sanación en momentos duros. Para otros, un ejemplo de lo que la bondad puede conseguir. Para la mayoría, un impulso para salir adelante con fe y fuerza. Por eso, ninguno quiso perderse el momento: todos querían tener la suerte de presenciar su beatificación. Una suerte que quiso mejorar Paco, lotero granadino, que decidió trasladarse a las puertas de la Catedral para ver si «con tanta gente mejoro mi suerte y vendo más lotería». Y lo consiguió.

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Tras dos horas de ceremonia, los peregrinos volvieron a traspasar las puertas de la Catedral. En el exterior, el frío se había calmado. Los primeros rayos de sol rompían la invernal estampa. Granada estaba sumida en una marea de fe que había conseguido amainar hasta el gélido invierno.

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