Esa costumbre tan poco habitual en Granada, la de tomarse el café por la calle, en un vaso de plástico, mientras caminas de un sitio a otro, se ha convertido en algo esencial de la ciudad. En un día en que lo esencial ... y lo no esencial marca la diferencia, a falta de un desayuno sentado en una mesa, los granadinos recurren a los bancos, a las plazas, al paseo y al sol tan espléndido que brilla hoy, para mantener sus desayunos fuera de casa.
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El cierre en crónica
José E. Cabrero
José E. Cabrero
Resulta que sí, que Granada sí huele a café. Y puede que más que nunca. Algo francamente inesperado. La mayoría de las cafeterías no pueden atender en sus locales, pero han aprovechado el vacío que deja la norma para servir bebidas calientes y tentempiés para llevar. Como Berta, que salió de su oficina pasadas las once y le cambió la cara cuando descubrió que la cafetería Oteiza, en el Arco de las Cucharas, estaba abierta. «Un café con leche, por favor», pidió. Manuel, el camarero, cuenta que «desde primera hora la gente buscaba una cafetería desesperadamente». «La gente -sigue- necesita el café y entran con cara de alegría cuando nos ven. ¡Se me han gastado los vasos para llevar en un pispás!».
María y Remedios bajaban por la plaza de la Romanilla con el estómago crujiendo y los ojos bien abiertos, buscando algo. «Es que no hay nada abierto, es deprimente -dice María-. Entonces nos hemos encontrado la churrería y no nos lo hemos pensado». Y así, sentadas en un banco a espaldas de la estatua del burro, disfrutan de un desayuno distinto: chocolate calentito en un vaso de cartón y un paquete de churros recién hechos. El sol va de tapa.
El vaso blanco con tapadera y la bolsa de papel se han convertido, en este primer día de extraño confinamiento, en la metáfora de lo que está pasando en Granada: no hay sitios en los que pararse y no hay tiendas abiertas. Parece un domingo cualquiera, pero los colegios están llenos. Las aulas de las facultades están vacías y el runrún de la calle es una incómoda calma tensa. «¡No se puede hacer nada! ¡No se puede hacer nada de nada!», lamenta María en Puerta Real. En Mesones sólo se escucha la música de una óptica, nada que ver con la sensación de estar sintonizando una radio cada vez que se pasea por esta calle.
Algunas tiendas, pese a estar cerradas, tienen gente dentro. Aprovechan para la limpiar, ordenar y hacer balance. Y en los comercios de comida para llevar, la actividad no para. Todo apunta a que en cuanto pase la hora del café, llegará la hora de salir de... tápers.
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