Sebastián Pérez, concejal del PP en el Ayuntamiento de Granada ·
El dirigente popular no ha conseguido hacerse con la alcaldía de la capital granadina con el peor resultado del PP en 36 años, aunque diga que tiene que esperar dos años
Sebastián Pérez (Granada, 1965) asaltó los cielos de la política granadina en 2011. Aquel año, el dirigente popular consiguió ser presidente de la Diputación Provincial con mayoría absoluta, un hecho inédito desde la recuperación de la democracia. Lo logró por méritos propios, pero también por deméritos de su principal rival: el PSOE.
El errático manejo de la crisis económica del Gobierno socialista presidido por José Luis Rodríguez Zapatero (pasó de negarla a aplicar unos recortes que hundieron a España en la depresión) había arruinado la 'marca' PSOE. Un tsunami 'anti Zapatero' recorría el país y el PP, comandado por Mariano Rajoy, iba en lo alto de la ola. En ese contexto, se celebraron los comicios municipales y el huracán de cola ayudó a Sebastián Pérez a hacerse con el timón de la Diputación, un sueño largarmente acariciado por el dirigente del PP (después, en las generales, Rajoy obtuvo una aplastante mayoría absoluta).
Concurrió a las elecciones municipales en un escenario de tormenta perfecta
El cénit de su carrera lo alcanzó en 2011, cuando logró el gobierno de la Diputacion Provincial
Pérez era en ese momento sinónimo de poder: máximo responsable de la institución provincial, concejal en el equipo de gobierno del Ayuntamiento de la capital, senador y presidente del PP de Granada.
Él entonces no lo sabía, pero esos días tan dulces iban a marcar el inicio de un lento declive que iría acelerándose con el paso de los años. La primera señal de que su suerte estaba cambiando fue que no pudo retener la presidencia de la Diputación. Obtuvo un buen resultado electoral, pero insuficiente para impedir un gobierno de la izquierda encabezado por el PSOE. Su pasó por la cúspide del gobierno provincial se convirtió en un mero paréntesis.
La 'Operación Nazarí'
Pero el futuro le reservaba disgustos aún más severos. En 2016 estalló la llamada 'Operación Nazarí', una redada policial contra una presunta trama de corrupción urbanística en el que, supuestamente, estaba implicado el alcalde de Granada, José Torres Hurtado, que fue detenido para escándalo de propios y extraños.
Ya por aquel entonces, y tras años de ser uña y carne, Pérez y Torres Hurtado, eran enemigos íntimos. La lucha fratricida que ambos habían mantenido de forma más o menos discreta reventó con el trauma de la 'Operación Nazarí': Torres Hurtado aceptó dimitir, pero siempre que Pérez renunciase también a su 'escaño' municipal. Y el presidente del PP de Granada se fue del Ayuntamiento, entregó su cabeza a Torres Hurtado sin apenas rechistar. El PSOE, con solo ocho ediles, se hizo cargo del gobierno municipal. El PP seguía perdiendo poder en Granada.
El enfrentamiento entre los partidarios del exalcalde y los de Pérez se trasladó al seno del PP provincial. Es cierto que Sebastián revalidó el cargo al frente del partido, pero con la oposición de un 30% de los afiliados. Además, un juez sentenció que había habido irregularidades en el congreso de la enésima reelección de Pérez, un asunto que aún está pendiente de lo que diga la Audiencia. A todo esto, empezaron a llegar a los juzgados nuevos escándalos de la época de Torres Hurtado.
Las noticias que llegaban de Madrid también eran pésimas. La corrupción, el mismo mal que acabó con el gobierno local de la capital granadina, se había llevado por delante al Ejecutivo de Rajoy y el socialista Pedro Sánchez estaba al mando. Para colmo, Ciudadanos y Vox amenazaban seriamente la hegemonía del PP en el centro-derecha como antes lo había hecho Podemos con el PSOE.
Las aspiraciones
En ese escenario de tormenta perfecta llegaron –tras unas generales que supusieron un descalabro colosal del PP– las elecciones municipales del pasado 26 de mayo. Pérez encabezaba la lista popular y aspiraba a convertirse en alcalde de Granada. Presumiblemente, era su último cartucho para seguir en la primera línea política. Objetivamente, el resultado de Pérez fue un fracaso: retrocedió más de doce puntos con respecto a los anteriores comicios locales y perdió cuatro concejales: pasó de los once que había conseguido el defenestrado Torres Hurtado a solo siete.
El PP granadino tuvo su peor rendimiento en la capital en 36 años, que se dice pronto. Pese al batacazo, Pérez se mostró confiado en ser el próximo regidor de Granada. Contaba con que los tres ediles de Vox, y aunque el cabeza de lista de esta formación tenía viejas pero profundas rencillas con él, y los cuatro de Ciudadanos le apoyasen para repetir la formulada estrenada por el tripartito andaluz. El hecho de que la candidatura del socialista Francisco Cuenca hubiese sido la más votada, consiguió diez ediles, no fue un freno para Pérez.
Después, mientras la partida se jugaba entre Madrid y Sevilla, se mantuvo un silencio, un mutismo del que solo ha salido esta mañana para jurar el cargo de concejal de Granada mientras Luis Salvador juraba el de alcalde de la ciudad. Como un alquimista, ha transformado un fracaso en un éxito que celebrará dentro de dos años, cuando Luis Salvador ceda la alcaldía a Sebastián Pérez, tal y como los populares dicen que lo han pactado.
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