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Raquel Rienda, una deportista granadina que ha dedicado toda su vida a la nieve.

«Las deportistas tenemos que trabajar el doble para lograr lo mismo que los chicos»

IMPRESCINDIBLES ·

Viernes, 28 de febrero 2020

Raquel Rienda lucha contra su propio pasado para que las niñas esquiadoras tengan su propio futuro y que sea mejor. «Las deportistas tenemos que trabajar el doble para lograr lo mismo que los chicos», sentencia después de toda una vida de carrera deportiva en la nieve. No me gustaría a mí estar en el pellejo de ese pasado de Raquel, porque a tesón, sacrificio, esfuerzo, superación y competición a Raquel poca gente puede intentar ganarle. Ella lo sabe. «El deporte es machista, sobre todo si estás sola». Por eso quiere que ni una sola esquiadora más tenga que enfrentarse a sus vivencias.

Raquel tiene ahora 43 años y su vida está jalonada por el esfuerzo de superar cada contratiempo. Ytambién la soledad de un mundo que solo busca el éxito, las medallas, y se olvida de la persona, sobre todo si eres mujer. «Solté los estudios cuando estaba en competición. En 3º de BUP, con 16 años, aunque ya empecé a competir con diez añitos».

El cruce de caminos, la dicotomía la explica de esta manera para conjugar el futuro con su pasado. «La gente no deja los estudios por el deporte, y yo dejé los estudios y continué con el deporte. Lo decidí así». Lo que busca Raquel es oportunidades para las jóvenes que se tengan que enfrentar a esta decisión. «Que decidan lo que quieran, pero que tengan claro que pueden elegir sin renunciar a nada. Sin dejar el deporte». Es la lucha de su vida.

Raquel, entonces, dejó los estudios por el deporte con 16 años y se retiró una década después. «Dejé la competición y me encontré que no tenía nada». «Cero». «Y empecé a labrarme mi futuro». Empezó con los cursos técnicos deportivos específicos de la nieve hasta ser técnico deportivo superior en esquí alpino, el grado máximo, que tiene su formación específica. Tardó entre una cosa y otra –se quedó embarazada dos veces– otros diez años, ya que es técnico superior desde 2016.

«Y hay que pagarlos. No he tenido ayuda económica de nada. No se me ha reconocido que he hecho esquí de alto nivel en ningún momento para tener ayudas a nivel técnico. Es muy heavy, me lo he tenido que currar yo solita». Eso sí, ha cumplido sueños y tiene futuro: «Me ha permitido formar a futuros profesores, montar mi propio negocio –junto a su marido mantiene el club y escuela de esquí Snowtracks y la tienda de deportes Nivalis, en Cenes de la Vega–, y trabajar con la Federación Andaluza de Deportes de Invierno (FADI)». Yes en este organismo donde pelea para que las deportistas tengan un futuro que a ella se le negó.

Alfredo Aguilar

Las medallas de verdad

En la FADI, con la Junta de Andalucía, forma parte de la junta directiva del programa 'Mujer y deporte'. Es como si el traje lo hubieran diseñado para Raquel porque el trabajo es dar visibilidad a las mujeres del deporte de invierno. «La idea es que no dejen el deporte, darles la formación y ayuda suficiente para que vean también que siguiendo en el deporte tienen salidas. Que no es un 'ahora compito y luego nada'. Que pueden convertirse en entrenadoras, jueces, delegados técnicos de la FIS. Que puede ser un modo de vida tan bueno como cualquier otro sin necesidad de dejar la competición».

Ymás. «También buscamos que no haga falta lograr una medalla para conseguir una calidad de vida, porque la forma de vida en sí ya es una medalla». Es cuasirevolucionario:«Hay que darle la vuelta al círculo vicioso feo de que si no hay podio estás perdida. Enseñar que si compites ya has triunfado en esfuerzo, rendimiento, lucha y pelea. Esos valores son las medallas». Como todas las que luce Raquel.

Alfredo Aguilar

«Tardé un año en recuperarme dela primera sesión, pero tres meses de la segunda»

«Yo era la número cuarenta del mundo».Se dice pronto. Raquel Rienda ha sido una deportista de alta competición y tiene esa carrera a sus espaldas, llena de pistas de esquí, ilusiones, sueños, decepciones, frustraciones y lesiones. Por ejemplo, no fue convocada para la cita de los Juegos Olímpicos de Invierno en Salt Lake City en el año 2002. «No es justo», dijo en esos momentos. Acababa de salir de una lesión gravísima y le prometieron un puesto si se recuperaba y estaba en forma. Lo logró. «Tardé un año en recuperarme de la primera sesión, pero tres meses de esta segunda». Ahora, con el tiempo, cuando recuerda, solo sonríe.

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