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Encarna tiene dos lavadoras y una secadora pero frota sobre la piedra del lavadero de Melegís. Lo que lava son dos «rodillas», que es como ... se les llama a los paños domésticos. Embadurna con jabón casero y quita la humedad al sol del Valle de Lecrín bajo el que tiende. El silencio denso de los que se han marchado se compensa con el bendito sonido de la vida. Al pueblo han llegado negocios nuevos. «Al que venga aquí a poner un ladrillo, con le ley por delante, le hacemos palmas con las orejas». Antonio Ruiz Garrido, el alcalde de El Valle –al que pertenece el núcleo de Melegís–, habla claro. Dice que no le gusta la «venta de humo». Por eso valora los brotes verdes en su pueblo, en forma de nuevos vecinos, pero sabe que no hay que bajar la guardia. «El Valle es muy bonito, pero tenemos que hacer que se queden. Que valoren las naranjas. Que se hagan embarcaderos en el pantano», apuesta.
Allí, en Melegís, dos emprendedores han hecho su apuesta. Se trata de Carmen Gallego, con su clínica estética, y Michael Sandoval, que acaba de inaugurar un restaurante con alojamiento. Ambos se han unido y venden experiencias en el corazón del Valle. Una forma de abrir camino entre esas calles solitarias.
La vida se abre paso en la Granada vacía, después de que se hayan puesto manos a la obra para frenar la sangría. Crecer es complicado pero al menos se puede taponar la herida. Una casa y opciones de buscarse el pan son las ofertas del lado más rural de la provincia. Municipios en lo alto de una sierra, con caminos sinuosos, con paisaje de desierto o con la playa a doce minutos.
Familias jóvenes, nómadas digitales y jubilados extranjeros son los perfiles buscados y encontrados.
La Diputación trata de combatir la despoblación desde el área de Reto Demográfico, que empezó a funcionar en 2023. La idea es que estos pueblos tengan recursos y puedan invertir en medidas que les aporten vecinos. Entre los últimos programas está el de las subvenciones para servicios sociosanitarios como el podólogo o los talleres para niños y otros como el de parques infantiles, que llevará zonas de juegos a los municipios que no se pueden permitir realizar ese gasto en la infancia. Además, una nueva subvención –programa Ecopueblo de 1,6 millones– ofrece la instalación de placas fotovoltaicas para que los ayuntamientos puedan ahorrar en la factura de la luz y destinar sus ingresos a otras cuestiones. «El podólogo ha tenido mucho éxito, hay cola y los mayores están contentos», cuenta Ambrosio Molina, alcalde de Gor.
En Galera (a hora y media de Granada capital) acaban de invertir 30.000 euros en un estudio exhaustivo de la forma de buscar nuevos vecinos. El alcalde, José Manuel Guillén, expone que en este documento aportan cómo encontrar una casa y desempeñar un trabajo allí o desde allí. De hecho, más del 90 por ciento de las viviendas del municipio tienen acceso a fibra, algo que facilita el teletrabajo, como el de un profesor de inglés que imparte sus clases desde el pueblo. «Tal y como están las cosas, el mundo rural ofrece grandes posibilidades», apunta el regidor de este pueblo de la comarca de Huéscar, que ha ganado doce habitantes. En el Ayuntamiento de Galera ha publicado una guía con consejos para mudarse al pueblo. El municipio cuenta con un equipo técnico para ayudar a estos nuevos vecinos con citas para el papeleo. El precio medio de la vivienda es de 693 euros el metro cuadrado –2.686 euros en Granada capital–. Allí existen dos inmobiliarias importantes que apoyan la decisión de compra, como en el proceso jurídico y administrativo.
En Lújar está José Antonio González, el alcalde, un auténtico enamorado de su pueblo que hizo la apuesta de vivir allí aunque trabajaba fuera. Asegura que es un lugar idílico y que el albergue que han abierto ha conseguido aportar vida. Está convencido de que la despoblación hay que trabajarla y pide ayuda a otras administraciones para, por ejemplo, arreglar la carretera.
El alcalde de Játar, Alexander Leo Van Oepen, es además un ejemplo de poblador y de fijación de los vecinos al territorio. De origen alemán pero criado en el pueblo, se ha quedado con el restaurante local, el bar Los Ángeles, que pensaba cerrar sus puertas. Su hermano regenta el estanco, otro foco de vida.
«Hay gente estudiando ingeniería agrónoma para quedarse a trabajar en el pueblo, porque aquí hay cinco meses en los que la agricultura está muy fuerte», cuenta el alcalde que también comparte el criterio de que la búsqueda de vecinos hay que trabajarla. En Játar tienen un cheque bebé y van naciendo niños. Hay esperanza.
Luego está Gor, donde se fomenta tanto la natalidad que la escuela se ha llenado de críos. Aquí existe el también una ayuda por niño para los dos primeros años escolarizados. De ocho niños han pasado a 28 el curso que viene.
En estas repoblaciones, lo más complicado es encontrar una casa. Por lo general, en los pueblos existen muchos contrastes entre las viviendas antiguas de los pueblos y los grandes cortijos a las afueras. De hecho, algunos municipios han pedido tener un registro de estas casas para poder ofrecerlas a sus nuevos residentes. Los precios siguen siendo competitivos pero, como cuenta José Antonio González, alcalde de Lújar, a menudo las casas están liadas en herencias o, en el caso de otros municipios, los vecinos las conservan como segunda residencia para ir dos veces al año y el resto, están vacías.
Los alquileres son casi inexistentes. Desde la asociación de Inmobiliarias de Granada, el presidente, Ángel Muñoz, dice que por ahora solo se vende capital, Área Metropolitana y en zonas pobladas. En los pueblos vaciados no hay mercado, aunque les encantaría poder ampliar horizontes.
«En Lújar lo más costoso son las reformas porque hay que hacerlas con medios rudimentarios y manuales», cuenta el regidor José Antonio González.
El alcalde de Gor, Ambrosio Molina, busca promotoras para que construyan viviendas en su municipio. No hay vacías ni para alquilar ni para comprar. «En cuanto alguien saca una casa, se la quitan de las manos». Las familias van al calor de la agricultura que les da buenos meses de trabajo pero encontrar un hogar es algo básico.
A los municipios les falta esa herramienta que reúna sus casas y les haga un inventario con el que captar los residentes. De hecho, Diputación está recopilando esos datos de manera global porque es algo necesario para que puedan vecinos nuevos.
Los municipios de la Granada vaciada están dipuestos a pelear cada empadronamiento y de convencerles a nuevos vecinos las bondades de la vida rural en la provincia granadina.
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