Los bares asumen el toque de queda y vaticinan nuevos ERTE ante las restricciones

Hosteleros y comerciantes ven pertinentes las medidas sanitarias, aunque piden ayuda a las administraciones para evitar la quiebra

Sábado, 17 de octubre 2020

Incertidumbre y miedo. Son las dos sensaciones con las que muchos comerciantes y hosteleros de Granada se han despertado este sábado. Las medidas anunciadas en la tarde de ayer por la Junta de Andalucía -restricción de aforo al 50% tanto dentro como fuera de ... los negocios o limitación de los grupos a seis personas, entre otras- se han activado a las 8 de la mañana y a esa hora ya se ha podido ver el efecto inmediato en las calles. Espacios como el parque Federico García Lorca han amanecido cerrados, en perfecto cumplimiento de la orden autonómica. También las zonas de juegos infantiles, como la de La Romanilla, donde los agentes han colocado cintas para impedir el acceso de los niños.

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Pero donde más se ha notado es en la hostelería. Cafeterías, bares y restaurantes han tomado nota de las restricciones y han limitado el número de mesas desde primera hora. «Nosotros poníamos de 12 a 14 y vamos a dejar entre 4 y 6», explicaba Antonio, dueño del bar Rialto. El hostelero reconocía que, en su caso, las nuevas medidas ya han tenido un impacto directo en los trabajadores y mostraba su preocupación por el futuro del negocio. «Es la ruina», admitía. «Éramos 9 empleados y tuvimos que quitar 3 después del confinamiento. Hoy vamos a trabajar 3. Todo se ha reducido. Imagino que tendremos que ir al ERTE».

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Galería. Ambiente en las calles de Granada este sábado en el primer día de restricciones RAMÓN L. PÉREZ

A solo unos metros, la dueña de otro de los establecimientos del entorno mostraba sus dudas sobre la instrucción de la Junta. «¿Qué hacemos?», se preguntaba. Inicialmente uno de sus trabajadores ha organizado el espacio para reducir de ocho a seis mesas la terraza, dejando más de tres metros de distancia entre ellas. Ella, sin embargo, ha preferido cumplir la normativa y ha quitado las dos sobrantes. «Tenemos licencia. 8000 euros que pagué a finales de diciembre y mira... aquí hay 3 metros de distancia de una a otra. ¿Qué hago? ¿No será peor que nos denuncien? Las voy a quitar...», decía prudentemente.

En el restaurante Las Tinajas, la mañana ha sido para echar cuentas. José Enrique Álvarez aseguraba que las restricciones pueden tener un efecto «dramático» para el negocio. «Hemos perdido al 95% del turista extranjero; al nacional, le cuesta venir y el local no quiere entrar en el comedor porque le da miedo», explicaba. «Hemos sufrido una disminución de ventas superior al 50% y el bajón de la última semana ha sido terrible. Donde estábamos 20 empleados, ahora hay seis y me temo que tendremos que buscar un ERTE».

Rafael Espejo, del asadero La Romanilla, reclamaba «compromiso» a las administraciones con los negocios. «Con cinco mesas en el exterior y dentro un comedor en el que no quiere entrar nadie, la situación es fea», explicaba. «No considero que las restricciones sean injustas, pues la salud es lo primero. Pero las instituciones deben tener en cuenta que estamos en situación de trimestre de impuestos y deben buscar una fórmula, sea la paralización o el fraccionamiento de los pagos, para que podamos sobrevivir».

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Más allá del drama de los hosteleros, los comercios también se han visto afectados, aunque en menor medida. En algunas de las tiendas de la calle Recogidas se han colocado carteles informativos. Centros como El Corte Inglés activaban ya desde el incio dispositivos especiales para controlar el aforo. Allí, según explicaban desde la empresa, personal de seguridad y trabajadores propios van a revisar que no se supere el número de personas límite en tienda. También se ha formado a empleados para estar atentos a las aglomeraciones y dar indicaciones a los clientes para evitarlas.

En supermercados y espacios de alimentación del Centro se han repetido escenas parecidas a las de meses atrás. Ocurría en la Frutería Sergio, en General Martínez Campos, donde hasta tres personas se acumulaban en el exterior para no superar la limitación. O en la Frutería Sandra, en Camino de Ronda, con cinco personas aguardando su turno. «Es lo que toca», decía una de las clientas mientras esperaba su turno. «La gente se pensaba que el 'bicho' se había ido y seguía entre nosotros como si nada».

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