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La violencia de género entre adolescentes es una realidad cada vez más palpable y se da de múltiples formas. «Acosan a sus parejas por el móvil y las redes sociales, controlan con quién se escriben y con qué frecuencia y las chantajean, con que si ... no les dan las claves de sus perfiles es porque realmente no los quieren...». Estos son algunos de los ejemplos de acoso entre parejas menores de edad que relata la presidenta de la asociación La Volaera de Granada, María Martín, quien detalla que el ciberacoso es sólo una pequeña parte de las agresiones que han denunciado a su entidad las jóvenes que han acudido en busca de ayuda. El asunto más preocupante es sobre abuso sexual entre menores. «Los adolescentes no ven violencia de género en la violación de la pareja, por eso muchos menores repiten los patrones del porno con sus novias sin importarles si el sexo es consentido o no», destaca Martín.
La Volaera actualmente atiende a cuatro chicas de entre 14 y 17 años, que no quieren dar su testimonio anónimo por miedo, pero sobre todo por vergüenza. «Muchas jóvenes tuvieron su primera relación sexual con el chico que les molaba, pero que las trató como si fuera una película porno porque pensaban que eso era el sexo que les gustaba, incluso en un caso hubo penetración anal sin consentimiento», explica esta activista por los derechos de las mujeres y en contra de la violencia machista. «Es impresionante cómo la pornografía se ha convertido en una especie de pedagogía de socialización en el sexo, en la que básicamente son los chicos los que someten a las chicas porque es lo que han visto en vídeos y lo consideran normal», apunta Martín.
Las adolescentes que viven una primera relación de pareja tóxica se recuperan antes que una mujer adulta porque no arrastran ninguna carga familiar como hijos y tienen toda la vida por delante, pero Martín añade que esto sucede siempre y cuando se detecte rápidamente su caso o ellas mismas decidan poner punto y final a su situación y busquen ayuda, algo que no es fácil por las presiones que reciben por parte de sus novios. «El amor romántico hace mucho daño y ha generado la creencia que tener celos es bonito porque significa que le importas, cuando es al contrario», apunta Martín. En este sentido, considera que es imprescindible que tanto las afectadas como amigos y familiares sepan reconocer las señales de una relación de violencia machista para buscar ayuda cuanto antes. Además, insiste en la necesidad de penar la omisión de socorro en un caso de violencia de género para todas aquellas personas que estuvieran al tanto de la situación y no hicieran nada por evitarla. «El silencio los hace cómplices», sentencia.
El primer indicio que señala Martín es un cambio de actitud en la menor «desde que empieza a salir con el novio». A modo de ejemplo, señala que se volverá más distante y dejará de hablar paulatinamente con familiares y amigos porque «el maltratador la alejará y tratará de aislar de su círculo». Sobre las posibles secuelas, Martín destaca la desconfianza inicial a establecer otras relaciones, pero recalca que un tratamiento con un buen psicólogo es muy efectivo especialmente con las más jóvenes.
«La coeducación tiene que estar sí o sí en los planes de igualdad, no se puede ver como algo alternativo», indica Martín. La presidenta de La Volaera cita los últimos datos del Instituto Andaluz de la Mujer (IAM) y alerta de que el 24% de los jóvenes andaluces considera que el lugar de la una mujer está en casa. «Hemos retrocedido, el machismo se recrudece», lamenta.
Entre las causas que destaca está la proliferación de programas televisivos como 'Mujeres, Hombres y Viceversa', que «cosifica a la mujer y mercantiliza su cuerpo». Martín critica que «cada vez más jóvenes sigan estos patrones» y alerta de que el perfil de joven maltratador ha bajado de los 18 a los 14 años.
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