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pilar garcía-trevijano
Domingo, 25 de noviembre 2018, 00:52
«Los medios de comunicación, la familia, la religión, la literatura, el cine, la música y todos los agentes socializadores están absolutamente preparados para educar en la desigualdad. Los maltratadores son hijos sanos del patriarcado». «Mientras la mujer se siga considerando una propiedad no podremos ... ser libres», manifiesta Ángela Salmerón Vilchez, profesora de Lengua castellana y Literatura y coordinadora del plan de Igualdad en el I.E.S Montes Orientales. Un programa obligatorio en todos los centros educativos públicos, que recibe el refuerzo de dos proyectos; El plan de convivencia de carácter obligatorio, y el plan voluntario Escuela de Paz. En esta línea, Salmerón trabaja con el alumnado del centro a través de talleres, lecturas y teatros que deconstruyen los roles de género. Desde septiembre aborda la desmitificación del amor romántico y la figura erotizada del chico malo, cadenas que se asientan en las bases culturales y es el fundamento de la dependencia tóxica y de la violencia machista en las relaciones de pareja.
«No quiero que tu felicidad dependa de mí», «no quiero llorar por quererte», «no quiero que seas mi media naranja», «no quiero que me perdones todo por amor... porque te quiero», son algunos de los mensajes que se han hecho virales en los grupos de clase y en los tablones de anuncios del instituto, difundidos desde la dirección para que los más jóvenes reflexionen sobre «el amor mal entendido» y la relación que tienen estas premisas con la violencia machista y sus consecuencias. Paradójicamente, el plan de Igualdad utiliza un arma de doble filo: Las redes sociales. Las plataformas interactivas se han convertido en un aliado en el control de la pareja: «No es que la violencia de género haya rejuvenecido, siguen matando a mujeres de 80 años, sólo que ahora hay más herramientas para visibilizar el maltrato, al igual que los jóvenes cuentan con un partidario en el control de la pareja: Las redes sociales».
Salmerón explica que los jóvenes tienden a asociar el noviazgo con actitudes de control y aislamiento provocados por los celos. La desconfianza se ha normalizado en las parejas más jóvenes y es lo que más se detecta en las aulas. «Pensar: mi novio está pendiente de mí y es celoso porque me quiere, son ciertas señales que puede desembocar en una relación de violencia y no pueden verlo, consideran que una relación de violencia es aquella que deja una marca física», señala. «Trabajamos mucho para que chicos y chicas sepan detectar una relación de violencia antes de que se legitimen conductas de control que no deja de empeorar porque las estamos fomentando desde todos los transmisores culturales».
La educadora confiesa que todos los años detectan casos de violencia machista. En los talleres y las charlas que realizan suelen surgir y aflorar situaciones que les ayudan a localizar alumnas que están siendo víctimas de violencia, no siempre con el alumnado del colegio. El centro educativo activa el protocolo de actuación y acompaña a la mujer en todo el proceso. Conducen a las jóvenes al Instituto Andaluz de la mujer para que reciban asesoramiento y conozcan los aspectos legales. «Informamos de cuál es el proceso por el que pasa una mujer cuando decide interponer una denuncia desde que la presenta hasta el juicio. Queremos ser francos y avisarles de esa doble victimización que a veces sucede cuando una mujer entra dentro del proceso judicial. Es importante que conozcan lo que les viene», apunta.
Salmerón alega que el peor momento para las jóvenes que presentan las denuncias se produce durante el arresto de la pareja: «Cuando a su novio se lo llevan al cuartelillo algunas se echan para atrás. Son personas que tienen dependencia emocional. Quieren salir de esa situación, pero sienten pena por sus parejas». Los jóvenes también viven con el machismo de la sociedad patriarcal bajo los parámetros de un modelo de masculinidad hegemónico. En relación a la diversidad LGTBI, Salmerón destaca que «los chicos son menos tolerantes por el concepto de masculinidad hegemónica». «Todo lo asociado a lo femenino está degradado y para ellos es peligroso hacer algo que por tradición corresponde al sexo contrario». «La obligación de demostrar su masculinidad provoca que tengan actitudes homófobas y tránsfobas».
Por último, la coordinadora expone que la educación afectivo- sexual es la asignatura pendiente de los centros: «Es carente y heteronormativa. Se centra en los aspectos clínicos y olvida otras opciones sexuales. Se debería abordar desde el feminismo».
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