En lo más alto de la más alta torre de Tablate hay un Homer Simpson pintado con rotulador. A su lado, una inscripción –una cicatriz, quizás– arañada en la piedra: «El Puñetazos Team», pone sobre una fecha, el 8 de marzo de 2019, y los ... nombres de Ana, Iñaki, Mónica y Javi. Apenas quedan muros sin manchar en Tablate. Desde que en los 90 se le pusiera el apellido de 'abandonado', el poblado lo ha perdido casi todo: las tejas, las piedras del molino, las puertas, las lápidas... Una dignidad arrebatada que ahora, poco a poco, domingo a domingo, se está restaurando.
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José E. Cabrero
Desde el pasado mes de noviembre, medio centenar de voluntarios se reúne semanalmente allí, en Tablate, para reconstruir sus calles y sus casas. Hace poco se consolidaron como una asociación cultural, Tablate Histórico, que reporta desde su página de Facebook. «Aunque no lo parezca a primera vista, es gratificante ver el cambio de cómo estaba esto a cómo está hoy», sonríe Paco Cortés, comerciante en Lanjarón y secretario de la entidad que preside Ibán de María Guardiola.
«Queremos recuperar la memoria y la historia de Tablate, que no es poco», asegura mientras pasea por la calle Real, que junto a la Inmaculada y Santiago Apóstol conforman las tres vías principales del poblado.
Efectivamente, cualquiera que pisara Tablate por primera vez podría pensar que es un pueblo fantasma. Pero lo cierto es que hay mucho trabajo hecho: toneladas de matorrales y escombros retirados, así como acequias y pequeños muros en reconstrucción. Eso sin contar la iglesia, que ya tiene puerta, luces y cámaras de seguridad. Incluso por dentro, que estaba repleto de pintadas, empieza a lucir con orgullo. «Lo que está peor es el tejado, que le cayó un árbol y lo rompió», apunta Cortés. «En el cementerio –sigue– estamos levantando la tapia, piedra a piedra, y queremos poner una cruz en el centro».
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Cortés lleva toda la vida pasando por Tablate, siempre atento a la torre de la iglesia, visible desde la carretera. Sin embargo, lo que más le une con el poblado es su bisabuela, natural de Béznar, que trabajó aquí. «Los de la asociación no nos conocíamos de nada, pero todos tenemos algo con Tablate... Yo creo que nos han unido la divina providencia y las redes sociales. Somos un grupo muy bonito».
Hay voluntarios que han donado miles de tejas, otros que aportan herramientas y todos, en general, regalan su tiempo a esta causa que han hecho suya. «El sueño es devolver la vida a las calles de Tablate, pisar el suelo que pisaron nuestros antepasados». Así lo pisan ya Isabel y María José, las Corchetas, propietarias de una de las casitas más hermosas del lugar.
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«En su pared –dice Cortés, emocionado– hay un jazmín que está verde y espléndido. Un jazmín que ha sobrevivido al expolio y al abandono de Tablate. Sigue vivo y para mí es una especie de símbolo del resurgir, de que la vida siempre se abre camino». Un camino que sigue creciendo, piedra a piedra, domingo a domingo. Las puertas, por si se lo preguntan, están abiertas.
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