El pasado domingo, 31 de enero, se cumplió un año del inicio de la pandemia de coronavirus en España. Fue en tal fecha de 2020 cuando se detectó el primer caso de la covid-19 en el territorio nacional, el momento en el que aterrizó ... la enfermedad que ha cambiado la concepción de normalidad. Un año de restricciones, de habituación a uso de términos como 'confinamiento' o desescalada y de casi 60.000 fallecidos, que deja una serie de lecciones y señala lo que queda por asumir. «Desde el punto de vista científico, hemos aprendido cosas», comienza el doctor Marcos López Hoyos, presidente de la Sociedad Española de Inmunología (SEI), que hace balance con IDEAL de la experiencia adquirida durante la gestión de la crisis sanitaria.
«Hemos aprendido a manejar mejor las herramientas que tenemos, aunque no han cambiado mucho de lo que teníamos al principio en el sentido de medicación, por ejemplo», argumenta. «Hemos quitado o eliminado fármacos y tratamientos que pensábamos que podían ser útiles pero que comprobamos que no. Nos hemos quedado con los que estamos viendo que lo son», abunda, aunque seguidamente resalta la muestra de la muestra de la capacidad científica. «Somos capaces de generar una respuesta como desarrollar una vacuna en un año, que ha sido un verdadero hito en la ciencia. Cuando hay conocimiento y se apuesta con dinero, se consiguen resultados. Ese es un mensaje para nuestro país: si queremos tener ciencia y tecnología, hay que apostar con dinero», asevera.
López Hoyos tiene claro que «se debe invertir en ciencia y tecnología, en conocimiento y que debe ser una inversión a largo plazo, sin pensar en resultados cortoplacistas», con el desarrollo de la vacuna como aval. «Creo que, después de esta pandemia, nadie puede tener la más mínima duda acerca de la utilidad en invertir en ciencia. Es cierto que, a veces, cuando se habla de investigación, parece que el dinero va a un pozo sin fondo, pero, con que una parte de los fondos dé los resultados esperados, se justifica de sobra lo que se pueda perder», sostiene, aunque asume que esta valoración es temporal. «Sinceramente, me temo que, cuando pase todo y se solucione, volveremos a olvidar esto», lamenta.
Decisiones políticas, no sanitarias
«Parece que los políticos no aprenden de lo que les dicen los científicos», apunta el presidente de la SEI, quien lo argumenta con la constante intención de los gobiernos de salvar las festividades. «Ahora empiezan a hablar de la Semana Santa, de movimiento y de que las cifras mejoran. Eso es lo de siempre; volveremos a tener problemas después, porque, para entonces, no vamos a tener la campaña de vacunación establecida y no va a estar la población protegida», avanza, y asegura seguidamente que España no ha «salvado ninguna de las fiestas, ninguna de las vacaciones». «Si planteamos así una Semana Santa, volverá a fallecer gente. Parece que eso no lo hemos aprendido, al igual que tampoco hemos aprendido del todo a tener una política común en ciencia y tecnología», esgrimió.
«De esta manera, tenemos 17 autonomías opinando cosas distintas, comparándose y compitiendo en un problema como el de la covid, que hemos visto que es global», prosiguió. «Yo ya lo dije hace dos semanas, que nos olvidáramos de la Semana Santa. No fui original, el arzobispado de Sevilla, por ejemplo, ya la eliminó. Lo es la Iglesia, con lo que supone para ella. Tenemos cifras de 900 por cada 100.000 habitantes, no veo factible reducirlas a menos de 25 por cada 100.000 habitantes en dos meses, y menos estando por ahí la cepa británica, que es muy contagiosa», expresó, convencido de que «no es difícil de entender y plantear». «Sé que es duro, pero habrá que buscar otras alternativas. Eso ya no me corresponde a mí, para eso hay economistas y políticos. Yo me dedico al tema técnico, que, claramente, indica que esto va a peor», afirma.
En este sentido, considera que «la población, en general, ha respondido muy bien cuando le han dicho las cosas que tenía que hacer». «La gente, como ha sufrido esta pandemia en su propia carne, en sus familias y en sus seres cercanos, está muy mentalizada con el tema y ha funcionado bastante bien, pero no lo podemos dejar todo al autocontrol de la población. Hay que establecer normas claras», considera López Hoyos, quien desearía «que este país fuera más del estilo de Australia o Nueva Zelanda» en este aspecto.
El científico defiende que «se ha demostrado que las cuatro medidas para salir de esta crisis sanitaria son autoprotección y protección, diagnosticar mucho y temprano para poder confinar, cuarentenas estrictas en focos y vacunación». «Ahora podemos tener las cuatro medidas, pero tenemos que aplicarlas a tiempo y al unísono. Así, podremos conseguir algún día estar como en el Open de Australia, todos sin mascarillas», asegura, para señalar más tarde que otro aprendizaje que deja la pandemia es «que este país depende mucho de la hostelería, lo que no es un pecado, pero es un sector que está sometido a muchos vaivenes».
El futuro
Bajo su punto de vista, «la cuarta ola va a venir si no se instaura rápido la campaña de vacunación y la población no es capaz tanto de protegerse como de proteger a los demás» mediante medidas de restricción. Aquí reside uno de los mayores fallos que, a su juicio, aún se cometen. «Al intentar salvar la economía, no tomamos medidas severas e igual hay que ser más brusco», sugiere, para puntualizar también que «ha habido un error muy importante que ha sido la logística de las campañas de vacunación». «Ha sido un error de bulto, no se planificó nada y llegaron las vacunas con solo una o dos Comunidades preparadas», subraya, echando en falta «coordinación» entre las autonomías y el Ministerio de Sanidad, si bien considera que «parece que, a raíz de las quejas y de sacarlo en prensa, se ha cambiado la actitud y se han puesto las pilas».
«Muchos de los problemas con la presión asistencial han sido porque los sistemas de salud estaban debilitados y no podían asumir la carga que vino», agrega, aunque considera que esto fue «un error del pasado» del que España debe «aprender para el futuro». En este, más o menos inmediato en función de el horizonte pandémico, espera llevar a la práctica algunas de las lecciones que deja esta experiencia. «Por ejemplo, hemos aprendido que el uso de mascarillas y la vacunación, junto con la restricción de viajes, han conseguido que no tengamos gripe para este año, un problema que siempre nos genera grandes gastos y nos obliga a elaborar planes especiales en los hospitales», indica, lo que le lleva a sugerir «usar la mascarilla en recintos cerrados durante épocas que, por epidemiología, son de mayor riesgo de infecciones respiratorias y vacunar masivamente de la gripe».