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La puerta de Fajalauza, vista desde intramuros. IDEAL
Granada Arqueológica | La puerta de Fajalauza, el anhelo de los últimos moriscos de Granada

La puerta de Fajalauza, el anhelo de los últimos moriscos de Granada

Granada Arqueológica ·

Fue una de las más tardías en construirse y dio su nombre a la cerámica granadina por excelencia

ángel rodríguez

Granada

Domingo, 31 de mayo 2020, 01:01

La historia como la arqueología, o mejor dicho, la arqueología que tiene como fin último contarnos la historia, se centra en la explicación de los paradigmas políticos, sociales e incluso materiales del pasado, partiendo en muchos casos de lo particular para intentar llegar a lo general. Cuando menos, sumando ejemplos que nos permiten comprender las grandes etapas de la historia del hombre. Pero a veces, muchas más de los que nos parece, también nos cuentan historias particulares, concretas, que de repente nos ponen en contacto con las personas que vivieron en el pasado, como si fuese una puerta por la que pudieran volver al presente en un gesto o un hecho desapercibido cientos o miles de años atrás, pero que se materializó y fue descubierto después por los historiadores y los arqueólogos.

Es la huella de un niño de siete años sobre un ladrillo fresco que pisó hace mil ochocientos años antes en Los Mondragones; la novelesca y angustiosa fidelidad del capitán del fuerte de Tablate frente a unas tropas formadas por sediciosos y malhechores que en 1569 pedía refuerzos al Marqués de Mondéjar antes de sucumbir, que solo quedó reflejada en una carta del Archivo de la Alhambra; o la pertinaz perseverancia en la práctica de Islam tras la expulsión definitiva de los moriscos de 1610.

En sí mismo no aportan nada de especial relevancia a la Historia con mayúsculas, pero humanizan nuestra ciencia, en tanto en cuanto que los protagonistas eran personas como nosotros que vivieron en el pasado. Entonces, por medio de un pequeño gesto fosilizado en el tiempo conectamos con ese momento, podemos ponerle nombre, cara y sentimientos. Se produce el efecto milagroso de la resurrección de los protagonistas. A partir de entonces se puede recuperar la intrahistoria, o las historias que se esconden debajo de los conceptos generales.

Detalle del arco y las almenas reconstruidas en 1701 por los Aranda Sotomayor. IDEAL

Uno de estos casos es el de la Puerta de Fajalauza –del árabe Bab Fayy al-Lawza, es decir, puerta del Almendro– que es, junto con la del Albaicín, una de las más tardías en construirse. Se encuentra en la muralla del Albaicín del siglo XIV. A diferencia del resto presenta un paso recto entre dos torreones de tapial, cubierto con una bóveda de ladrillo ligeramente apuntado. En la coronación existe una terraza con merlones y almenas que permitía no solo el control de la puerta sino también la compartimentación de la defensa, es decir, cortar el paso por el adarve, siendo el nudo de conexión entre el tramo superior que venía desde la Torre del Aceituno –Ermita de San Miguel Alto– y la inferior, que alcanzaba hasta la puerta del Albaicín o postigo de San Lorenzo.

Fortaleza

Funcionaba como una fortaleza autónoma, tal como queda atestiguado en el papel que jugó en los acontecimientos de 1487, cuando El Zagal se sublevó contra Boabdil y atacó la ciudad de Granada, ordenando que las fuerzas provenientes de Baza, Guadix y sus comarcas atacasen la puerta de Fajalauza para ocupar el Albaicín. No era una de las puertas principales de la ciudad debido a su emplazamiento en una zona periférica, pero tuvo cierta relevancia con respecto al control de la acequia de Aynadamar en su entrada a la ciudad y su vinculación con el barrio de los alfareros que a partir del siglo XVI se fue formando en su entorno, tanto intramuros como extramuros. No en vano le dio su nombre a la cerámica granadina por excelencia: la cerámica de Fajalauza.

Parece que el aspecto actual de la puerta es producto de las obras que se hicieron en 1705 cuando se reconstruyó la puerta de Fajalauza y Torre del Aceituno «reparando la torre que hay sobre aquella y echando almenas». Según M. Gómez Moreno «estas obras se estaban haciendo para colocar en aquellos fuertes alcaides descendientes de familia de moros según se decía». Efectivamente, esto es lo que nos permite vislumbrar una historia apasionante que ha pasado inadvertida. Recientemente Enrique Soria, al estudiar los últimos moriscos, explica cómo en el siglo XVIII Jerónimo de Aranda obtuvo la alcaidía de la puerta y de la Torre del Aceituno como parte de una estrategia para ocultar su origen morisco y convertirse en antiguos fieles servidores de la corona.

Detalle de la parte inferior de la puerta nazarí sobre la que se reconstruyó en el siglo XVIII. IDEAL

Todo tiene que ver con los acontecimientos que se sucedieron en Granada después de la conquista de 1492, en cómo tras la conversión forzosa decretada en 1500 se provocó una resistencia que fue más allá de los acontecimientos más trascendentales: primero la guerra de los moriscos, especialmente en la Alpujarra (1568-1571), luego la diáspora por Castilla y finalmente la expulsión definitiva en 1610. A pesar de todo, un reducido grupo de moriscos consiguió mantenerse en Granada, ocultos, enriqueciéndose con su trabajo y ascendiendo en la escala social, incluso asumiendo dignidades eclesiásticas, pero practicando el Islam en la intimidad de sus hogares, perseverando en las tradiciones ancestrales de sus antepasados. Una de las formas de justificar su ascendencia era hacerse descendientes de los mudéjares que se pusieron de lado de los castellanos en 1492 y que fueron reconocidos por los Reyes Católicos con la concesión de la alcaidía de la puerta de Fajalauza y torre del Aceituno.

Eso es lo que pretendieron los Aranda Sotomayor a principios del siglo XVIII, pero era bien conocido que todo era una farsa para consolidarse en la elite de la sociedad granadina. En 1727 fueron descubiertos por el Tribunal de la Santa Inquisición. Habían conseguido mantenerse en la ciudad, practicando sus rituales y ganando prestigio ciento diecisiete años más desde la expulsión definitiva, algo realmente sorprendente. Algunos huyeron a Estambul, acogidos por el sultán otomano y otros se quedaron, intentaron recomponerse o asimilarse definitivamente. Su rastro se puede seguir hasta finales del siglo XVIII. A la ciudad de Granada nos legaron la Puerta de Fajalauza, obra de aquellos moriscos pertinaces cuya labor nunca ha sido reconocida, apenas su existencia.

Ficha técnica

Lugar . Calle Cruz de Piedra.

Descripción . Puerta de la cerca o muralla del arrabal del Albaicín, formada por dos torreones de tapial. Fue objeto de una intervención arqueológica cuando fue restaurada en el año 2001.

Cronología . Construida en el segundo cuarto del siglo XIV, durante el sultanato de Yusuf I. Restaurada y mejorada por la familia Aranda Sotomayor, moriscos ocultos, en 1705.

Tipo de protección .Tiene la consideración de BIC. También forma parte del conjunto del Albaicín, Patrimonio de la Humanidad.

Acceso . A la puerta se puede acceder andando desde la calle Cruz de Piedra.

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