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alberto flores
Granada
Viernes, 19 de febrero 2021, 10:48
Al hablar del Bar Rialca, ubicado en barrio de la Chana, es imposible no pensar en sus tapas de carne en salsa, su arroz de los viernes o sus deliciosos caracoles. Un negocio familiar que desde el año 1975 se ha encargado de llenar ... de alegría y buena comida a todos sus vecinos. Un sitio que, tras toda una vida de trabajo, esfuerzo y sacrificio, ha visto cómo todo se ha ido a la basura en solo unos meses. «Hemos luchado para seguir adelante pero ha sido imposible», cuenta Rafi Alcalá, propietaria junto a sus hermanas del Bar Rialca. El coronavirus y la falta de ayudas han acabado con él pese a ser uno de los locales más populares de la zona y contar con una clientela fija.
Otros negocios cerrados
«Las ayudas no han sido como las pintan porque nosotros hemos tenido que seguir pagando prácticamente lo mismo», cuenta Rafi, que asegura que «nos hemos sentido completamente abandonados». Un bar de los de toda la vida en Granada que pusieron en marcha sus padres y que hasta el cierre lo manejaban entre hermanos. «Llevábamos toda la vida en él y nos iba bastante bien», aunque desde marzo del año pasado todo cambió con la llegada del coronavirus. «Durante el primer confinamiento estuvimos cerrados tres meses y luego nos dejaron abrir pero era muy difícil». Solo tres o cuatro mesas en la terraza y otras tantas en el interior del local. Insuficiente para mantener a todos los empleados sin perder dinero.
Entre ERTES, pagos a la Seguridad Social, facturas de luz, gas y agua, llegaría el verano con la noticia mucho más dura de digerir de toda su vida, la muerte de su hermano Francisco de un infarto. «Era la persona que siempre estaba tras la barra, lo conocía todo el mundo en el barrio porque era el alma del bar», recuerda emocionada. Se había ido Paco Rialca, como lo conocían en la Chana, pero la pandemia y la situación del bar, cada vez con más deudas y menos ingresos, no les permitía tomarse un respiro. «No nos quedaba otra que luchar, seguir intentándolo y mirar hacia adelante».
«La gente nos daba su apoyo, nos demostraba que les importábamos pero con las restricciones no podíamos trabajar». Tenían que seguir haciendo frente a las facturas y, pese a la concesión de un préstamo ICO, no encontraban manera de recuperar la rentabilidad. Llegados a este punto, durante las pasadas navidades, tuvo lugar una reunión familiar en la que llegarían a la difícil conclusión de que el Bar Rialta no podía seguir abierto. «Nos han abandonado y esta era la única decisión que podíamos tomar», asegura Rafi.
«Hemos tenido que pagar por montar la terraza sin poder usarla y los recibos de basura y agua eran los mismos aún estando cerrados». Una situación que no les ofrecía más alternativa si no querían hacer más grande su deuda. «Se han llevado por delante muchas cosas, nuestra vida y la de muchas familias», asegura. «Pasar por mi bar y verlo con la persiana abajo es demoledor. Sé que es lo mejor que podíamos hacer pero es muy duro». Un cierre, el del Bar Rialta, que hace que la Chana pierda un poco de luz.
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