Luis García Montero, en su despacho del Instituto Cervantes. IDEAL

«Echo mucho de menos Granada»

Mi aislamiento | Luis García Montero ·

Desde Madrid, donde supervisa los 87 centros del Instituto Cervantes, que dirige, transmite un rayo de esperanza: «Pronto reabriremos en Shanghái y Pekín»

ENCARNA XIMÉNEZ DE CISNEROS

GRANADA

Sábado, 28 de marzo 2020, 01:00

Le pillamos en su despacho madrileño del Instituto Cervantes, donde, como director y junto a «un equipo mínimo», coordina los 87 centros –y a su plantilla, con más de dos mil personas–, repartidos en casi medio centenar de países, la mayoría cerrados en este ... momento, siguiendo las recomendaciones locales.

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Sidney ha sido el último, pendientes de Tokio, donde se había firmado un convenio para que se instalara en propio Instituto la sede española para los Juegos Olímpicos, también suspendidos. La prioridad es el regreso de los trabajadores que así lo requieran, a los que, mientras, ofrecen los centros como lugar de residencia. Sabe, por tanto, de forma muy directa lo que cada Estado está haciendo, «unos más relajados que otros». Y, entre tanta mala noticia, anuncia un rayo de esperanza que viene del propio corazón del origen de la pandemia: «Shanghái y Pekín están ya preparándose para la reapertura».

Eso confirma lo que todos sabemos y es que, por mucha que sea la dureza del coronavirus, terminaremos venciendo, con paciencia y disciplina, por lo que «cumplo estrictamente las normas de confinamiento, saliendo lo menos posible», asegura. Acostumbrado a viajar por el mundo, no le pesa nada estar en casa, volcado en la lectura, y escribiendo, profesión que comparte con su mujer, Almudena Grandes. Y junto a ella vive este aislamiento, sin los hijos que, cada cual en su casa, «no vienen a vernos porque dicen que a nuestra edad somos personas de riesgo y no quieren contagiarse». Una broma que les hace sonreír.

Echa mucho de menos su Granada natal, a la que venía asiduamente, por trabajo y para ver a los suyos, especialmente a sus padres, ya mayores que, sin embargo, sabe están bien atendidos, gracias al resto de la familia –numerosa– a la que se siente muy unido y con los que mantiene el contacto con la tecnología que, advierte, «tiene cosas buenas y malas», y no entiende «cómo hay gente que se intenta aprovechar», en referencia a los bulos y a los intentos de estafa.

Confiesa, por el contrario, que ha «redescubierto valores que no se nos deben olvidar», como «reconocer que somos muy frágiles», y, para aprovechar el momento, sigue el consejo de un amigo: «Durante el aislamiento hay que terminar todas esas cosas que teníamos pendientes».

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Y atreverse con algunas nuevas, como las tareas del hogar, y no se le caen los anillos para poner una lavadora «y hasta me atrevo a planchar». La cocina no es lo suyo: «El desayuno sí me sale bien; y, cuando hace falta, abro una lata y hago una ensalada». Su suerte es que Almudena sí tiene buena mano en los fogones.

Está releyendo la biografía y la obra de Galdós al que considera «un referente para muchos poetas», y al que dedicarán una exposición, uno de los proyectos pendientes del Instituto Cervantes, que el próximo año cumplirá tres décadas de vida. Mientras, todos los recursos y patrimonio de la Institución están disponibles para el mundo. Es su forma de decretar «el estado de Cultura». Y espera que sea indefinido.

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