Rodalquilar, en el Cabo de Gata, es uno de los paraísos cercanos que tenemos al alcance de nuestra mano. Al pie de unas antiguas minas de oro, Rodalquilar ofrece calma y sosiego junto a una programación cultural de lo más interesante
Jesús Lens
Granada
Miércoles, 22 de julio 2020, 00:29
Conducir por las carreteras de costa tiene una magia especial, por lo que el viajero sin prisas no debe tener empacho en hacer kilómetros y, para llegar al Cabo de Gata, recorrer la Costa Tropical granadina, si fuera menester.
Una vez que deje atrás la autovía y comience a transitar por las carreteras del Parque Natural, el viajero se sentirá como un cowboy del siglo XXI que atraviesa los legendarios parajes del Far West. Hasta que, de repente, el intenso azul del Mediterráneo se aparece frente a él.
De todos los miradores que se asoman a los acantilados rocosos del Cabo de Gata, no hay que perderse el de la Amatista, con unas vistas espectaculares de la montaña entrando en el mar. Y también porque, apenas a un kilómetro, tras coronar una imponente recta de asfalto, el Valle de Rodalquilar, de origen volcánico, se le aparecerá en toda su magnificencia y esplendor.
Imprescindible
Visitas cercanas
Mirador de la Amatista: Espectaculares panorámicas.
Cortijo del Fraile: Situado a unos 5 kms. de Rodalquilar está el cortijo que inspiró las 'Bodas de sangre' lorquianas. El carril está en mal estado.
Arquitectura defensiva: Fortalezas y torres de vigilancia jalonan toda la costa.
Comer y beber
Panpepato: Italiano. Probar sus raviolis en leche.
Lebeche: Sus alcachofas con jamón son memorables.
Casa Raro: Comidas del mundo en la Haima de Fernán Pérez, a unos kilómetros de Rodalquilar. Exquisito el pulpo.
El Pintao: Pescado fresco en una agradable terraza.
Aun en pleno verano, Rodalquilar se aparece al viajero como un lugar tranquilo y pacífico, alejado del mundanal ruido. Sus casas blancas, bajas, elegantes y discretas nos siguen retrotrayendo al cine del Oeste clásico, cuando los protagonistas andaban cerca de la frontera con México. Máxime cuando comienza la subida a las antiguas minas de oro que tanta fama dieron a tan singular enclave almeriense.
Inciso: hace unos días, al hablar de las Gastro Rutas para este verano, aconsejábamos que, antes de darnos un atracón de kilómetros, es conveniente asegurarnos de que los restaurantes están abiertos y de que sus cartas ofrecen los platos o recetas más emblemáticos. Con las visitas turísticas y culturales ocurre lo mismo.
Por ejemplo, este verano, el viajero que vaya a Rodalquilar se encontrará cerrada La Casa de los Volcanes, el Museo Geominero que sirve de Centro de Interpretación de las minas de oro de Rodalquilar. Pero las minas sí que son accesibles. Y apenas se cruzará con nadie, teniéndolas a su entera disposición.
El espectáculo de una instalación minera abandonada bajo el ardiente sol del verano, en unos tiempos tan extraños como estos, resulta de lo más singular y, por momentos, inquietante. Como si hubiéramos salido de la narrativa del western para ingresar en la de zombis.
La fiebre del oro de Rodalquilar comenzó en 1880 y la explotación minera estuvo en activo hasta la década de los 90 del pasado siglo, dándose una curiosidad: el descubrimiento de un mineral hasta entonces desconocido y que fue bautizado como Rodalquilarita.
El viajero también puede dar un agradable paseo por el Jardín Botánico El Albardinar, donde se encuentran algunos endemismos y especies amenazadas de la flora almeriense así como vegetación natural que crece a su libre albedrío. Resultan llamativos el conocido como perejil del mar, unos palmitos gigantes y, por sus resonancias, los algarrobos, los cambrones y los gurullos. Así, el viajero curioso aprenderá a distinguir entre azufaifares, coscojares y cornicales, por ejemplo.
Los amantes de la botánica, deben darse un salto a Cactus Níjar, un vivero que también es un inmenso jardín con decenas de variedades de cactus de todas las formas y tamaños. Además, estratégicamente situadas entre las plantas se 'esconden' las elegantes esculturas de la artista Anne Kampschulte, por lo que el paseo resulta de lo más enriquecedor.
El Playazo
A poco más de un kilómetro de Rodalquilar se encuentra El Playazo, una de las playas más bonitas del Cabo de Gata, en cuyo extremo norte se sitúa una fortaleza de estilo renacentista llamada La Batería de San Ramón, de 1794. Es un tipo de construcción muy habitual en la costa andaluza dado que Carlos III mandó erigir 9 de ellas entre Almería y Málaga, con el objetivo de vigilar y controlar los posibles ataques de los piratas berberiscos. En los alrededores de El Playazo también se encuentra la Torre de los Alumbres, otra construcción renacentista, anterior a San Ramón, dado que data de 1510.
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