Alberto Flores
Granada
Miércoles, 24 de febrero 2021, 00:17
Uno de los bares más famosos del centro de Granada desde hace décadas era La Blanca Paloma, un local que abrió sus puertas en la calle Alhamar en el año 1986 y que tenía una gran fama por su pescado y berenjenas fritas. Sin ... embargo, pese a su éxito, la pandemia del coronavirus ha provocado que tres décadas después de su apertura se haya visto obligado a cerrar de forma definitiva. «Es muy duro tener que cerrar después de 35 años de trabajo pero era eso o hundirnos con él», cuenta Germán Castillo, que junto a su hermano Norberto dirigía el negocio desde el fallecimiento de su padre.
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Otros negocios cerrados
La llegada de la covid-19 a España cambió el panorama de su bar, que pasó de estar lleno todos los días a tener que cerrar debido a las restricciones. «No podíamos facturar nada pero a la vez había que pagar a los distribuidores, el alquiler, la luz, los impuestos y el agua», cuenta Germán, que añade que, por si fuera poco, antes del primer confinamiento tuvieron que hacer frente al pago completo por la utilización de su terraza. Con la llegada del verano volvieron a recuperar la actividad poco a poco pero nunca con el ritmo de antes de la pandemia. «Nuestra clientela era la de toda la vida, muchas personas mayores que tenían miedo de salir para ir a un bar».
Sin tantos clientes como solían recibir antes, los ingresos bajaban mientras que seguían teniendo que hacer frente a una gran cantidad de pagos. «Conseguimos un ICO e intentamos aguantar hasta que se gastó, ahí nos dimos cuenta de que no era viable seguir abiertos», confiesa el hostelero, que lamenta que la única ayuda que haya recibido el sector sea en forma de préstamo que deberán «devolver con intereses». «A los bancos se les salvó con ayudas directas pero a nosotros nos han dejado solos, no se si por incapacidad o por otros motivos». Lo lógico para el granadino hubiera sido que «ya que te obligan a cerrar se hicieran cargo de los negocios», en vez de impedirles abrir y tener que pagar todo sin facturar.
Llegó la Navidad y ahí fue cuando tomaron la decisión de cerrar de forma definitiva para no generar más problemas. «La situación era insostenible, era el emblema de nuestra familia pero no quedaba otra opción», cuenta Germán, que lamenta que hace cuatro años hicieran una gran reforma de 100.000 euros en el local que «ahora se ha ido a la basura». «Mi madre lleva un mes llorando desde que cerramos pero era mejor bajar la persiana a que esto nos costara la ruina de todas nuestras propiedades». Sin una previsión optimista para lo que resta de 2021, año que Germán considera perdido, todavía mantienen su restaurante de la Plaza Escudo del Carmen abierto, aunque reconoce que tiene miedo también por este negocio. «La crisis de verdad viene ahora, no creo que vayamos a sacar la cabeza pronto».
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