De Guardias Viejas a Balerma, la costa del levante almeriense abre su historia milenaria y sus largas ensenadas arenosas a quienes desean conocer espacios como Guardias Viejas y Balerma, las playas con baños romanos y castillos napoleónicos
El agua de la pleamar inunda las oquedades de las rocas pulidas por las olas, crea grandes charcos intermareales que en las seis horas siguientes, durante la bajamar, se mantendrán a la espera de que una nueva marea alta recicle el agua y permita la vida de multitud de organismos que aprovechan las charcas efímeras para sobrevivir. Son algas, erizos, cangrejos, crustáceos, moluscos de un sinfín de especies y alevines de peces que, arrastrados por las olas, caen en estos charcos a la espera de que la crecida los vuelva a arrastrar hacia mar adentro. Es sorprendente caminar despacio entre las rocas que sobresalen de la fina capa de agua y comprobar el movimiento de la vida marina a nuestros pies, mientras a solo unos metros, el suave oleaje de una mañana de verano invita a descubrir los secretos de la naturaleza en un paraje que, a pesar de la antropización de todo el entorno, logra mantener sus ecosistemas casi inalterados.
Las rocas calcáreas y sedimentos donde se crean las charcas de mareas protegen el litoral de Almería más próximo a Guardias Viejas y las playas que, desde el oeste de Almerimar, en El Ejido, se dirigen hacia la provincia de Granada; largas y lineales ensenadas de arenas finas que, desde el puntal de Guardias Viejas, llegan hasta la localidad de Balerma y continúan hacia el litoral de Adra. Arenas en dunas grises, con vegetación especializada en sustratos muy salinos, como en las playas de Huelva y Cádiz, tarajes, masas de perejil marino y, entre las dunas, bellísimas azucenas de mar, que caminan hacia una ancha extensión playera, en la que aún es posible mantener un cierto grado de intimidad y no se nos impone la presencia del 'bañista de proximidad', menos aún en un año en el que guardar las distancias se convierte en la norma número uno en nuestras jornadas junto al mar.
Información útil
Cómo llegar
Guardias Viejas: Al oeste de Almerimar, carretera de Balerma o, desde la A-7, salida 404.
Balerma: Desde Guardias Viejas en dirección oeste o por la salida 403 de la A-7
Castillo: Un kilómetro antes de llegar a Guardias Viejas, un cruce señalizado a la derecha.
No te pierdas
Las charcas de marea: Se forman en las rocas situadas en el puntal de Guardias Viejas.
Dunas: Cuatro kilómetros para pasear entre las dunas y el mar.
Bucear: Aprovecha la proximidad de una pradera de posidonias junto al faro de los Baños.
Chiringuitos: Los platos de pescado en los restaurantes playeros de Balerma.
Llegar a Guardias Viejas desde la A-7, la Autovía del Mediterráneo, es recorrer, durante siete kilómetros el corazón occidental del mar de plástico almeriense, pero la imagen de los invernaderos cambia de forma drástica cuando desde los altos del castillo, se divisa el azul del mar. El paisaje se torna fronterizo, con escasísimas urbanizaciones y tipología del sureste andaluz, de antiguas construcciones blancas con una sola planta.
Sorprende un cartel que anuncia la existencia de termas romanas, que se encuentran en el interior de una de las casas y que datan del siglo II antes de Cristo. Unos baños descubiertos gracias al hallazgo de una placa de piedra con una inscripción en la que un esclavo griego, liberado y después enriquecido, donaba las termas a la ciudad de Murgi, ubicada entre este punto y otras zonas al este de El Ejido. La existencia de estos restos arqueológicos es el motivo por el que la playa de levante se denomine de los Baños. Es un paraje muy frecuentado por autocaravanas y buceadores, ya que en sus fondos se encuentra una de las praderas de posidonias más accesibles desde la línea litoral.
La playa parece estar vigilada por un faro moderno, llamado de Los Baños, que ocupa una lengua de tierra que se adentra en el mar con otro curioso nombre, Punta de los Perros. A su derecha, se inician los roquedos horizontales con sus charcas de marea. La presencia de algunas barcas de pesca y de uso deportivo recuerdan que ese punto, resguardado de los vientos, formaba la pequeña ensenada de un puerto romano de hace más de dos milenios.
Caminamos entre las dunas en dirección a poniente. La cala de Guardias Viejas se convierte en una larga playa arenosa de 4 kilómetros ininterrumpidos que nos lleva hacia Balerma. Parecen oírse los sonidos de festivales de música como el Natural Music, y el Dreambeach Villaricos, que durante algunos años concentraron a miles de jóvenes en sus carpas y ante sus escenarios.
En el mar, numerosas tablas de windsurf aprovechan los vientos de poniente para deslizarse sobre las olas. Balerma muestra sus primeras casas tradicionales entre barcas de pesca, que contrastan con las urbanizaciones fomentadas por la economía de la agricultura intensiva. Atrás quedan ocho kilómetros de playas con naturaleza e historia, las últimas semivírgenes del litoral occidental de Almería.
Un fortín del XVIII convertido en museo
Sobre la playa de Guardias Viejas se divisa un antiguo fortín. Es un castillete del siglo XVIII ubicado sobre una pequeña colina desde la que se domina desde Punta Sabinar, en El Ejido, hasta los acantilados litorales de Granada. Abandonado durante años, ha sido restaurado y convertido en un museo donde se exponen trajes y armas de la época napoleónica, que recuerdan a los soldados que sirvieron en este castillo, construido para defender la costa de los ataques de piratas y ejércitos invasores. Merece la pena subir desde el patio de armas a sus almenas y divisar la totalidad de la costa occidental almeriense.
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