Reliquias arqueológicas de la carretera de la Costa de Granada
Rincones al descubierto ·
Del puente de Tablate y la Torre de la Cebada al Castillejo de los Guájares. Un viaje hacia la Costa Tropical por los antiguos caminos nos permite disfrutar de puentes, torres y castillos. Vestigios del pasado que ha dejado, congelada en el tiempo, la histórica e imprescindible voluntad de mejorar la conexión entre la capital granadina y el Mediterráneo
ángel rodríguez
Domingo, 26 de julio 2020, 00:01
Reliquias arqueológicas de la carretera de la Costa de Granada
La la orografía es un condicionante tan importante que había dos caminos distintos para bajar a la Costa. Uno llegaba a Motril y la costa oriental, y otro, a Salobreña y la parte occidental, hasta Maro y Nerja. Compartían el tramo inicial, que discurría desde ... la Vega de Granada hasta el Valle de Lecrín. Durante la Edad Media y hasta bien entrado el siglo XIX, los caminos eran de herradura o simples senderos sin pavimentar, que iban adaptándose a los distintos accidentes geográficos que se salvaban con algunas infraestructuras básicas, como los puentes. A partir de la segunda mitad del siglo XIX comenzó a trazarse la carretera que hemos utilizado hasta los años 80 del siglo XX y que aún podemos recorrer. La apertura, a pico y pala, la hicieron cuadrillas de presos, a quienes se prohibía expresamente dar gratificación económica alguna, por eso los taludes son tan verticales y de vez en cuando quedan algunas covachas que se excavaron para el control y descanso en el tajo. Se crearon dos cuarteles para confinarlos durante los trabajos, uno en Tablate, y otro, en los Acebuches (Ízbor) y sus trabajos más impresionantes son el antiguo puente de Ízbor, de cantería, que se yergue esbelto sobre el río; y el túnel que permitía salvar una peligrosa y profunda garganta. Hoy, la autovía cruza por el mismo lugar, ya que es de paso obligado. Debajo, en la antigua carretera, quedan estos verdaderos monumentos de la ingeniería histórica.
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El puente de Tablate
Llegados a Pinos del Valle, el camino se bifurca. Para ir a Motril se debía seguir por la izquierda. Hacia Salobreña, por la derecha. En la izquierda se encuentra el puente de Tablate, uno de los más singulares de Granada, envuelto en la leyenda e impregnado de historia. No es un puente nazarí, dado que los propios nazaríes lo destruyeron en 1491 para impedir que las tropas de Fernando el Católico pasaran por él para conquistar la Alpujarra. Fue reconstruido en 1502 y de nuevo derribado en la Guerra de las Alpujarras. A finales del siglo XVI se volvió a levantar sobre las ruinas del anterior, aunque su aspecto actual es el de las mejoras realizadas en el siglo XVIII, tal como se puede ver en alguno de los grafitis que quedaron al descubierto tras su excavación y restauración. En este punto se conservan restos del camino medieval que perduró hasta el siglo XIX, el puente de Tablate de 1859, y, por encima de todos, el nuevo construido en 1999.
El otro camino partía desde Pinos de Valle y, ascendiendo por la cuesta de la Cebada, se alcanza el puerto del mismo nombre, con su antigua venta, hoy arruinada. Sorprende la vista tan nítida de la costa en un punto tan al interior. La torre fue construida en el siglo XVI como punto estratégico para controlar y asegurar las comunicaciones entre Granada y la costa.
El castillejo de los Guájares
El descenso del puerto de la Cebada nos lleva directamente al valle del río de la Toba o de la Sangre. Este segundo nombre le viene dado por la sangre de los moriscos que tiñó el río cuando, en la guerra de 1569-1571, se refugiaron en el Tajo Fuerte, antes de ser derrotados por las tropas de Don Juan de Austria.
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Pero lo más singular, además de la propia configuración del valle con sus tres núcleos urbanos –Guájar Fondón, Guájar Faragüit y Guájar Alto– es el yacimiento arqueológico del castillejo de Los Guájares. Ubicado en la margen derecha del río, ocupa un espolón rocoso aislado por los barrancos que le permiten controlar el camino que venía de Granada y su continuación, aguas abajo, hasta la costa. Paso obligado.
El castillejo es un poblado fortificado que tuvo una corta vida: fundado a principios del siglo XIII, fue abandonado en la segunda mitad del mismo siglo. Conserva parte de su recinto amurallado, con un importante bastión defensivo como entrada en la que un sencillo sistema de acceso en recodo nos permite ingresar de lleno en un despoblado prenazarí. Podemos pasear por sus calles y entrar en sus casas, escalonadas en la ladera, donde aún se distinguen escaleras, alhacenas y los distintos espacios domésticos. Impresiona el buen estado de conservación de sus ruinas, que parecen atesorar aún el rumor de sus habitantes.
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Junto a las viviendas hay un aljibe y un edificio que los arqueólogos consideran de tipo comunitario, pero de cuya funcionalidad poco se puede decir con certeza. Quizás un almacén comunitario.
¿Por qué fue abandonado el Castillejo, dejando en pie todos sus edificios, que han llegado casi intactos hasta nosotros? Posiblemente porque en la primera mitad del siglo XIII, cuando Alhamar estaba consolidando su reconocimiento como sultán en todo el territorio, existían reductos aún independientes o no adeptos al nuevo poder nazarí que, al final, pactaron su rendición a costa de minimizar su poder defensivo. La consecuencia del abandono fue la fundación de tres nuevas alquerías y la puesta en cultivo de todo el valle: los actuales Guájares.
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