Puente de Tablate, punto estratégico en la historia de Granada. IDEAL

La legendaria defensa de Tablate

Granada Arqueológica ·

La Historia recuerda lo que pasó en el puente y el desfiladero, pero nunca nos hablaron del capitán Valdés ni de su lealtad y su determinación

Domingo, 22 de agosto 2021, 00:59

La Guerra de la Alpujarra fue el último intento de supervivencia de los moriscos tras setenta y siete años de convivencia frustrada, forzada y violentada. El escenario principal de la contienda fue esta comarca y la corona de Castilla puso toda la carne en el ... asador. Quizás no tanto algunos de sus hombres, tal como veremos hoy.

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En la ciudad de Granada, desde 1492 se habían realizado construcciones militares para garantizar la defensa frente al grueso de la población nazarí que se mantuvo convertida en moriscos a partir de 1500.

Pero también fue necesario fortificar otros puntos en el Reino de Granada. El puente de Tablate era un punto estratégico. Paso obligado para ir hacia la costa o la Alpujarra, su control ya se demostró como esencial en la Guerra de Granada, en el año 1491. Aquí existen los restos de un fortín, formado por una torre y varios lienzos de muros de tapial, levantado en aquellas fechas.

Ficha técnica

  • Localización Lugar de Tablate. Término municipal de El Pinar. Acceso desde la carretera a Lanjarón.

  • Descripción Torre de tapial y restos del antiguo fortín y presidio.

  • Cronología Primera mitad del siglo XVI.

  • Tipo de protección BIC como elemento defensivo.

Hace tiempo encontré en un archivo una carta, con fecha del 22 de enero de 1569, enviada por el capitán Valdés, a cuyo mando se encontraba la defensa de Tablate, al Conde de Tendilla. Es un documento al que los historiadores le han dado poca importancia, pero describe con fidelidad aquellos años. En vez de explicarlo con el ojo del arqueólogo, mejor dejamos que sea el propio Valdés quien nos cuente qué sucedió en Tablate aquel invierno de 1569:

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«Ayer escribí a Vuestra Señoría insistiendo en la falta de gente que hay en este paso y las dificultades en las que me encuentro por quererse ir el capitán Pedro Gómez. Desde que recuperamos el puente tras la rota de Diego de Quesada, el acecho de los moriscos que se esconden en las alturas atalayando y la falta de pertrechos alimentan el miedo y la división tanto que entre él y el capitán Quirós se vinieran a degollar si yo no los templara. A consecuencia de ello se fugó la mayor parte de la gente del presidio, donde concentramos a la tropa.

Salí para hacerlos volver y, el capitán de caballos que está aquí, me dió de tan mala gana escuderos para que fuesen ayudarme que, visto que no llegaban los refuerzos, me adelanté con el contador Deza y cuatro hidalgos fieles que estaban aquí. Fuimos hasta Beznar pero no alcanzamos a ninguno y visto que no acababan de llegar los jinetes que el capitán dijo que me enviaría, no me atreví a seguir adelante por ser tierra agreste y escarpada, tanto que los de a caballo hacemos poco efecto. El capitán Quirós no quiso darme arcabuceros.

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En este entretanto llegó a Tablate Pedro Antonio Riquez de Padilla sin que nosotros le topásemos en el camino, y lo hizo adelantándose a su gente y avisó al capitán Quirós que diese orden de que no dejase entrar a los que traía porque muchos eran prófugos apresados y obligados a cumplir con nuestro Señor el Rey, no siendo lo mejor para confiar el refuerzo del puente y el paso, asegurándolo como es tan importante ante los moros alzados. Somos tan pocos los hombres fieles que, nada más llegar, viendo la escasez de fuerza, quisieron marcharse. Y Pedro Antonio hizo todo lo que un hombretón principal y tan buen soldado era obligado hacer, que fue ponerse él solo a detenerlos a cuchilladas, pero ellos que portaban las serpentinas comenzaron a poner las mechas de los arcabuceros apuntando a los pechos de los leales, de modo que no pudo detener a ninguno.

Salimos en su búsqueda solo Ríquez y yo, a ver si los podíamos detener, y llegamos cerca de Lanjarón donde los alcanzamos y les ordené que se volviesen, pero nos arriesgamos a que nos asaeteasen desde las peñas que había en el lugar, apuntándonos con sus arcabuzes, así que fue fuerza volvernos con las manos vacías y con peligro, porque era algo tarde y veníamos nosotros dos solos, temiendo el acecho de los moriscos del Gironcillo y el Randatí.

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El contador Deza pudo comprobar como, a pesar de mis órdenes, me habían dejado solo este capitán de caballos que no salió mas de un poco fuera del lugar de Tablate y se volvió, el muy valiente. Como el que no quiere la cosa, luego díjole al capitán Quirós que enviase una escuadra de arcabuceros pero el muy mezquino dijo que no quería enviarme ayuda alguna. 

Mi Señor, hay tan poca gente en esta compañía que no llegamos a treinta tiradores y además por todo lo que le relato todos los que aquí están en el paso, están  tan amedrentados que esta misma mañana el capitán Quirós vino a decirme que se corría el rumor de deserción por ser pocas las fuerzas y próximos los sublevados. Como puede ver Vuestra Señoría, el valor y el honor puede menos que el miedo y el temor por sentirnos sin refuerzos. Dije a Quirós que si desertaba, yo y los seis hombres que tengo nos quedaríamos para defender este paso, y con sorna y descaro respondió que más se serviría el Rey de él vivo que muerto.

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Insisto a Vuestra Señoría, sea servido con brevedad de mandar enviar aquí socorro porque en este punto acaba de decirme el capitán que se le va la gente que le queda. Yo cumpliendo con mi obligación a nuestro Señor el Rey no puedo faltar y estaré aquí con estos cuatro o seis hasta perder las vidas.

P.D.: Acabando ese despacho vino el capitán Quirós y el capitán de caballos y me dijeron que toda la gente se había ido ya. Solo quedo yo con cuatro hidalgos y quedaré hasta que Vuestra Señoría provea otra cosa. Fecha en Tablate a XXII de enero.

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Firmado, capitán Valdés».

El paso de Tablate, el puente y el desfiladero, es un lugar histórico recordado por los hechos que tuvieron lugar allí en aquellos años, pero la Historia nunca nos habló del capitán Valdés, ni de su determinación y lealtad, tampoco de la cobardía, traición y deshonestidad de otros muchos que pusieron en riesgo su vida. No sabemos nada más de Valdés, ni qué pasó después, si llegaron los refuerzos o si los moriscos intentaron el asalto del fuerte de Tablate, solo que al poco tiempo el capitán Quirós fue juzgado por su sedición. 

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