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Restos de tumba íbera del siglo V aparecida en Mondragones. IDEAL
Los primeros incinerados de Granada

Los primeros incinerados de Granada

Granada Arqueológica ·

Las cremaciones más antiguas están datadas entre los siglos VII y II antes de Cristo en lugares como la ribera del río Darro

Domingo, 5 de septiembre 2021, 01:26

Una de las formas más trascendentes de acercarse a la muerte es el tratamiento que damos al cuerpo del fallecido, siempre rodeado de una serie de gestos y ritos funerarios que nos definen culturalmente.

La forma más habitual a lo largo de la historia es la inhumación, tanto en tierra como en estructuras construidas exprofeso para tal fin, unas de carácter monumental y otras más humildes, en simples fosas excavadas en la tierra. Actualmente se extiende con gran fuerza la incineración como una opción más, en donde los restos del finado se colocan en una urna que a su vez puede transportarse, alojarse en un lugar específico para su conservación, el columbario, o hacer aquello que sus familiares creen que honra su memoria.

Esta opción, mayoritaria en algunas culturas orientales, tiene un fuerte arraigo histórico de modo que no resulta del todo extraño en nuestro acerbo cultural y también está presente en la arqueología granadina, precisamente en el periodo que conocemos como la Protohistoria, es decir, la transición entre la Prehistoria y la Historia, en concreto en la cultura íbera.

Durante la Prehistoria Reciente la inhumación era generalizada, rodeada de una serie de rituales, como la colocación de ajuares, en pequeñas tumbas debajo del suelo de las cabañas en época Argárica, o en otras de tipo monumental con túmulos, normalmente comunitarias, que las identificaban en el paisaje. A partir de un momento impreciso entre los siglos VIII y VII a.C., comenzó a introducirse y a extenderse en la Península Ibérica una nueva forma de tratar a los muertos: la incineración. Su origen sigue siendo incierto, pero todo parece indicar que su adopción se hizo desde dos focos culturales diferentes: uno, procedente del centro de Europa que se expandió por el Norte, y otro vinculado a la presencia oriental, especialmente a los fenicios, en nuestras costas del Mediterráneo, que terminó por generalizarse en la cultura íbera.

Depósito de cerámicas griegas en Zacatín. A. RAMBLA

El ritual necesitaba de un lugar donde hacer la pira funeraria –conocido como bustum o ustrinum–, y una vez quemado el cadáver, sus huesos y cenizas eran recogidos cuidadosamente para ser introducidos en una urna de barro que luego era colocada en la tumba, acompañada de un ajuar más o menos suntuoso, en función de la importancia social del personaje. La tumba podía ser un simple hoyo en la tierra, construcciones complejas de adobe en forma de monumentos funerarios, acompañado de conjuntos escultóricos, o una cámara, similar a la que albergaba la Dama de Baza. También era frecuente que a lo largo de todo este proceso se realizaran banquetes funerarios en memoria del fallecido, abandonando luego en el sitio o cerca de donde se había realizado, todos los objetos que se habían utilizado durante el ritual.

Los habitantes del oppidum (ciudad amurallada) de Iliberri/Ilturir practicaron esta forma de incineración y de ello nos han llegado algunas huellas arqueológicas.

En Granada se han documentado varios espacios de enterramiento con rituales de incineración, siempre fuera de sus murallas, ocupando espacios de especial significación topográfica, como por ejemplo en la colina del Mauror y en el Mirador de Rolando, o cerca del cauce de los ríos, en este caso del Darro y Beiro.

En la colina del Mauror, tenemos noticias de la aparición de dos urnas de incineración de época íbera a finales del siglo XIX. El lugar exacto es a los pies de Torres Bermejas, en un Carmen que fue de Antonio Almagro Cárdenas. Estaban protegidas por una serie de ladrillos, presentaban una profusa decoración geométrica pintada en el exterior y en su interior se encontraban las cenizas y algunos huesos de la incineración. Esporádicamente, han aparecido algunos indicios más en la misma zona, como en la calle Monjas del Carmen, pero de menor entidad.

Mirador de Rolando

El otro punto donde se enterraron los iliberritanos es en la colina del Mirador de Rolando. En 1965, al realizar unas obras en el colegio de La Salle, aparecieron una serie de tumbas íberas entre las que destaca una con un rico ajuar junto a la urna que contenía los restos de la incineración. Estaba compuesto por trece falcatas de hierro, dos espadas, numerosas puntas de lanza, restos de ruedas de carro, entre otros objetos de hierro. Lo acompañaban una jarrito y brasero de cobre, de procedencia fenicia, y algunas piezas de cerámica de importación griega, del siglo V a.C. junto a otras de producción local. Es sin duda alguna, el hallazgo más importante de este tipo que se ha producido hasta la fecha en Granada que nos indica que este lugar fue elegido necrópolis entre los siglos VII-II a.C. Parte de estos objetos se pueden ver en el Museo Arqueológico de Granada.

En 1977, en la calle San Antón, en su tramo final, pero sin que sepamos el lugar exacto, apareció otra tumba. Por las informaciones de la época, en una fosa excavada y revestida de sillares de piedra, estaban las urnas, si bien éstas son más recientes que las del Mirador de Rolando, fechadas en el sigo II a.C.

Ficha técnica

  • Localización En el Mauror, Mirador de Rolando, ribera del Darro y del Beiro.

  • Descripción Restos dispersos de espacios de enterramientos o rituales funerarios de incineración.

  • Cronología Los más antiguos son del siglo VII a.C,, alcanzando hasta el siglo II a.C.

  • Tipo de protección No tienen una protección específica, solo la zonificación arqueológica de los instrumentos de protección (PGOU y otros).

Más recientemente, en 1999, se produjo otro hallazgo que tiene que ver con este asunto: en la excavación arqueológica que se estaba realizando en el número 10 de la calle Zacatín se descubrió un depósito formado por numerosos platos griegos y vidrios fenicios que podría ser, bien los restos de uno de aquellos banquetes funerarios o bien un ritual que tuviera que ver con la sacralización del río Darro. En este punto los investigadores discrepan sobre la interpretación del hallazgo, que en cualquier caso estaba relacionado con la religiosidad de los habitantes de la Granada íbera.

El último descubrimiento que permite conocer mejor los espacios sacralizados en Iliberri se ha producido en la excavación en Los Mondragones donde sorpresivamente hemos hallado una cámara funeraria del siglo V a.C., excavada en las arenas del río, revestida de muros de adobe y con un el arquetípico ajuar ritual de origen fenicio.

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