«Me casé porque estaba cansada de aclarar que no éramos amigas»
8 Miradas de Mujer: Discapacidad ·
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8 Miradas de Mujer: Discapacidad ·
Carmen Doña Varela, 43 años, es administrativa y vicepresidenta del Consejo Municipal de AccesibilidadCarmen se vio –este pasado enero– andando por primera vez, con 43 años, y se emocionó tanto que tuvo que parar en seco y sentarse. «Me eché a llorar», confiesa todavía embargada por ese momento que se produjo en su centro de entrenamiento donde ha adquirido fuerza en las piernas y el empuje que necesitaba. Se le vino a la cabeza su infancia, recorriendo el pasillo agarrada a un tambor de detergente Colón o sentada en la bicicleta sin pedales que su padre le fabricó en el taller de un amigo. Siempre le habían dicho que no andase, que se podía fracturar, y después de una vida de lucha, de años de fisioterapia, de prepararse para esos primeros pasos, ha ignorado la frase que le limitaba y ha iniciado su camino. A pie.
Tiene osteogénesis imperfecta, los huesos de cristal y, hasta los 18 años, tuvo más de 50 fracturas. Intentaba jugar con sus hermanas... y se le rompía un brazo. Carmen recuerda su infancia con alegría, como su adolescencia, como habla del presente y del futuro. Es tan risueña que le cuesta contener la carcajada. «La discapacidad la puedes vivir desde una burbuja o como yo elegí... como una guerrera», asegura esta auxiliar administrativa que ha intentado siempre pelear contra la sobreprotección.
El retrato de la superación es el de Carmen Doña, que bromea todo el rato y se le escapa la risa contagiosa. Ha empezado a trabajar después de cuatro años en paro, en Aspace. «El otro día me dijo un compañero que qué había desayunado cuando me vio con tanta energía», cuenta contenta. Carmen es como un terremoto de emociones y revoluciona a su «señora esposa» que es más tímida y no quiere darle un beso para el vídeo frente a un semáforo en rojo. Carmen y María Jesús se conocieron en Luna, una asociación de mujeres con discapacidad. La conquista duró diez años y se casaron porque estaban cansadas de aclarar que no eran amigas. «Nuestra casa tiene solo una cama y un despacho... quisimos visibilizar nuestra situación», cuenta esta administrativa. María Jesús, su mujer, es médico de familia en Churriana de la Vega. Tiene síndrome de Alport, pero solo lo nota en que utiliza un fonendo especial. Por eso no se para a decir que tiene discapacidad.
Este matrimonio toma una cerveza tranquilamente con su perra Nora. No se definen ni se ponen etiquetas, son ellas: una pareja paseando con su perrita que, cuando se cansa, se acurruca en la silla eléctrica de Carmen. «En mi vida, solo he sentido barreras físicas y pienso que las mujeres con discapacidad lo tenemos más difícil que los hombres», apunta sincera. Sobre el feminismo no tiene un concepto encorsetado. Piensa que hay tantas definiciones como mujeres. Si mira varias décadas atrás, sí considera que se ha logrado mucho, pero si mira al futuro... dice que aún queda bastante por hacer.
«Antiguamente a las mujeres con discapacidad tendían a tenerlas en casa y dedicarlas a los cuidados de los familiares. A mí, sin embargo, siempre me animaron a estudiar», expresa esta auxiliar administrativa que ha estado estos años de paro preparando unas oposiciones para trabajar en el SAS.
Como anécdota para olvidar recuerda cómo no pudo trabajar en una sucursal bancaria porque no tenían el baño adaptado y cómo, en contraposición, es independiente para todo, con su silla que eleva y coge altura. A Carmen le gusta quitarse importancia y avanzar. Es vicepresidenta del Consejo Municipal de Accesibilidad y presidenta de la asociación Luna Granada de mujeres con discapacidad.
No hay quien la pare. Cuando fue a la ortopedia acompañada de su entrenador personal ella quiso comprarse un andador y él la animó a que cogiese las muletas. Ahora da pasos hasta sin ellas. No tiene límite porque su cabeza no le pone ni una sola traba, ni su discapacidad. Todo es actitud.
María Jesús, Carmen y Nora dan una vuelta por los alrededores de la facultad de Medicina. Planean un viaje. Se ríen de los ladridos de su perrita Nora que es pequeña pero con carácter. Se miran y se para el mundo y Carmen avanza de la mano de su mujer dejando un reguero de risas y de ganas de vivir.
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