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Inmaculada Martín se ha pedido una nueva reducción de jornada para cuidar de sus padres. Alfredo Aguilar

«La maternidad es agotadora, pero nunca me planteé dejar de trabajar»

8 Miradas de Mujer: Madre ·

Inmaculada Martín Tapia, 46 años, es empleada con reducción de jornada en unos grandes almacenes

Sábado, 7 de marzo 2020, 16:50

Inma recuerda ahora, cuando han pasado 13 años, cómo fueron esos meses de baja maternal cuando nació su hijo mayor. Ella agotó el permiso y se pidió unos meses de excedencia, para disfrutar de la crianza, pero rememora con cierto terror aquellas semanas. «La maternidad puede ser preciosa, pero los bebés son agotadores física y mentalmente», explica con una sonrisa. «Yo llevaba trabajando desde los 20 años y tuve a mi hijo con 32... y llegó un momento en que estaba deseando ir a trabajar», cuenta entre risas Inma. La inexperiencia de una madre primeriza y la soledad que sentía cuando el pequeño no paraba de llorar fueron desesperantes a ratos.

Inma remarca que sus hijos son maravillosos, pero no esconde que la maternidad tiene un impacto fuerte. «Toda tu vida se vuelca en el bebé y, si no para de llorar, resulta agobiante. Yo opté por la lactancia materna, porque los médicos te dicen que se crían mejor, pero tu cuerpo también cambia y si pasas por una mastitis es hasta doloroso», explica Inma, que hoy tiene 46 años.

A pesar de todo, ella destaca que tuvo el apoyo y la implicación de su marido y del resto de la familia. Y tuvo otra niña, cuando el mayor tenía apenas un añito. «Creo que empezamos a respirar cuando entraron en Primaria», recuerda Inma. Sin duda, la clave de que tuviera más hijos hay que buscarla en que ella y su pareja hacen equipo.

«En casa, los dos hacemos de todo. Y aunque trabajamos los dos, siempre hemos intentado que los niños no noten ausencias. Mi marido se ha encargado de bañarlos, cuidarlos o hacerles la cena igual que he hecho yo», explica Inma.

«En aquel momento decidimos que yo pediría una reducción de jornada porque mi salario era más bajo», explica Inma, empleada en unos grandes almacenes en los que trabaja de mañana y de tarde. Su marido, que es funcionario municipal, también tiene turnos rotatorios, por lo que han tenido que echar mano de abuelos o tíos con frecuencia.

Inma reconoce que el grado de implicación de su marido en casa es total, algo que no siempre ocurre. Y se lo atribuye a su suegra, que quedó viuda muy pronto con cuatro hijos y tuvo que ponerse a trabajar en un puesto en el mercado de San Agustín. Los tres varones y la chica se tenían que encargar de muchas tareas domésticas sin distinción de género. «Mi marido sabe hacer todo lo de una casa», presume.

Inma explica que, aunque en ocasiones han tenido que hacer malabares para poder conciliar, nunca se ha planteado dejar de trabajar. «Trabajo en la misma empresa desde los 20 años y al final te acomodas. También me lo pusieron fácil cuando pedí la reducción. Incluso solicité tener libre dos días concretos a la semana y me los concedieron», señala.

Reducción para cuidar de los padres

Ahora que su hija pequeña cumple 12 años, Inma ha pedido una nueva reducción de jornada, pero en esta ocasión para cuidar de sus padres, ya mayores. Se da una vuelta por la casa por si necesitan algo y los ayuda con cualquier desplazamiento.

Defiende que ha sido ella quien lo ha pedido porque sus hermanos están criando niños pequeños o viven en otra provincia. Y porque su empresa se lo pone fácil, aunque sabe que no ocurre igual en todas.

«Me hubiera gustado estudiar unas oposiciones, pero no cambio los pasos que he dado. Y trabajar siempre me ha permitido tener mi espacio, mis amigos con los que quedo y con los que comparto tiempo». Un espacio de libertad en el que siempre han buscado tiempo para compartir en pareja, además de los planes familiares.

«En mi generación y en mi entorno no conozco mujeres que sacrifiquen su carrera laboral, pero tengo que reconocer que la implicación de mi marido no es habitual. Él llega de trabajar y se pone a hacer la cena sin preguntar», resume.

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