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Martín Heredia sostiene que hay que luchar contra una doble discriminación si se es gitana. Alfredo Aguilar

«Las feministas gitanas tienen que levantar la voz aún más fuerte»

8 Miradas de Mujer: Integración ·

María Jesús Martín Heredia, 37 años, es educadora social

Sábado, 7 de marzo 2020, 16:53

María Jesús contesta con pocas palabras, reflexionando cada respuesta. Aunque se le nota la timidez, no esconde sus ojos azules, que miran de frente a quien pregunta. A sus 37 años, dice que casi siempre fue un poco «la rara» en el cole, aunque tardó en percibir por qué. Es mestiza, de madre gitana y padre payo, aunque esa condición no la tuvo en mente hasta la adolescencia. Esas sutiles diferencias la han dejado con la impresión de estar en tierra de nadie. «Siempre he tenido la impresión de llegar tarde a todo», explica la joven.

Ella vivió los primeros trece años de su vida en Granada capital, a donde sus padres se mudaron por motivos laborales. Él fontanero y ella pintora o limpiadora –trabajaba en lo que surgiera– criaron a María Jesús y sus dos hermanas en el Campo del Principe primero y luego, en Zona Norte.

Cuando María Jesús tenía 13 años se mudaron a Lanjarón. «Al morir mi abuela, nos vinimos al pueblo para cuidar de mi tío, que es dependiente», recuerda. Aterrizó en el pueblo en mitad de curso, octavo de EGB, una 'edad tonta'. María Jesús defiende que en un pueblo hay más integración que en una ciudad. Pero fue en Lanjarón donde la chica empezó a notar esas diferencias. «En realidad no soy gitana, soy mestiza, mi madre es gitana pero mi padre no, aunque yo nunca me lo había planteado. Hasta que al llegar al colegio de Lanjarón un profesor, que no estuvo muy acertado, me preguntó si yo venía del centro para niños tutelados de la Junta», recuerda María Jesús.

Aquella pregunta la desubicó, hasta que se interesó por conocer qué era ese centro y entendió que la pregunta se la hacía por sus apellidos. «Yo nunca me sentí diferente, ni vi que en mi casa hubiera costumbres diferentes; somos muy familiares, pero como en cualquier otra casa». Ella y sus tres hermanas se criaron, de hecho, en una estirpe 'liderada' por abuelas fuertes y trabajadoras.

La enterradora de Lanjarón

«Mi abuela Carmen, gitana, fue rompedora y muy matriarca; al enviudar se quedó con el trabajo de enterrador de mi abuelo y cuidaba además de mi tío. Era la única mujer enterradora de España», recuerda con orgullo.

Aterrizar en mitad de curso, al final de la EGB, le puso difícil encajar en algún grupo de chicos de su edad. Y en el instituto tampoco resultaron del todo fácil las cosas. Al acabar la Secundaria, María Jesús estudió un curso de Técnico Superior de Recursos Naturales y Paisajísticos, «pero nunca pude trabajar de eso», se pregunta, sin atreverse a apuntar que fuera por su nombre (una chica) o por sus apellidos (gitanos). «Por lo que sea, no lograba trabajar, hasta que conocí a la asociación de mujeres gitanas Romi y vi que tenían una vacante». Empezó como monitora en el instituto, en tareas de prevención del absentismo escolar, labor que compaginó con sus estudios de Trabajo Social en la UNED.

«Logré empezar a trabajar gracias a la Asociación de Mujeres Gitanas Romi y, cuando empecé a estudiar, ya llegaba tarde, empecé con 24 años». Actualmente sigue trabajando con chavales del instituto en programas contra el absentismo escolar.

«En el mundo gitano hay tanto machismo como fuera, pero también hay mucho matriarcado»

«La vida es como una carrera y, desgraciadamente, todavía un chico blanco, de familia acomodada va a llegar más lejos que una mujer gitana. Cada uno tiene unos recursos y un entorno que le marcan esa carrera. En mi caso, por ejemplo, entré ya mayor al grado y ahora no tengo máster, lo que me hace ir de nuevo más lenta».

En su trabajo con los jóvenes ha notado que hay dos posturas frente al feminismo: «Hay chicas que lo tienen muy claro y son muy cañeras, pero hay otro sector que sigue viendo a las chicas como un mero objeto, o alguien a quien decirle lo que tiene que hacer». La educadora relata con cierto asombro que muchos chicos asumen, con naturalidad, roles que reproducen programas de la televisión o las canciones que suelen escuchar. «Quiero destacar el trabajo de muchos profesores comprometidos con la igualdad, que están cada vez más formados para educar a esos chavales en una igualdad real».

Pero mientras siga habiendo machismo, asociaciones como la suya, de mujeres gitanas, son muy necesarias. «Las feministas gitanas tienen que levantar la voz aún más fuerte. En el mundo gitano hay tanto machismo como fuera, pero también hay mucho matriarcado. El feminismo gitano tiene que levantar la voz para que le escuche el resto del feminismo. Por ser gitana ya esperan algo distinto de ti que de cualquier otra mujer, por lo que hay que luchar por esa doble discriminación», resume María Jesús.

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