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Begoña Moyano asegura que siempre ha visto ser madre como un «impedimento». Pepe Marín

«Cuando digo que no quiero ser madre, noto que les doy pena»

8 Miradas de Mujer: Sin hijos ·

Begoña Moyano Sánchez, 43 años, es óptica e inventora

Laura Ubago

Granada

Sábado, 7 de marzo 2020, 16:56

Su 'hijo' tiene cuatro años y está a punto de llegar de China, donde lo están fabricando. Begoña Moyano, que es óptica, siente que ha parido su invento: un dispositivo 'low cost' capaz de hacer un primer cribado y descartar enfermedades oculares. Es una cámara que recorre el ojo y lo muestra como un viaje apasionante alrededor de la pupila.

La aventura no ha sido fácil y comenzó cuando con 27 años hicieron en la empresa en la que trabajaba, en la provincia de Málaga, jefe a su compañero sin ni siquiera darle a ella –con la misma experiencia– la oportunidad de optar al puesto. Begoña, entonces, cogió sus chismes, montó una óptica y empezó a darle forma a la idea que es su pasión y de que la quiere vivir: su invento.

«Cuando trabajaba para otra empresa, a la responsable no le pareció bien que me cogiese unas horas para ir al ginecólogo... en su momento, no me di cuenta de estas cosas», expresa esta empresaria de Íllora que tiene como lema visualizar las cosas positivas que quiere que le pasen y no estancarse en verle el lado malo a lo que le sucede.

Begoña Moyano (43 años) acaba de llegar de Cuba. Tiene un grupo de amigos solteros, como ella, con los que viaja. Allí tuvo un accidente con una bicicleta y le pusieron ocho puntos. «La persona que me curó estaba sorprendida del buen ánimo con que me lo tomé», expresa con una sonrisa mientras atiende su negocio o muestra cómo funciona su invento con su perra Noah.

Pocas mujeres en los congresos

Begoña es rompedora, atrevida y cree que le llaman «valiente» con un poco de condescendencia por ser una chica. También reconoce que a la hora de emprender recibió unas ayudas específicas por ser mujer que sí le favorecieron. Cuenta que el de la óptica «es un mundo de hombres» y que encuentra muy pocas compañeras en los congresos a los que asiste para dar a conocer su invento, el Retinoptic.

«El instrumental es muy caro y no existía un dispositivo así para poder analizar el fondo de ojo», explica esta inventora, que señala que con una goma de pelo negra empezó a desarrollar el aparato que ahora le están construyendo en China y que ya ha empezado a vender.

A este país ha viajado dos veces sola y asegura que no hubo ningún problema ni pensó en que por ser mujer iba a encontrar ninguna traba en ese viaje de trabajo que repetirá en breve.

«Claro que hay micromachismos... hasta yo misma pienso a veces esas cosas, pero es que es algo cultural»

Esta ilurquense siempre tuvo claro que no quería ser madre. De hecho, bromea, y dice que pensar en un hijo le da «repelús». Sin embargo, le gustan mucho los niños... de los demás. Begoña se toma bien que esta decisión choque y no le da más importancia porque, para ella, su trabajo y su invento, llenan su espacio, su tiempo y toda la intensidad de sus días.

«Nunca he tenido ganas de ser madre, es más, yo lo veía siempre como un impedimento», expresa esta emprendedora que explica cómo es la reacción de la gente. «Tengo la sensación como si les diese pena. Dicen: ¡ay, una muchacha tan bonica se va a perder ser madre!..., pobretica, y ¡sin pareja!», apunta esta empresaria que se toma las cosas con humor.

«Mi trabajo me llena muchísimo. No lo veo como trabajo, la óptica sí, mi proyecto siempre digo que es mi 'niño'. Lo he parido y ahora lo tengo que hacer una persona de provecho y en condiciones en la vida, que afronte todos los retos», indica charlando de su dispositivo.

El primer prototipo se lo hizo una metalistería de Juncaril y ahora espera que lleguen de China sus primeros Retinoptic, que están pensados para los médicos de familia, las universidades, las ópticas o los veterinarios.

«No había nada de bajo coste pero que les interesa vender aparatos más caros», subraya esta óptica, que explica que los dispositivos costosos valen entre 8.000 y 15.000 euros y que el suyo saldrá por 1.800 euros. Tiene dos socios, uno en Madrid y otro en Chile. «Gracias a los dos he hecho una chulería», añade orgullosa. El primer prototipo iba con cable y ahora será inalámbrico y por wifi. Begoña no se achanta. «Claro que hay micromachismos... hasta yo misma pienso a veces esas cosas, pero es que es algo cultural». Por eso piensa que hay que luchar y no dejar que los comentarios afecten. Ella los ve con otros ojos. Desde lo positivo.

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