Muerte en la Granada romana: de Caronte al cristianismo
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A algunos finados se le ponía una moneda en la boca, los ojos o el mentón para pagar al barquero de la mitológica laguna Estigia y hacer un viaje seguroángel rodríguez
Domingo, 26 de enero 2020, 02:26
Para terminar esta serie de tres artículos dedicados a la Granada romana nos vamos a detener en uno de los aspectos que con más frecuencia han ido apareciendo a lo largo del tiempo en nuestras excavaciones: los espacios de la muerte.
Los arqueólogos estudiamos la cultura material y a través de ella, obtenemos información histórica. A veces nos resulta difícil precisar cronológicamente algunos hechos que quedan fijados en lo que llamamos el registro arqueológico. Los cambios en la cultura material son reflejo de cambios culturales profundos y si hay algo en lo que se notan con mucha evidencia es en los rituales de inhumación. Las formas de enterrar a nuestros muertos ha cambiado a lo largo del tiempo y eso tiene que ver con el cambio en nuestras creencias.
En la Iliberri íbera e ibero-romana lo más usual era la incineración, y así se han documentado lugares destinado a ello en la periferia del oppidum, como en el mirador de Rolando, en la colina del Mauror o en la ribera del Darro, en lo que hoy es la calle San Antón. El cuerpo era incinerado en una pira, luego sus cenizas y huesos carbonizados eran depositados en una urna de barro, y ésta enterrada, a veces con ajuar del fallecido o para acompañarlo a su viaje hacia el Más Allá. Todo rodeado de una serie de rituales y celebraciones en honor al muerto.
Pero a partir del siglo I a.C. se impuso la costumbre de la inhumación, que fue la más frecuente en Florentia Iliberritana. En la cultura romana existía un enorme respeto, incluso temor real, al mundo de los muertos. De hecho pensaban que la persona que había muerto seguía viviendo dentro de la tumba, y que el alma, como una sombra, se encontraba alojada allí o que podía haber ascendido al cielo –de forma genérica, no con el sentido que tiene el término en el cristianismo–. La tumba era su casa. Otros practicaban el ritual más conocido por todos, el del barquero Caronte, que tiene su origen en la mitología greco-latina: el fallecido, para llegar sano y salvo al mundo de los muertos, al inframundo, debía cruzar la laguna Estigia, llena de peligros, pero para poder cruzarla podía pagar el pasaje al barquero Caronte, de modo que en el momento de la muerte, al ser introducido el cuerpo en la tumba, se le ponía una moneda, en unos casos en la boca, en los ojos o en el mentón. De esta forma se garantizaba el pago y un viaje seguro. También la tranquilidad de que el finado estaría satisfecho con sus parientes vivos.
En Los Mondragones apareció una tumba, construida con tejas planas –tégulas– dispuestas a dos aguas y en su interior un esqueleto de una joven de veintiséis años, con una moneda en el mentón y una serie de largas agujas de hueso en la parte trasera del cráneo como parte del recogido del pelo que se le preparó en el momento de amortajar el cadáver, antes del enterramiento. Era costumbre introducir coronas de flores o incluso algún pequeño ajuar muy simbólico, como por ejemplo algún plato con comida, ungüentarios o incluso huevos de gallina. Al poco tiempo del entierro se solía visitar la tumba para acompañar a sus familiares y periódicamente realizar algunas celebraciones en su honor.
Los lugares de enterramiento se encontraban como hemos dicho extramuros, siendo los lugares más importantes las vías de acceso a la ciudad y la proximidad a las puertas, lugares preferidos por la aristocracia local. Un buen ejemplo es el sarcófago de plomo aparecido en el verano de 2019 en la calle Cárcel Baja, que debió de pertenecer a uno de los personajes ilustres de la ciudad y que se encontraría ocupando un lugar privilegiado en el camino de entrada, subiendo por la margen del Darro.
Se han excavado necrópolis romanas en la calle Panaderos, extramuros a la muralla ibero-romana, en San Miguel Alto y al principio de la Calle Elvira. También han aparecido en la calle de la Colcha, en el colegio de la Presentación, en Gran Capitán; en la antigua estación de autobuses del Camino de Ronda, calle Primavera… o en los Mondragones, todas estas asociadas a villas urbanas de Iliberi.
Pero sin duda uno de los dos hallazgos más importantes es el que apareció durante las obras del Metro, en concreto en la intersección de la c/Recogidas con Camino de Ronda: un mausoleo, con tres tumbas monumentales en su interior, fechadas en el siglo III-IV d.C. en torno al cual, durante los siglos posteriores, se generó un cementerio con cientos de enterramientos acumulados unos sobre otros. La voluntad de enterrarse junto a ese edificio es de época visigoda, por tanto de ritual cristiano. Lo mismo sucede con la iglesia excavada en Mondragones, y la necrópolis de más de ciento treinta tumbas que la rodea. Cuando se producían estos fenómenos solía tratarse de lugares de culto ligados a la advocación de algún mártir de la Antigüedad.
En estos siglos tardíos, de culto cristiano pero en el que aún los ritos y prácticas no estaban del todo definidos, influido de paganismo, era frecuente que se utilizara la misma tumba para inhumar a varias personas, posiblemente familiares, e introducir un jarrito en el interior, colocado normalmente junto a la cabeza. Para algunos tiene que ver con ritos relacionados con el concepto del bautismo o un recordatorio en el momento de la muerte, pero también hemos observado que era muy frecuente mover intencionadamente alguno de los huesos de su posición original, como por ejemplo las rótulas, el esternón o incluso el cráneo. Sin duda este gesto funerario formaba parte de algún ritual postmorten del que aún los arqueólogos no hemos encontrado una explicación satisfactoria.
Lugar . Distintos puntos de Granada y su periferia. Destacamos Mondragones y Camino de Ronda, esquina c/ Recogidas.
Descripción . Mausoleo y cementerio en Camino de Ronda, del siglo III-IV d.C. prolongándose hasta el siglo VI d.C. Iglesia y cementerio en Mondragones, del siglo V-VI d.C.
Cronología . Ritual de incineración ibero-romano, del siglo IV al II a.C; inhumaciones desde el siglo I-II d.C. hasta el VI-VII d.C. de ritual cristiano.
Tipo de protección .Las tumbas monumentales del mausoleo excavado en el Metro fueron desmontadas y se encuentran depositadas en el Museo Arqueológico Provincial de Granada. No están montadas ni expuestas. Se puede ver la cripta del interior de la iglesia de Mondragones en el yacimiento arqueológico, junto al molino de aceite.
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