Edición

Borrar
Conducción romana de abastecimiento de agua. Luisa Gámez-Leyva
Cuando Granada se llamaba Florentia

Cuando Granada se llamaba Florentia

Granada Arqueológica ·

El foro de la ciudad romana, donde se centraba la actividad institucional, política y comercial, estaba entre la plaza de las Minas y la calle María de la Miel

ÁNGEL RODRÍGUEZ

Domingo, 12 de enero 2020, 01:26

Cuando los ejércitos de Roma aparecieron por primera vez en las tierras del surco Intrabético, en la Vega de Granada, siguiendo el curso del río Genil, lo hicieron para combatir a su principal enemigo: Cartago. Era el siglo III a.C. y muchos de los príncipes íberos aceptaron de buen grado la colaboración con los romanos. Entre ellos, los habitantes del oppidum de Iliberri, no sabemos muy bien si por conveniencia para posicionarse frente a otros centros de poder local cercanos, como Ilurco, o por convencimiento. En cualquier caso los iliberritanos recibieron de buen grado la presencia de Roma y su actitud colaborativa tuvo como consecuencia que en el siglo I a.C. obtuviera el título de municipio latino con la denominación de municipio florentino iliberitano. No se sabe con certeza si fue otorgado por Julio César o por Augusto, pero sí que se produjo por esas fechas, hace ya más de dos mil años.

A partir de ese momento la ciudad adquirió un estatus nuevo y la necesidad de una serie de infraestructuras necesarias de representación política y cultural claramente romanas, entre ellas el foro. El proceso de romanización fue intenso, afectando a todos los ámbitos de la vida cotidiana de los florentinos iliberitanos –los granadinos del pasado– que ha dejado sus huellas materiales, recuperadas a través de la arqueología. Pero no es fácil reconocerlas con claridad: sobre una ciudad amurallada íbera, con una trama urbana propia, las transformaciones que debieron hacerse no tuvieron la misma intensidad que en los casos de ciudades fundadas por los propios romanos, sobre las que además hay que sumar que en parte fueron borradas por la superposición de la ciudad árabe. Por eso muchos se sorprenden de que en Granada no haya un teatro, o anfiteatro, termas públicas, además de otra serie de edificios públicos que se nos vienen a la mente cuando imaginamos una ciudad romana. Es muy posible que alguno de esos estén, pero aún no hemos dado con ellos en nuestras excavaciones. Teniendo en cuenta todo lo dicho, son numerosos los hallazgos arqueológicos que poco a poco permiten perfilar cómo era Granada cuando era romana.

Restos de la muralla y vivienda romana en la calle Álamo del Marqués. Luisa Gámez-Leyva

Sus murallas seguían siendo en gran medida las herederas de la fortaleza íbera, las principales vías de acceso eran el cauce del Darro y las actuales calles de Elvira y San Juan de los Reyes, pero intramuros fue necesario construir aterrazamientos y estructuras para crear plataformas horizontales, como la aparecida recientemente en la calle Gumiel y que aún se encuentra en proceso de excavación, que permitiera sustentar nuevos edificios.

Las casas adoptaron una planta mucho más compleja, con patio central rodeado de columnas, adaptado para la recogida de agua de lluvia –el impluvium– en torno al cual se ordenaban todas las estancias. Tenemos dos buenos ejemplos, uno en el callejón de los Negros y otro en Álamo del Marqués, lo que nos sugiere que la calle de San José ya era un eje urbano importante en época romana. Los elementos suntuosos también aparecieron en la arquitectura doméstica, como paredes pintadas con estucos o el uso de mármol.

Junto a los edificios que muestran una cultura romanizada también vamos conociendo poco a poco el sistema de abastecimiento de agua, por medio de canales recubiertos de un mortero hidráulico que llamamos 'opus signinum', y algunas cisternas para el almacenamiento que muestran un trazado sensiblemente diferente al que siglos más tarde se dotó la ciudad en época árabe. Restos arqueológicos de estos elementos han sido excavados en el Callejón del Gallo, en la calle Álamo del Marqués, y en el solar de la Mezquita, en San Nicolás. Fuera de las murallas también aparecieron restos de varias viviendas en la Cuesta de la Victoria, lo que nos indica que pronto el perímetro del antiguo oppidum fue desbordado por el crecimiento de la ciudad romana.

En la parte más alta, en San Nicolás, se descubrió un espacio abierto de o

Cisterna ibero-romana. Luisa Gámez-Leyva

cho metros de anchura, pavimentado con piedras medianas, que podía ser bien una de las vías de la ciudad romana, orientada de Este a Oeste, o un espacio de plaza vinculado a una calle principal, y de esta forma, llegamos al punto más importante de todos: el foro.

El foro

Era un espacio abierto, público, donde se concentraban todas las actividades institucionales, políticas, religiosas y comerciales de la ciudad representadas en edificios como la basílica, los templos o las tabernas. Estas últimas tenían un sentido de local comercial, diferente al actual. En el caso de Granada se encontraba en la zona más alta, entre la Plaza de las Minas y la calle María la Miel, en lo que hoy es a grandes rasgos el Carmen de la Concepción. Pero aquí nos topamos con un gran inconveniente, que es una de las historias más novelescas de nuestra ciudad, porque a mediados del siglo XVIII, cuando se estaban descubriendo sus ruinas, el afán del promotor de las excavaciones -–Juan de Flores Odouz – por hallar las pruebas materiales de la celebración del primer concilio de la iglesia católica en la Península Ibérica, le llevó a urdir una trama de falsificaciones que confundieron lo real con lo inventado.

En cualquier caso, los testimonios arqueológicos, y especialmente los epigráficos, hablan de la existencia de una basílica en el foro y nos retratan a la elite urbana iliberitana, entre las que destacan dos familias, la de los Cornelia y la de los Valeria que oriundos de Granada tuvieron una intensa actividad política en Roma. También es posible que existiesen otro tipo de edificios públicos cerca del mismo: en el último año hemos conocido la aparición de una construcción con columnas, en la calle Oidores, que por sus características, los arqueólogos que lo excavaron no descartan que fuese un edificio de carácter público.

Hay otros muchos aspectos de la vida cotidiana de los iliberitanos que la arqueología permite conocer, como son algunas de sus actividades económicas o su actitud ante la muerte, que veremos en otro momento.

Está claro que si hay algo que la arqueología puede cambiar en los próximos años de la historia de la ciudad, es la consolidación de la Granada romana.

Ficha técnica

Lugar . Los restos de época romana aparecidos en el Albaicín son numerosos y están dispersos. Destacan los del callejón de los Negros, c/ Álamo del Marqués y más recientemente en c/ Gumiel y Oidores.

Descripción . Se trata de restos de viviendas, especialmente de las zonas más nobles, como son los patios –en Álamo del Marqués y callejón de los Negros– pero también de infraestructuras urbanas y posiblemente edificios de carácter público, como el de la c/ Oidores.

Cronología . Abarca desde el siglo I a.C. hasta el siglo IV-V d.C.

Tipo de protección .Salvo los restos de muralla, como los de c/ Cruz de Quirós, Álamo del Marqués, Callejón del Gallo, mezquita del Albaicín y puerta de Hernán Román, que son BIC, el resto no tienen protección legal, a pesar de que por su interés se han conservado.

Acceso . La mayor parte de los restos citados en este artículo se han conservado, pero están dentro de edificios privados o públicos, como la casa y cisterna de Álamo del Marqués o la del Callejón de los Negros. No son accesibles.

.

Este contenido es exclusivo para suscriptores

Publicidad

Publicidad

Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.

Reporta un error en esta noticia

* Campos obligatorios

ideal Cuando Granada se llamaba Florentia