Eva Aguilera Parejo sufrió una agresión sexual. Lucha para que no se repita su historia. Pepe Marín

«La educación afectivosexual tiene que entrar en los institutos»

8 Miradas de Mujer: Activismo ·

Eva Aguilera Parejo, 22 años, es licenciada en Traducción y miembro de la Asamblea Feminista Unitaria

Sábado, 7 de marzo 2020, 16:51

«Todas tenemos una venda en los ojos desde niñas. Se llama patriarcado y es difícil quitársela. A veces, para hacerlo tiene que sucederte algo traumático como me pasó a mí». Eva Aguilera Parejo (Loja, 1998) tenía 18 años cuando salió del pueblo, con ... su 'venda', para estudiar Traducción e Interpretación en Granada.

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Ahora, a sus 22, y con sus gafas violeta de ver el mundo recuerda su despertar como mujer adulta en tres capítulos. El primero se titularía la culpa. Esa que se hereda de madres a hijas y que le invadió al saber que al marcharse dejaba a su madre sin ayuda para cuidar a la abuela enferma de alzhéimer. «No creo que mi hermano sintiera ese mismo cargo de conciencia».

El segundo capítulo que marcó su transición a la vida adulta fue la ruptura con su novio del pueblo. «El amor romántico es muy tóxico. Te hace idealizar al novio y verlo como una aspiración principal en la vida».

El tercer capítulo fue el más duro, el que nunca tendría que haber pasado y el que cambió el guión de su vida.

Eva tenía 19 años y cogió la maleta para cursar un año en Inglaterra. Una noche, en una fiesta de estudiantes Erasmus se emborrachó y un chico aprovechó la situación para abusar sexualmente de ella. «Yo española, él finlandés, en un país que no es el tuyo, sin pruebas médicas, ni heridas físicas, ¿dónde iba? No denuncié. Psicológicamente me quedé destrozada. Lo más duro fue darme cuenta de lo que me había pasado. Pensaba que la culpa era mía, por emborracharme». Reunir valor para contárselo a sus padres que no entendían por qué la niña había vuelto rota de Inglaterra ha sido lo más difícil de sus 22 años de vida.

Le costó seis meses poner nombre a lo que le pasó. Superar las secuelas de la depresión y el estrés postraumático, mucho más, pero lo consiguió con ayuda profesional y una inesperada terapia sanadora que se cruzó en su vida, la Asamblea Feminista Unitaria. «La militancia feminista para mí ha sido terapéutica», subraya Eva, que hoy trabaja activamente con las mujeres de esta asociación para ofrecer a otras chicas la formación que a ella le faltó y para que la sociedad no sólo crea en la igualdad el 8M.

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«Hija, a ver si con tanto feminismo no te van a querer contratar», le dice su madre. «Donde me pongan impedimentos por ser feminista es que yo no quiero trabajar»,

Ahora, gracias a su militancia, ella sabe que la agresión que sufrió habría sido tipificada como abuso. «Para que sea violación tiene que conllevar violencia, pero estamos totalmente en contra de esta calificación. Toda relación sexual no consentida es un acto violento. No todo lo que duele son golpes», añade Eva, que incide en el estigma que conlleva la violencia sexual. No obstante, es optimista y cree que gracias al movimiento feminista se están dando pasos adelante.

Eso sí, falta mucho camino por recorrer y, en su opinión, hay que empezar por la escuela. «La educación afectivosexual tiene que entrar en los institutos. Hay que empezar a prevenir y no a curar. Si a mí me hubieran quitado las clases de religión y me hubieran dado gestión de emociones y valores con perspectiva de género me habría cambiado la vida», esgrime convencida.

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Eva pronuncia su discurso valiente 'gegeando', que, según cuenta, es una característica del habla en la zona de Loja. También puede expresarlo en inglés y ruso, que son sus especialidades como traductora y lo lleva impreso en su camiseta: 'Ante la agresión machista, respuesta feminista'. «Hija, a ver si con tanto feminismo no te van a querer contratar», le dice su madre. «Donde me pongan impedimentos por ser feminista es que yo no quiero trabajar», responde ella cariñosa. La militancia ya forma parte de su vida.

«Para mí ya es imposible quedarme sin hacer nada. Voy a ayudar a que no se repita mi historia y que si se repite no caiga en la impunidad. Ya hemos dicho basta, nunca más el silencio va a ser vuestro cómplice».

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