Cerámica de Fajalauza, un símbolo de Granada del que queda mucho por saber
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El nombre le viene dado por su el emplazamiento de los primeros talleres en la puerta de Fajalauza en el siglo XVÁNGEL RODRÍGUEZ
Domingo, 22 de noviembre 2020, 00:26
Si hay algo que identificamos claramente como 'granadino' es la cerámica de Fajalauza. Se trata de una producción que se caracteriza por la decoración en azul sobre fondo blanco, aunque también la hay en verde, y quizás por ser tan popular no ha recibido la atención que se merece. Para empezar por parte de los propios arqueólogos que, a pesar de que siempre aparece en las excavaciones, no se le ha prestado demasiada atención. Ahora que los antiguos hornos morunos de la centenaria familia de los Morales ya no producen y la verdadera Fajalauza ha sido sustituida por imitaciones de baja calidad, es el momento de reivindicarla como uno de los símbolos de la cultura popular granadina.
El nombre le viene dado por el emplazamiento de los primeros talleres junto a la puerta de Fajalauza. Tenemos constancia que en esta zona empezaron a aglutinarse los alfareros y olleros desde finales del siglo XV siendo, con el paso del tiempo, el único lugar de la ciudad donde se producía cerámica. Ya en el siglo XVI los alfareros moriscos, que eran mayoritarios, se habían establecido fuera de la puerta y los que quedaban en el Realejo terminaron por mudarse o desaparecer tras su expulsión.
El sitio era idóneo porque se encontraba extramuros, evitando así las molestias que podía causar a la población; tomaba agua de la acequia de Aynadamar; las canteras de arcilla estaban próximas y la conexión con las vías de comunicación para distribuir la cerámica era muy fácil.
Ya en el año 1517 documentamos una serie de olleros y alfareros moriscos entre los que aparece un tal Fernando Morales –maestro y destacado personaje dentro del gremio– quizás el primero de la familia de artesanos que ha llegado hasta hoy día, aunque es un extremo que no podemos garantizar. Conocemos otro Morales a finales del siglo XVI y la familia sigue siendo una de las más destacadas a mediados del siglo XVIII. Entre medias el episodio de la expulsión de los moriscos de 1610 nos impide conocer si existe una línea directa entre ambos.
Pero no eran los únicos. Antes de la expulsión destacaban los Chagdan, Macaruf, Alahe, Çoote, Alazaraque… y otros que se mantuvieron –probablemente cristianos viejos– como los Torres, Saravia y algún que otro italiano, como Alexandre Pesaro. Los descendientes de los Aranda, de profunda raigambre morisca que consiguieron permanecer ocultos en la ciudad hasta el siglo XVIII, a principios del XIX aparecen como propietarios de alfarerías junto a la puerta de Fajalauza, arrimadas a la muralla.
La familia Morales se identifica inexorablemente con la cerámica de Fajalauza, y si entroncan con aquel morisco de 1517 del mismo apellido ¿existía ya este tipo de cerámica con sus características que la hace tan peculiar? Algunos piensan que sí, que no es más que la evolución lógica de la cerámica decorada en azul que se hacía en época nazarí, aunque lo cierto es que no es así.
Los moriscos empezaron a fabricar una cerámica nueva, que no era la de época anterior a la llegada de los castellanos, adaptada a los nuevos gustos y costumbres aunque conservaba de la antigua tradición las formas artesanales de producción: platos, cuencos y escudillas vidriadas en blanco o en verde, ollas y cazuelas con nuevas formas en marrón, bacines para el aseo personal, alcuzas, cántaros y botijas… pero nada parecido a la cerámica de Fajalauza.
Predominaban los colores monocromos y las decoraciones eran raras ya que ese tipo de piezas procedían de otras partes de la Península Ibérica. Solamente podemos hacer una excepción: en las excavaciones arqueológicas suelen aparecer algunas jarras y jarros vidriados en blanco y con una decoración de tipo floral muy esquemática en azul, acompañada de algunos campos de puntos que a veces parece querer recordar la forma de una granada. Estas piezas del siglo XVI de producción local serían el único precedente que podemos relacionar con las cerámicas profusamente decoradas en azul de Fajalauza. Pero no sabemos si eran producidas por moriscos o por artesanos cristianos viejos, que ya estaban asentados en la ciudad. En cualquier caso el trasvase de saberes y tradiciones entre unos y otros es evidente.
Realmente esta cerámica granadina aparece como tal en el siglo XVIII y se desarrolló de forma muy rápida a lo largo del siglo XIX. Esto no impide que podamos pensar que antes de esas fechas se ensayaran soluciones parecidas pero la coincidencia de que en época nazarí se produjera una cerámica decorada en azul sobre blanco poco tiene que ver con Fajalauza, salvo la contraposición cromática.
Localización. Los hornos que quedan se encuentran en la carretera de Murcia, junto a la muralla nazarí. Existen importantes colecciones de cerámica de Fajalauza en el Museo Arqueológico provincial de Granada, Casa de los Tiros, otras instituciones y en colecciones particulares.
Cronología. La cerámica granadina morisca, precedente de Fajalauza, desde el siglo XVI hasta el XVII. Desarrollo paulatino de estas producciones desde el s. XVIII hasta finales del siglo XX, conocidas como Fajalauza.
Tipo de protección. La fábrica de cerámica de Fajalauza no tiene ningún tipo de protección. La Fundación Fajalauza está promoviendo la recuperación de las instalaciones y su declaración como BIC.
Las piezas más populares son las fuentes, platos, cuencos, albañales, jarros, bombonas, lebrillos y botijas entre otros, en los que la decoración de inspiración vegetal, granadas, o flores, dispuestas de forma geométrica, cubren la totalidad. También es muy frecuente la representación de pájaros, peces, distintos tipos de cenefas… Todas se caracterizan por un fondo blanco un tanto manchado y las decoraciones en azul piedra.
En algunas excavaciones han aparecido lotes completos, en contextos cerrados y es a partir de estos hallazgos como podemos establecer la evolución tanto de las formas como las decoraciones con la intención de esclarecer algunas incógnitas sobre estas cerámicas tan granadinas.
De las numerosas ollerías, jarrerías y alfarerías que hubo junto a la puerta de Fajalauza ya solo queda una, la de la familia Morales y urge promover su protección antes de que se arruine y perdamos el único vestigio de una tradición centenaria con la que se identifica la cultura granadina.
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